Capítulo 34. Añoranzas

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Los tiempos de calma gustan a unos y aburren a otros. Todo es relativo.

Japón en plena primavera con temperaturas cálidas y colores vistosos en la naturaleza.

Veintitrés de abril.

Ha dejado de ser un día completamente gris para los que visitan el panteón en esa fecha conmemorando la partida de Fugaku y Mikoto Uchiha. Van a ese lugar un buen número de veces al año, ellos dos no son los únicos seres queridos enterrados ahí.

Pasado el mediodía, Obito y Shisui ya deben estar de regreso en la empresa; a estas alturas, Shisui vive en la casa Uchiha de nuevo, mantiene a Obito ocupado y a Itachi feliz. Itachi debió volver al campus o está en casa durmiendo en una posición incómoda presa del cansancio, es lo que gana por llevar una carrera doble y una especialidad aparte. Sasuke debería haber vuelto a casa junto a su hermano, pero prefirió irse con Naruto a pasar el rato al parque de cerezos, que poco a poco ya van perdiendo ese bonito color rosa de sus flores.

—Naruto, bájate de ahí— le pidió como cuarta vez, los muritos de las jardineras no son para caminar —¡Te estoy hablando, tarado!— le aventó una piedrita al ver que no le estaba prestando atención.

Naruto se bajó del muro de un salto y siguió atento a otra cosa que no era Sasuke.

—¿Escuchaste eso?

—Escucho un montón de cosas ¿Podrías ser más específico?— le preguntó algo mosqueado. Hace unos minutos Naruto estaba hablando sin parar acerca de que Obito e Itachi no les montaron escena cuando les dijeron que se irían juntos, y ahora el rubio tonto anda pendiente de otra cosa. Parece un perrito con los sentidos entorpecidos intentando localizar algo.

—Creo... creo que es un chillido— empezó a caminar en busca de ese agudo sonido.

Sasuke prestó más atención y logró escucharlo también.

—Debe ser una ardilla, hay muchas en los parques— frunció el ceño al verlo sin la intención de detenerse —Hey, ¿A dónde vas?— no le queda más que seguirlo.

—Debe estar por aquí— corrió hasta un recuadro de tupidos arbustos. Ese animalito chillaba desesperado. Buscó entre las ramas hasta dar con la fuente del chillido; un sucio perro estaba mordiendo la cola de una ardilla —¡Oye! ¡Basta, déjala!

Sasuke se quedó un par de metros atrás, viendo a su novio meterse entre los arbustos y caer de cara al suelo, luego una ardilla salió corriendo y chillando, y unos segundos después un perro estaba gruñendo.

—¿Qué hiciste?— se acercó a donde estaba Naruto, lo encontró regañando a un perrito con mal carácter.

—Deja de gruñirme, pulgoso— le gruñó él, y el perro le ladró enojado, eso hizo retroceder a Naruto —¿Crees que debería correr?— le preguntó a Sasuke asustado al ver al animalito con la clara intención de tirársele encima y hacerlo trizas.

—Eres un grosero, le acabas de quitar el almuerzo a un perro callejero. Ya estuvieras corriendo.

—¡Su almuerzo estaba vivo!— se saltó a tropezones los arbustos cuando el perro se acercó de más —Sasuke, sálvame— se fue a esconder atrás de él. Ambos retrocedieron cuando el animal salió de entre las ramas, todavía enojado y enseñándoles los colmillos.

—Lo enojaste— dieron un saltito cuando les empezó a ladrar escandaloso, pero solo estaba viendo a Naruto, Sasuke lo notó y empezó a apartarse.

—Sasuke... ¿Qué haces?— no le gusta como su escudo se está haciendo a un lado dejándolo desprotegido de esa fierita —¡No! ¡NOO!— retrocedió varios pasos cuando el perro se lanzó a sus piernas.

Aprendiendo a Amar a un DobeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora