La llamada de Isabel.

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Capítulo 30.

Después de desayunar y despedirnos de su madre, subimos de nuevo a su habitación.

Tomé mi teléfono y lo encendí, tenía más de 100 llamadas, pero no me sentí asustado ni mucho menos. La mayoría eran de mis padres, mi tía, Aytana y otros números que desconocía, pero seguramente si hubiera contestado a ellos habría escuchado la voz de mis padres.

-Así que ¿Isabel habló? –preguntó Sebastián. Se sentó en la silla a un lado de su cama.

-No lo sé –confesé afligido. –Tal vez han entrado a mi cuarto –recordé la imagen de aquel vestido en el suelo y la sensación de nervios e impotencia volvió a mí.

- ¿Por qué no llamas alguien? –preguntó y enseguida suspiró. –Me gustaría tenerte para siempre aquí. Pero debes arreglar las cosas.

-Lo sé –dije sonriendo. Tomé mi teléfono y me senté en la cama..

El timbre del teléfono de Aytana no duró mucho, inmediatamente escuché su voz del otro lado de la línea.

-Danny. ¿Dónde estás? –su tono era de preocupación más que de alivio. –Tus padres han pasado por aquí, les he dicho que no sabía nada después de unas preguntas algo incomodas.

-Estoy con Sebby –decir eso fue suficiente para que mis ganas de llorar llegaran. –Así que me han buscado. Supongo que sino han llamado a la policía es porque creen que no estoy muy lejos.

-Lo han hecho, Danny –suspiró y su tono era de alivio. –Tus padres están muy preocupados por ti. No solo ellos, tu tía y hasta yo.

Sebastián colocó su mano en mi rodilla y la apretó en señal de apoyo.

-Perdón –susurré.

-No hace falta que te disculpes. Tus padres también quieren disculparse por lo que hicieron.

- ¿Ya lo sabes?

-Me lo ha dicho tu tía. ¿Puedo avisarle dónde estás?

Miré a Sebastián pidiendo su opinión. Asintió y sonrió.

-Está bien. Gracias, y no te preocupes. Estoy bien.

Terminé la llamada y me tiré de espalda a la cama. Debía volver a casa y escuchar a mis padres, pero después de lo ocurrido solo me quedaba tener miedo a lo que estuvieran por decir. Sebastián me apoyaría y eso me hacía sentir bien.

-Háblame de Isabel –me pidió Sebastián mientras se inclinaba al frente recargando sus codos en sus piernas.

Miré al techo y examiné lo que me acaba de decir. –Ya la conoces. Incluso la besaste –contesté con brusquedad. Ese recuerdo me apuñaló y mejor lo dejé a un lado. –¿Qué querrás saber de ella?

- ¿Qué piensas de ella?

¿Alguna vez te has caído y has tenido dolor de trasero por días? No, no podía decir eso. Aunque era lo más cercano a describirla según Karl y los demás.

- ¿Quieres qué te cuente cómo la conocí?

No me senté a mirar, pero sabía que había asentido.

-En segundo grado decidí cambiarme de grupo. Un chico de ahí me molestaba y era...

-Aguarda –me interrumpió- Eso no lo sabía y ya te conocía a mediados de segundo grado.

-No me gusta hablar de mis problemas, no quiero que la gente crea que soy débil y que no puedo salir adelante por mi cuenta.

Hubo un pequeño silencio que me indicó que podía seguir.

-Cuando llegué a ese salón mi idea era pasar desapercibido, no llamar la atención, pero me fue inútil. Ella comenzó a hablarme y yo le seguí el juego. En ese momento me parecía una chica muy simpática e interesante. Los días pasaron y eso cambió. Comencé a escuchar rumores sobre lo mala que era.

- ¿Mala? - preguntó Sebastián burlándose.

-Sobre que podía andar con dos chicos al mismo tiempo y no sentir rencor. Había inventado historias con todos mis amigos con tal de que sus novias los dejaran y así ella tuviera entrada libre para cortejarlos.

Sebastián rió y eso me confundió. Me senté y lo miré confundido.

-Perdón. Es solo que... creo que te importa demasiado eso. No debe afectarte lo que otras personas hagan.

-No me importaba, solo no quería que me hiciera lo mismo. La alejé y después ella fue tras de ti - mordí mi labio inferior y sentí mi cara arder al recordar todo lo ocurrido.

-Ya veo –susurró y se sentó a mi lado. -Y ahora estas aquí. Por su culpa–. Asentí y sentía mis mejillas ruborizarse cada vez que se acercaba a mí.

El sonar de mi teléfono nos interrumpió. Maldije a mis adentros a quien fuese que me estuviera llamando en ese momento.

-Hola –contesté sin siquiera mirar la pantalla del teléfono.

-Danny, quiero disculparme –la voz de Isabel al otro lado de la línea me asombró. Esperaba que fuera mi tía o Aytana de nuevo, pero no ella.

-No hace falta, Isabel. Por más que te disculpes nunca seré capaz de perdonarte –contesté con seriedad.

- ¿Por qué? no fue mi intensión –explicó al borde del llanto. –Yo quería devolverte las fotos y disculparme por lo que había pasado–. No sabía muy bien qué, pero algo me decía que estaba mintiendo. –Tu hermano me llevó a tu habitación y le pedí que hiciera guardia por si alguien venia. Entré y busqué un lugar para guardar las fotos y solo tú las encontraras. Pero vi el vestido y lo saqué del cajón. Tu hermano entró y lo vio, se enojó, y lo enseño a tus padres.

Sebastián me miró incrédulo, tal vez ambos coincidíamos y nos parecía que algo faltaba en su versión.

- ¿Qué hacías tú con mi hermano? ¿Cómo accedió a llevarte? –pregunté con un tono molesto.

-Le prometí que saldríamos a una cita.

Mi enojo me recorrió todo el cuerpo. Colgué el teléfono y lo lancé al suelo. Me abracé a Sebastián y rompí en llanto.

Quería escapar de todo eso. Salir y volver a mi casa y que todo siguiera igual. Despertar como todas las noches después de una pesadilla y sentir ese alivio al ver que todo era producto de mi imaginación.



La madre de Sebastián llegó y ambos ya nos habíamos encargado de los quehaceres de la casa.

-No hacía falta Danny –dijo su madre mientras servía la cena.

-Claro que lo hacía –contradijo Sebastián con ese humor casi imperceptible típico de él.

Reí y me levanté para ayudar a Andrea.

-Es lo mínimo que puedo hacer.

- ¿No nos contaras lo que pasó? –preguntó su abuela mientras se sentaba junto a Sebastián.

Sebastián negó con la cabeza y yo hice los mismo.

-Perdón. No quiero preocuparlas con problemas tan pequeños–. Mentí. Porque pequeño no era. –Mañana por la mañana regresaré a mi casa, es hora de que hable con mis padres.

Me senté y cenamos mientras Andrea y Gina me contaban cosas que desconocía de Sebastián. Y vaya que era muchas. Eso me hizo pensar en lo poco que nos conocíamos y en lo mucho que no sabía sobre él. Sus exparejas, su familia, su forma de vivir el día a día, sus sueños y metas. Tantas cosas que pagaría por saber. Tantas cosas que tenía miedo de destapar.

A tu lado. (BL)  ■TERMINADA■Donde viven las historias. Descúbrelo ahora