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Todo pasa muy rápido.

Polvo, fuego… aire denso… irrespirable.

Jennie me levanta. Me coge de la mano. Tira de mí.

—¡Corre! —grita.

Todo está lleno de humo. Una nueva explosión. Un centenar de tiros llueven desde los edificios de enfrente. Jennie tira de mí para que acelere el ritmo. No me suelta un solo segundo. Hace que nos desviemos por la primera calle que aparece y nos refugiamos de espaldas a la pared. Se oye una nueva explosión. Los disparos no cesan… Todo mezclado con nuestras respiraciones cada vez más irregulares.

Jennie gira la cabeza y sus ojos azules se clavan en los míos. Está nerviosa, furiosa, preocupada. Un segundo después, fija la mirada al frente y echa la cabeza hacia atrás hasta que su nuca choca contra la pared. Sé que está buscando la manera de sacarnos de aquí y también sé que ahora mismo ella se odia por haberme traído.

Da un paso hacia la esquina sin separarse de la pared, sin soltarme la mano. Se asoma sigilosa y en ese preciso instante una bala pasa silbando el viento y llevándose un trozo de pared justo a la altura de su cara.

—Joder —sisea volviendo a refugiarse en el muro—. Joder —repite otra vez con la vista perdida al frente—. ¡Joder! —ruge chocando de nuevo la cabeza contra la pared.

Su respiración está aún más agitada. La rabia inunda cada centímetro de su cuerpo, pero, entonces, se pasa las manos por el pelo y con ese simple gesto parece recuperar el control. Me aprieta la mano y, sin alejarnos del muro, comenzamos a caminar agachadas en dirección opuesta, sigilosas pero tratando de ser lo más rápidos posible. Al llegar al siguiente cruce, Jennie se detiene, se asoma discreta y se coloca frente a mí.

—El camión está en esa explanada —dice con la voz ronca, acelerada pero muy segura, demostrándome que, a pesar de todo, tiene el control de la situación.

Asiento, aunque ahora mismo estoy tan conmocionada que no sé qué quiere que haga.

—Cuando te lo diga —continúa—, corre lo más rápido que puedas hacia allí. Yo los distraeré por el otro lado.

¿Qué? ¡No!

—No… no voy a… a de… dejar que ha… hagas eso.

No pienso permitir que se ponga en peligro de esa manera.

—No te preocupes —dice enmarcando mi cara entre sus manos—. Todo va a salir bien.

Se separa de mí y echa a andar de vuelta al cruce anterior, pero, cuando sólo se ha separado unos pasos, la cojo de la mano, deteniéndola.

—No —repito más nerviosa y también más convencida de que no pienso dejar que lo haga—. Po… podemos buscar otra… otra manera.

—Muñeca —me reprende con la paciencia casi al límite.

—Por… por fa… favor.

Tengo demasiado miedo.

Jennie exhala todo el aire de sus pulmones y frunce el ceño imperceptiblemente de esa forma que me dice que está sopesando opciones.

—Di mi nombre —me ordena.

Sus ojos se clavan en los míos y ya no soy capaz de pensar.

—Jennie —respondo.

Y lo hago con la voz clara, casi cristalina, tal como pasó en el mercado. Su nombre me calma y me devuelve la fuerza instantáneamente. Jennie sonríe fugaz, serena y, sobre todo, satisfecha.

Color Naranja - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora