Capítulo 33. Rosas y espinas

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Itachi lo hizo. Literalmente le cambió el color a la canas de Norbert; eso es lo único que le ha funcionado, tal vez el viejo no se da cuenta del cambio de su shampoo, o tal vez tiene un extraño gusto por andar el pelo pintado con colores exóticos y por eso le da a Itachi el gusto de jugarle esa broma. Ahora anda el pelo verde y un gorrito cubriéndole la cabeza.

—Les deseo un buen viaje, caballeros— les dijo amable mientras les sacaba las maletas de la limusina.

—Gracias por todo, Norb— Obito estrechó su mano —Te echaremos de menos— escuchó la fingida tos de Itachi a unos metros lejos de ellos —Algunos más que otros— le sonrió divertido.

—Seguro— vio con ironía al chico desquiciado que se reía con maldad al ver su gorrito. Norbert bufó en negación, luego respingó al recordar algo —Lo olvidaba— volvió a la cabina del vehículo y sacó una cajita de un rojo brillante, se acercó a Itachi y le ofreció el objeto sin inmutarse por la inquisitiva mirada del menor —No muerde, joven. Tómela, es para usted.

—¿Es una bomba?— se negaba a agarrar esa caja.

—Sí— frunció los labios y luego negó —No, más bien es un reactor nuclear de tamaño portátil, espero que se recaliente mientras vuelan a Japón y explote— se encogió de hombros —Cualquiera dirá que fue un atentado terrorista.

—Ja ja ja, que simpático anciano— tomó de mala gana la caja y se acercó a Sasuke, quien seguía dentro del auto junto con Shisui, muy entretenidos por la charla de afuera —Ábrela por mí, hermanito— le sonrió inocente.

Shisui se agarró el estómago al soltar una carcajada; Itachi es un desgraciado, eso dice la mirada de Sasuke.

—A veces creo que te vale tu familia— y a pesar de eso, tomó la caja. Miró a Norbert con duda, ese amable señor no era capaz de competir con la maldad de su hermano ¿O sí? El mayordomo seguía imperturbable, manteniendo su pose elegante, solo le asintió y con eso Sasuke se sintió a salvo de explosiones o sorpresas desagradables. Abrió la caja —Son chocolates— suspiró fastidiado y se los regresó a Itachi.

—¿Están envenenados?— miraba esas esplendidas filas de chocolates redondos envueltos en papel dorado, y aun así, no se confiaría —Están envenenados, ¿Cierto?

—No, solo quiero que engorde y le diagnostiquen diabetes en unos años. Con eso me conformo.

Itachi le sacó la lengua y apretó receloso la cajita, ese fue su particular agradecimiento, aunque estaba murmurando que no se arrepentía de nada.

Sasuke y Shisui salieron del auto, el clima sigue frío, pero a diferencia de cuando llegaron, esta vez una leve llovizna los despide.

—Espero que esto no atrase nuestro vuelo— dijo Shisui yendo por su maleta.

—Joven Shisui— le llamó Norbert, cuando el chico se acercó le tendió una cajita de terciopelo azul que llevaba en su abrigo —Sus padres querían que le entregara esto la última vez que lo viera.

—Son sus alianzas— ambos anillos estaban ahí, tan relucientes y bonitos como los recordaba en las manos de sus padres —Gracias, Norbert— le sonrió aguantando la nostalgia —Por todo lo que has hecho por nosotros.

—Ha sido un honor, señor— hizo una reverencia —Ya es hora de volver a casa. Su vuelo espera.

Shisui colgó ambos anillos en la cadena donde llevaba la placa que su padre le dejó. Unas cuantas palabras más de agradecimiento y despedida fueron cruzadas antes de que los Uchiha se adentraran al aeropuerto.

Norbert volvió al interior del vehículo, encendió la calefacción y se quitó el gorro mientras ajustaba el espejo retrovisor, soltó una suave risa al contemplar su verde cabello, a su esposa y sus nietos les hará mucha gracia verlo así.

Aprendiendo a Amar a un DobeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora