Capítulo 30. Distancia, memorias, y recuerdos lejanos

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Shisui observó de abajo hacia arriba la enorme y pomposa mansión en la que vivió cuando niño, una enorme casa que estaba más llena de servidumbre que de familia. Pasó saliva antes de dar el primer paso para alcanzar a los otros que ya iban subiendo los escalones al amplio pórtico guiados por Norbert. En ese lugar había recuerdos, que si bien no estaban entre los peores de su mente, sí eran capaces de hacerle pasar un mal rato, pero no está ahí para revivir viejos recuerdos, así que mejor se atormentará él solito luego.

—Ya no soy un niño...— escuchó Shisui a Itachi al entrar al fin —Pero este lugar me sigue pareciendo enorme y sombrío— movió los ojos lentamente de las paredes al techo, la iluminación era tenue a pesar de los enormes candelabros de cristal que colgaban en cada habitación de la casa, daba un lúgubre contraste con el tono plomo de las paredes —Es justo como lo recuerdo.

—Sí, todo está exactamente igual...— hizo lo mismo que Itachi y observó cada cosa —Es como si... fuera ayer que nos fuimos— eso lo pone nervioso.

—Nos esforzamos para mantenerlo igual— habló el mayordomo —A sus padres les gustaba así.

—¿Limpias tú solo este lugar, Norb?— le preguntó Obito pensando en el enorme esfuerzo que requería mantener esa casa —Es mucho trabajo para una sola persona.

—Oh, no, claro que no, solicité personal para tener ayuda extra, yo ya estoy viejo para encargarme solo de esta enorme casa.

—A mí me parece más un museo— dijo Sasuke detallando en los diversos cuadros con mariposas disecadas y perfectamente conservadas que daban color a las oscuras paredes, incluso recuerda haber visto unas relucientes armaduras por algunos rincones de la casa cuando era un chiquillo —El tío Kagami era más raro que papá.

—Solías decir que aquí vivía Drácula y que en el jardín había duendes espiándote— se rio Obito recordando el miedo de Sasuke por salir de su cuarto y toparse con las pinturas extrañas que adornaban las paredes de los pasillos del segundo piso, o con el chupasangre pasado de moda... o los duendes. Sasuke era tan tierno cuando era niño —Bueno, no vinimos para hacer turismo, vayan a sus cuartos y desempaquen. Luego nos organizaremos.

—Yo no saldré de mi cuarto hasta que me de hambre— se fue Sasuke hacia las escaleras del segundo piso, arrastrando su maleta por el lustroso piso de cuadros ocres, a cinco escalones se detuvo y los miró con aburrimiento —¿Cuál es mi cuarto?— según recuerda, se quedaba con su hermano en la misma habitación, pero es obvio que ya no hará eso.

—Yo le indicaré, joven Sasuke— le respondió el viejo subiendo y tomando su maleta al alcanzarlo —Hemos preparado todo para que se sientan como en casa.

—Eso no será posible— suspiró con desgano siguiendo al señor que ante su respuesta seguía sonriéndole amable.

—Debe extrañar Japón.

—Más bien lo que dejé en Japón.

—Seguirá ahí cuando regrese, tranquilo.

—Ojalá tengas razón— una pequeña sonrisa afloró en sus labios, duró un segundo, pero el deseo de que esas palabras se cumplan lo tendrá hasta el momento de su regreso a casa.

Los de abajo escucharon la conversación hasta que se dejó de escuchar las voces al llegar al segundo piso.

—No sé por dónde empezar— comentó Obito dando una vuelta entera sobre su eje, frustrado al no encontrar con facilidad el principio de la mecha que su hermano dejó ahí —Es obvio que no sería fácil.

—A mi padre y a tío Fugaku les gustaban los acertijos— a Obito no le gustan, y Shisui se rio por su cara de desagrado al escucharlo decir aquello sobre sus hermanos —Debe haber una pista o algo— dijo sujetando su hombro izquierdo mientras movía el brazo.

Aprendiendo a Amar a un DobeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora