Tía.

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Capitulo 12.


Unos fuertes golpes a la puerta me despertaron, me senté y miré a Sebastián levantarse de un brinco.

-Baja una cobija y una almohada al suelo- me ordenó nervioso.

Se levantó de la cama y se vistió con un pantalón de pijama azul. Lo mire enojado, pudo haber vestido eso anoche. Abrió la puerta y yo volví a acostarme en la cobija que estaba en el suelo.

-Buenos días, Danny. No sabía que te quedarías- la voz de su madre resonó en la habitación. Me levante y me tape con la sabana. - ¿Has dormido bien? - asentí. -Bajen a desayunar- ordenó su madre y bajó las escaleras.

Sebastián exhalo aliviado y me ayudó a recoger la sabana. Nos vestimos en silencio y si se distraía yo aprovechaba y echaba unas miradas a él. No podía creer que fuera tan hermoso, claro, dicen que cuando uno está enamorado ve a la persona que ama como un monumento, como la perfección en carne y hueso, pero yo sentía que era diferente, porque aun si me mostrara que tiene defectos, como todos, yo aún lo amaría de la misma manera.

-Bajemos, ya es un poco tarde- se levantó y salió de la habitación.

Tomé mi teléfono que estaba dentro de mi pantalón y lo prendí, tenía poca batería, pero la suficiente para hacer una llamada rápida a mi hermano y explicar mi ausencia en casa. Baje y me adentre a la cocina, un aroma delicioso la inundaba... café, era exquisito.

-Hare una llamada rápida -avisé y salí de nuevo de la cocina.

-Sal al patio si quieres –me dijo Sebastián saliendo de la cocina, asentí y me quedé esperando que me dijera a donde ir.

Señalo una puerta que estaba pasando la sala, caminé y salí de ahí. El patio era grande, tenía un árbol, probablemente un naranjo, a su lado un par de columpios. Sonreí y mi instinto infantil me guio hasta él. Comenzó mi llamada mientras me columpiaba un poco.

-Hola -dijo mi hermano con voz seria, enojada... estaba acabado.

-Perdón. Comenzó a llover y me quedé en casa de Aytana -mentí mordiendo mi labio inferior. Cerré los ojos.

-Está bien, mis padres llegaran esta noche, llega cuanto antes.

-Lo haré -colgó. Puse los ojos en blanco y bajé los hombros decepcionado.

- ¿Todo bien? -preguntó la señora de cabello blanco, que si mal no recordaba era la tía de Sebastián.

-Sí. Iré a desayunar -salí evitando más preguntas. Ni siquiera note cuando entro.

Me senté a un lado de Sebastián y mientras tomaba mi café y comía los cuadritos de fruta, viaje mentalmente al pasado recordando que había pasado el día anterior, enlistando de lo más dulce a lo más amargo: Sebastián poniéndome el vestido; me sonroje al recordarlo y lo mire por sobre mi taza, se veía tan relajado, tan sereno y feliz. Después el baile, dormimos juntos, ¿podría ser más feliz?... y Michelle, ojalá deje de molestar.

- ¿Has ido alguna vez, Danny? -su madre se sentó frente a nosotros, la mire confundido, no sabía que estaba preguntando.

-A las aguas termales, fuera de la cuidad -aclaró Sebastián salvándome.

Negué, no salía mucho pues mis padres tenían sus asuntos, asuntos mucho más importantes que pasar un fin de semana con sus hijos.

- ¿Cómo les fue ayer? –dijo cambiando de tema, tal vez notó que el tema de salidas familiares no era mi favorito.

- ¿Bailaron? -preguntó su tía mientras interrumpía en el comedor.

Miré a Sebastián y sonreí, él ignoro mi sonrisa de confidencialidad y asintió.

Termine mi desayuno y anuncie que era hora de irme, ya pasaba de medio día y mi hermano seguro estaba más que enojado. Sebastián me acompañó hasta la calle donde día a día nos separábamos. Me dio un beso en la mejilla y camine a mi casa.

Estaba demasiado feliz, me sentía en las nubes, estaba soñando. Llegue y con cautela me adentre a la casa, mi hermano estaba en la mesa estudiando, pase a su lado y me miró por sobre sus lentes, un vistazo y volvió a su lectura.

Subí a mi habitación y me quité la sudadera que Sebastián me había prestado, olía a él, un aroma dulce y tranquilizante. Saqué el vestido de la bolsa y me dirigí al patio trasero para lavarlo. La secadora había terminado su trabajo, subí a mi habitación y guarde el vestido debajo de todas mis playeras. Sería un desastre si alguien lo viera.

- ¿Puedo? - preguntó una dulce voz abriendo la puerta. Mi tía, mi confidente la única persona en esa casa que me daba confianza para poder desenvolverme.

-Claro- me levante y la salude con un beso en la mejilla - ¿Cómo estuvo el viaje?

Mi tía, aunque es gemela de mi madre vive una vida totalmente diferente a la de ella, ella es tan espiritual y amable. Lleva el pelo al hombro, mientras mi madre lo lleva largo a la cintura, mi tía siempre tiene un semblante risueño y mi madre sonríe hipócritamente.

-Algo pesado. Baja, estamos por comer- asentí. Ella camino a la puerta, miró por un momento la sudadera que estaba en mi cama, pero no comento nada. La tomé y la escondí junto con el vestido.

Después de comer subí a hacer algunos deberes pendientes, limpie mi cuarto y platique con mi tía sobre la fiesta y lo bien que me la había pasado, aunque tratando de omitir algún comentario sobre el baile con Sebastián, la casi pelea con Michelle, cortando lo más interesante. La conversación era corta, pero por suerte el ruido de la televisión cubría esos silencios.

Mis padres llegaron casi dadas las diez de la noche, cenaron mientras platicaban con Abraham sobre la escuela y lo bien que le iba con las clases de música, yo sonreía y me alegraba por él, aunque solo mi tía sabia lo triste que me ponía que yo no fuera como él.

Subí a mi habitación para dormir. Ya en la cama tome mi teléfono y mande un mensaje de buenas noches a Sebastián. Seguro ya estaba dormido así que no espere su respuesta, pero a los pocos minutos esta llego.

Sebastián: Si, descansa.

Sonreí y dormí.

Había sido un fin de semana especial, ahora solo quedaba ver si seguía siendo el mismo Sebastián coqueto y divertido de eso dos días, no quería que volviera a ser frio y distante... Me encantaba este nuevo Sebastián. 

A tu lado. (BL)  ■TERMINADA■Donde viven las historias. Descúbrelo ahora