Capítulo 19. Es de locos

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Todo era obscuro, no tenía ni idea de si tenía los ojos cerrados o realmente todo era negro y vacío. Se sentía flotar en medio de una laguna... una laguna con muy poca agua y muchas piedras. Su cabeza dolía, había incomodidad en su espalda, como algo queriendo clavársele. Su cuerpo despertaba más rápido que su mente, un airecito fresco se colaba entre la tela de su pantalón, acariciando su piel, provocándole escalofríos.

Y en medio de todo el manto negro, el eco de un par de voces hacía eco en el vacío.

Recuperó sus sentidos, o parte de ellos. Seguía tirado en el piso de su cuarto, la esponja del respaldar de la silla estaba apachurrada y el grueso plástico hacía una estupenda tarea jodiendole la espalda.

Y las voces seguían ahí.

—Me estoy aburriendo.

—Es tu culpa que se desmayara. No todos los días ves a un zorro peludo de nueve colas en versión chibi.

—No es mi culpa que el mocoso sea tan asustadizo.

—Podemos aprovechar eso... Oh, mira, ya despertó.

Un par de enanos lo miraban, parados sobre su pecho. Naruto creía estar borracho o estar soñando, cualquiera de las dos le hubiera parecido perfecta, porque no era normal estar viendo a su padrino en tamaño juguete, y menos normal ver a un zorro mutante que habla.

—¿Qué...?

—¡Bu!— le mostraron sus peores caras.

—¡AAAAAHHH!— se levantó después de rodar unas dos veces, a tropezones y aterrado salió por la puerta.

—¿Crees que se nos pasó la mano?

—Para nada. Vamos por él.

Muy despreocupados desaparecieron.

Afuera, Naruto se arrastraba por la pared, con la oreja pegada en ella, y las piernas temblando. El pasillo de las habitaciones se le hizo aterrador por primera vez desde que se mudaron ahí, y de eso hace años. Solitario, obscuro, infinito. Ya empezaba a cogerle apatía a las cosas que no tienen fin.

—No estoy loco. Tengo hambre, por eso veo cosas raras... ¡Hiii!— su auto convencimiento se quedó en su chillido al sentir una presencia maligna que lo acechaba a sus espaldas.

—¡Naruto!

—¡AAAAAAHHHH!

Su grito nada masculino terminó cuando se le escapó el alma. Jiraiya lo observaba curioso.

—¿Te asusté?

—Nooo, para nada... ¿Por qué? ¿Acaso alguien gritó como nena? Porque no fui yo ¿Eh?

El mayor hacía muecas tratando de adivinar la situación. Naruto nervioso, a la defensiva, viendo a todos lados como todo un paranoico.

—O-Oiga, Ero-Sennin... Usted no toma pastillas de chiquitolina... ¿O sí?

—¡Wow! ¡En tamaño monumento soy aún más genial!— la versión miniatura de Jiraiya apareció en el hombro izquierdo del rubio, paralizándolo al instante.

—¿Chiquito...? ¿Qué demonios te fumaste, muchacho?— sudó un poco al verlo petrificado y pálido, como si hubiera visto un fantasma.

—¡Zacate verde!— el zorro en el hombro derecho del pobre muchacho que reaccionó con semejante blasfemia.

—¡Yo no he fumado zacate verde!

Eso sí descolocó al mayor, Naruto ya empezaba a preocuparle.

Aprendiendo a Amar a un DobeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora