Capítulo 34

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Pasado

—Tengo que ir a ducharme —murmuro en cuanto salimos de la enfermería. O más bien en cuanto madame Pomfrey nos echa por el escándalo que estaba montando padre—. Os escribiré contando que tal está May.

Madre asiente y de reojo puedo ver como Weasley se aleja con su madre, que le lleva practicamente arrastrando porque no deja de mirar en nuestra dirección. Y eso me pone bastante nerviosa así que empiezo a andar hacia las mazmorras, lejos de padre. Sé que está enfadado, lo he notado en como me apretaba el hombro. Era una amenaza silenciosa, si no cumples lo que te digo será May la que sufra. Y no pienso dejar que le ponga un dedo encima, no soy tonta y sé de lo que padre es capaz de hacer, ya lo he vivido. Conozco los libros que hay por la casa sobre magia oscura, libros que intentaré leer para poder protegerme.

—¿Dónde te crees que vas? —el tirón que padre me da del brazo consigue que de un grito. Me duele el hombro más de lo que me dolía antes. Se me saltan las lágrimas y empiezo a notar como se me entumece el brazo. Me cuesta moverlo para soltarme e intentarlo es una agonía—. ¿Crees que somos tontos, April? Os lo avisamos, manteneos lejos de esos traidores a la sangre y los sangre sucia.

Madre le sujeta del hombro, haciendo que pare de sacudirme. Es la primera vez que interviene en algo así, pero sé que lo hace porque estamos en el colegio y no en casa. Padre me suelta bruscamente y no puedo evitar llevarme la mano al hombro. Estas son las consecuencias por no haber estado con May, por no haber sido dura con esos traidores. No necesito ninguna palabra más para saber que esto es una amenaza y que, cuando volvamos a casa por Navidad, será mucho peor. Las dos acabaremos castigadas.

—Nos veremos en Navidad, April —murmura madre, con un tono que no admite réplicas y sigue a padre, que no se molesta en mirarme. Sé que soy una decepción para él. Si fuera un chico me trataría diferente.

Oigo como la puerta del castillo se cierra, pero no llego a verlo porque todo empieza a ponerse negro.

Veo manchas negras por todos los lados y, cuando consigo quitarlas, todo está borroso.

Todo me da vueltas.

Me caigo.

—Te tengo, April —alguien me sujeta. Sé quien es, y no quiero que lo haga. Siguen estándo cerca. La amenaza sigue en el aire, aunque él no lo sepa. Es la segunda vez que me llama April en el mismo día—. ¿Puedes andar? Solo unos pasos, la enfermería está ahí al lado.

Me revuelvo un poco para poder soltarme de Weasley y mi vista vuelve a aclararse lo suficiente como para poder ver por donde voy. Con un poco de suerte conseguiré llegar hasta la sala común y luego Alexa podrá llevarme hasta mi cuarto. Hay muchas escaleras hasta allí, seguro que cuela que me he caído por una de ellas. Solo necesito llegar primero hasta la pared y eso hago. Consigo dar unos cuantos pasos hasta que mis pies se levantan del suelo.

—No sé a donde crees que vas, pero la enfermería no está por ahí —me dice Weasley, que me lleva en brazos hasta la enfermería. Estamos demasiado cerca para lo que se considera decente.

Weasley me mueve sin problema ninguno a pesar de que solo soy un poco más pequeña de tamaño que él, lo que me vuelve a confirmar que tiene bastante fuerza para solo tener doce años. Oigo el grito de Madame Pomfrey según Weasley abre la puerta de la enfermería, pero luego cambia la voz a la de profesional y le dice donde tiene que moverme. Oigo a May llamarme, pero no tengo fuerzas para contestar, no ahora.

—¿Qué es lo que ha pasado? —me pregunta Madame Pomfrey, poniendose justo delante y tocandome el hombro. No puedo evitar gritar en cuanto me toca, a lo que ella suspira—. Tienes el hombro dislocado, necesito quitarte la túnica para poder colocarlo.

Asiento y muevo el brazo izquierdo todo lo que puedo para sacar el brazo de la manga. Al menos no ha sido el bueno. Me paso la túnica por la cabeza con ayuda de Madame Pomfrey y luego viene la parte dolorosa, el brazo derecho. Padre puede decir lo que quiera de ella, pero me trata con más cuidado que el que ha tenido él en el último año.

—¿Y estos moretones? —pensaba que debajo llevaba una de las camisetas de manga larga que teníamos para llevar debajo del uniforme de quidditch, pero en su lugar llevo una de las de tirantes. Tengo todo el hombro de un tono bastante oscuro, fruto de los apretones de padre y luego del tirón de hombro.

—Me he caído por las escaleras otra vez —murmuro y puedo ver a Weasley levantando una de sus cejas, incrédulo—. Weasley ha sido bastante amable al traerme de nuevo aquí, estaba demasiado distraida pensando en May.

—Te va a doler —me advierte Madame Pomfrey después de unos segundos por lo que sé que no se lo cree.

Asiento y ella mueve su varita en mi hombro. Un golpe seco y un dolor más que soportable es todo lo que hace falta para que mi hombro vuelva a estar en su sitio.

—Prueba a mover el brazo —me ordena y hago lo que me dice de forma instantánea, demostrandole que ya no tengo ningún problema. No quiero enfadarla para que busque qué es lo que ha pasado exactamente, sería mucho peor—. Me encantaría vigilarte esta noche, pero todo está lleno, vuelve a tu sala común y mañana por la mañana te quiero aquí de nuevo para revisarte ese hombro. Señor Weasley, acompañe a la señorita Avery hasta su sala común, por favor. Recuerde no dormir esta noche sobre el hombro dislocado.

—Puedo ir sola —digo rápidamente, pero con la mirada matadora de Madame Pomfrey entiendo que eso no es una opción—. Vendré después del desayuno, madame Pomfrey.

No me molesto en esperar a Weasley. Me levanto rápidamente de la camilla donde me habían sentado y me acerco hasta May para darle un abrazo rápido, aprovechando el momento para que se me pase el mareo por haberme levantado tan deprisa. Sé que está preocupada, pero no es el momento, no ahora, no aquí. Yo también estoy preocupada por ella, y me encantaría pasar la noche a su lado, pero sé que Madame Pomfrey no me va a dejar. Y por mucho que quiera, la silla que hay al lado de su cama sé que no me va a venir nada bien.

Noto de nuevo a Weasley muy cerca, así que me alejo rápidamente de May y vuelvo a ir hacia la salida. No necesito que me acompañe.

—April, espera —me dice Weasley en cuanto estamos en el pasillo, a lo que me giro y le encaro.

—Avery para ti, zanahoria —hablo con todo el veneno que puedo. Imagino que es padre quien está delante y puedo decirle todo lo que quiera sin consecuencias.

—¿Por qué le has protegido? —la pregunta me pilla desprevenida porque ni siquiera se inmuta cuando le insulto—. Madame Pomfrey podría hablar con los profesores y no tendríais que soportar eso nunca más.

—Yo no he protegido a nadie, Weasley, me he caído por las escaleras —le respondo y entonces me giro para poder irme de vuelta a mi sala común—. No te molestes en seguirme, no necesito tu ayuda.

—¿En verano también fue vuestro padre? —dice, y me quedo parada en el sitio. Lo sabe.

—Me caí por las escaleras, Weasley, no sé porqué dudas tanto de mi palabra. Lo que ha pasado ahora es que padre estaba preocupado por May, no sé que te estás pensando, pero luego, cuando volvía a la sala común me he tropezado por las escaleras. He conseguido llegar hasta casi la puerta de la enfermería, pero me dolía demasiado el hombro —le contesto, mirándole a los ojos. Es difícil mentirle, pero aún así lo hago—. No sé qué es lo que piensas de mi padre, pero no nos tocaría nunca ni a May ni a mi.

Esa mentira es aún más difícil de pronunciar. Sí que lo haría, no dudaría en vendernos a cualquiera por tener un poco más de poder dentro de los sagrado veintiocho, dentro de las familias de sangre limpia. Pero eso es algo que Weasley no sabe y nunca va a saber.

—Lo siento, April, no quería...

—Ahorrate tus palabras —le interrumpo y vuelvo a iniciar el paso hacia las mazmorras—. No somos amigos, Weasley, recuerdalo.

No espero a que me conteste. No quiero oír su respuesta.



Primavera [Fred & George Weasley] [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora