¿Axel vs Sebastián?

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Capítulo 20.

El dolor de cabeza me mataba, no había conciliado el sueño y tenía demasiadas cosas en que pensar, era agotador todo el asunto de Isabel y el rumor de que a Axel yo le gustaba.

-No mueras –me pidió Aytana mientras me entregaba un café. Prefería el té, pero era lo que había.

-A este paso moriré muy joven –tomé el vaso y agradecí a Aytana.

Me convencí de no meter a Sebastián en ninguno de los dos asuntos. Solo debía hacer que Axel viera de otra forma a Isabel, de una forma amorosa. Sonaba ridículo, pero debía hacerlo, por Sebastián, por nosotros.

-Les compré algo a Sebastián y a ti –me dijo Aytana mientras buscaba en su mochila. De ella sacó una cajita azul.

La miré confundido.

-Son un par de pulseras ¿Conoces la leyenda del hilo rojo? - me preguntó mientras me daba la cajita.

La abrí y en ella había dos pulseras trenzadas, ambas de un color rojo.

-La conozco. Son hermosas Ay -el sonreí y estiré mis brazos para envolverla en un abrazo.

El sonar de la campana nos interrumpió el abrazo, guardamos nuestras cosas y salimos del aula.

- ¿Se las darás hoy? -preguntó Aytana mientras me tomaba del brazo mientras bajábamos las escaleras.

-Si... bueno, mejor no -me detuve en seco y ella igual. -No sé por qué me siento tan nervioso. -Las manos me comenzaban a sudar y las piernas me temblaban.

- ¡Ay Danny! - se quejó Aytana.

- ¡Bien! ¡bien! lo haré -respiré hondo y seguí caminando.

Esperábamos sentados, en una de las banquitas frente a al salón de Sebastián, a que su clase terminara. Aytana me daba ánimos para que no me arrepintiera y se las mandara por correo.

- ¿Son para mí? –preguntó Axel mientras se unía a nuestra conversación.

-No, son para Sebastián -aclaró Aytana en un tono molesto.

- ¿La leyenda del hilo rojo? -preguntó Karl mientras sonreía.

-Es una leyenda estúpida –comentó Mike con molestia y se cruzó de brazos. Si no tuviera ese humor cada vez que perdía su equipo, como había pasado hoy, diría que lo decía muy en serio.

Estaba a punto de contestar, pero Sebastián me interrumpió. Me tomó por la cintura y hundió su cara en mi cuello.

-Hola –me sonrió y me dio un beso en la mejilla. - ¿Hay junta y no me avisaron? –preguntó mirando a Mike, Karl y Axel.

-Danny te dará algo –dijo Aytana señalando la cajita en mis manos.

Sebastián me separó un poco de él y me sonrió.

-Sebby –susurré, mis manos tomando la cajita temblaban. -Esto es para ti-. Abrí la caja y saqué una de las pulseras. Me extendió su mano y la puse en su muñeca atándola con cuidado.

Hizo una mueca de dolor mientras terminaba el nudo, lo miré espantado, negó con la cabeza y sonrió.

- ¡Ahora un beso! -exclamó Mike y me empujó.

Lo miré molesto y negué.

-Ya quisieras tú uno –dijo Axel entrando al juego.

-¡Ay! Y tú no -se burló Karl.

-Yo no lo niego -Axel me miró y me guiñó el ojo.

-Y tienes el descaro de decirlo -gruñó Sebastián molesto.

No, no era el momento ni el lugar.

-Malo que lo ocultara. Tengo el coraje para decirte que Danny me interesa –Axel caminó hacia Sebastián reduciendo los pocos metros que impedían una pelea.

-No hagan esto chicos –Aytana colocó su mano en el pecho de Axel y yo tome del brazo a Sebastián, ambos intentando contenerlos.

- ¿Te gusta Danny? –preguntó Sebastián alzando la voz.

-Creí que era más que obvio –se burló Axel.

Estaba más que claro que solo quería cabrear a Sebastián.

-Eres...un... –Sebastián se soltó de mí y Axel empujó a Aytana. Estaban a punto de soltar el primer golpe, pero una voz les llamó a ambos.

-Todo ha sido su culpa –se quejó Axel.

El maestro Wilfrido iba saliendo del salón de Sebastián, llegó a tiempo para impedir que esos dos tuvieran una pelea y nos llevó a todos a su salón. Me sentí decepcionado, ni Karl, ni Mike ninguno los detuvo, ninguno tenía la intención de hacerlo. Respetaba y en cierto grado admiraba la fidelidad que reforzaba su amistad, pero ellos también eran mis amigos o al menos eso se suponía.

Miré con recelo a esos tres y después miré a Sebastián.

-Lamento todo esto –le dije a Sebastián mientras me acercaba a él.

Me miró y negó con la cabeza. –Está bien.

Después de un pequeño sermón el profesor nos dejó salir. Me sentía culpable por todo lo que había pasado, necesitaba quitarme de encima a Isabel y a Axel lo más pronto posible. No quería lastimar a Sebastián.

-Lo lamento. –Ya habíamos llegado a la calle en la que nos separábamos. No tenía más que decir, me disculparía un millón de veces si pudiera.

Me tomó de la mano y de su bolsillo derecho sacó la pulsera roja que hace un momento no me pudo poner. Lo miré con la cara acalorada y sonreí. Sebastián era incapaz de hacer algo como rebajarse al nivel de Axel y golpearlo.

-No te disculpes más. Todo ha sido culpa de ese idiota de Axel –suspiró y me miró a los ojos. –Y me ha dado mucho coraje su actitud arrogante y altanera.

-Él no suele ser así –expliqué apartando la mirada. –Tal vez solo se sintió rechazado –bajé los hombros.

- ¿Lo rechazaste? –levantó mi mentón con su mano hasta encontrar mis ojos.

-No directamente, solo... él sabe que amo estar contigo –confesé avergonzándome.

Sonrió, se agachó un poco para estar a mi altura y me besó.

Se separó de mí y me miró de nuevo a los ojos poniéndome nervioso - Vuelve a casa con cuidado.

Asentí y me separé de él –Igual tú.

Nos separamos y caminamos en diferentes direcciones, con la promesa en el aire de que nos veríamos al siguiente día.

Al llegar a mi casa entre con sigilo para que mis padres no me escucharan. Era media hora pasada mi hora de llegada. Y ya había tenido un sermón, suficiente por el día de hoy.

-Llegas tarde –anunció mi madre desde la sala. Puse los ojos en blanco y caminé hasta ella.

Mi hermano y mi padre estaban a un lado de mi madre sentados en la sala color chocolate. Tal vez otra junta familiar para planear las vacaciones que se aproximaban o alguna salida en fin de semana.

La sangre se me heló y los vellos de la nuca se me erizaron. Apreté mis puños sobre las tiras de mi mochila para que no notaran que me temblaban las manos.

-Hola, Danny –Isabel se levantó de a un lado de mi madre y caminó hasta mí para abrazarme.

No correspondí el abrazo y solo me quedé inmóvil sin saber qué hacía en mi casa, charlando con mi familia.

Elprimer pensamiento que llegó a mí fue Sebastián. 






A tu lado. (BL)  ■TERMINADA■Donde viven las historias. Descúbrelo ahora