Capítulo 4

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Narra Bruno

Me animé a ir a aquella terraza de enfrente del Port Olímpic con Lluc y sus amigos. Lluc me estuvo contando que había empezado a estudiar filología hispánica, pero que lo tuvo que dejar a mitad porque aquello le parecía muy aburrido tanta literatura. Tras no conseguir entrar en la Escuela de Arte Dramático, su verdadera pasión, terminó haciendo un módulo para ser técnico de sonido. 

Aquél era su primer trabajo y no paraba de hacer alabanzas sobre mi yaya. He de reconocer que durante la función eché de menos a mi padre. Hubiese deseado que estuviese con nosotros para que pudiese disfrutar de aquella función tanto como lo hice yo.

Estuvimos tomando unos gin-tonics mirando hacia el puerto, cuando se me acercó Lluc y me preguntó por qué no me unía a la conversación. Le dije que estaba pensando en mi padre hacía casi un año que había fallecido. En ese momento me abrazó y, sin decirme nada, me besó. Fue el beso más cálido que me habían dado nunca. No duró mucho, pero me hizo sentir tan especial que hizo olvidarme de todo lo que había pasado tres meses atrás.

En ese momento, recibí una llamada de Gerard. Gina estaba de parto. Llamé a mi yaya para contárselo, cogí un taxi y me planté en el Hospital. Cuando llegué ya había nacido mi hermana. Qué raro sonaba decir que tenía una hermana después de dieciocho años siendo hijo único. Me sentí pleno, me abracé a Gerard y a la Calduch, que llegó justo detrás de mí. Sentí como si mi padre también nos abrazara.

Pasaron dos horas hasta que pudimos ver a Gina y a la pequeña. Mi sorpresa fue cuando Gina me dijo que me presentaba a Merlina y le dije: "¿Merlina?". Me contestó: "Sí, creo que va a tener el mismo carácter que tu padre. Se parece a él y es el homenaje que le debo por haberme hecho el regalo más maravilloso del mundo". Volvió a recorrerme una sensación diferente, de esas que te llenan y lloras de felicidad. Fue una de las noches más especiales que he vivido en mi vida.

Llegamos a casa muy tarde. Recuerdo que la yaya estaba sonriendo y sólo decía: "Qué bien hice en ponerle Merlí a tu padre". Nos abrazamos.

Al día siguiente me desperté muy temprano y recibí un WhatsApp de Lluc preguntándome si todo había ido bien y si me apetecía ir a la playa a darnos un baño. No lo dudé. Le dije que sí. Me hizo ilusión que fuese él quien me enviase aquel mensaje. Previamente fui al hospital de nuevo a ver a Gerard y mi sorpresa fue cuando me encontré a Marc, Tània y Joan. Hacía meses que no los veía.

Nos pusimos un poco al corriente de lo que cada uno hacía. Marc había entrado en la Escuela de Arte Dramático, Tània estudiaba magisterio y Joan, tanto que protestó del derecho y que aquello no iba con él, al final estaba haciendo derecho. Decía que se lo debía a su padre. En ese momento, los cuatro nos quedamos callados y miramos a la pequeña Merlina.

Me preguntaron por Pol. Les dije que no sabía nada que él ahora tenía otros amigos y estaba muy pendiente de la universidad. No quise desvelar todo lo que había pasado durante el curso. La única que me miró de manera rara fue Tània. Me cogió por banda y me dijo que me llamaría un día de esos para hablar.

Llegué a mi "cita" con Lluc. Hasta ese momento no me di cuenta de lo altísimo que era. Nos dirigimos hacia la playa y nos dimos el primer baño inaugural del verano. Estuvimos jugando a las palas, comimos en un chiringuito de la zona y no regresamos a casa hasta el anochecer.

He de confesar que cuando llegué a la playa no pude dejar de pensar en Pol. Justo en ese lugar celebramos que habíamos llegado a la Universidad y fue cuando nos dimos nuestro primer baño desnudos. Aún recuerdo que dije: "Ya te voy pillando Pol Rubio... Pero al final, todos los caminos llevan a Bruno Bergeron".

Cuando se hizo de noche acompañé a Lluc a su casa. Vivía en el Barrio del Born, cerca de la Iglesia de Santa María del Mar, me invitó a subir y no lo dudé, me apetecía. Me ofreció darme una ducha para quitarme el salitre y la arena de la playa y accedí. La casa era pequeña, pero era especialmente acogedora. En las paredes sólo habían pósters de actores y actrices, me recordó tanto a la Calduch.

Cuando salí de la ducha y me vestí fui hacia el salón y me encontré en la mesa del comedor un par de pizzas y una botella de vino, así que me quedé a cenar.

La conversación fue de lo más amena. Estuvo contándome que tenía tres hermanas. Las dos mayores eran médicos y la pequeña era bióloga y vivía en Francia. Decía que eran como una piña cuando estaban los cuatro juntos y me empezó a contar sus anécdotas.

Me preguntó por mi vida y bueno, le conté lo de mis padres. Luego las Merlinadas que mi padre hacía en el instituto y que perdí la cabeza por un italiano, que al final salió peor que mal. Preferí obviar el tema de Pol. Me hacía daño y no quería que él se diese cuenta.

En ese momento, se me acercó, me cogió de la mano y me volvió a besar. No había aún tomado el postre y su olor a chocolate avainillado se me hizo irresistible. Comencé a besarle la oreja derecha despacio empezando desde arriba. La saboreaba como si intentase percibir su aroma. Llegué al lóbulo y, mientras lo chupaba muy lentamente con mis labios, noté cómo su pene se endurecía pegado a mi vientre. Sentirlo me excitó rápidamente y ya no había vuelta atrás. Empecé a bajar hacia su cuello, le quité la camiseta y seguí bajando hacia sus pectorales. Se retorcía al succionarle sus pezones. Entonces se apartó para que parase de besarlo, me bajó los pantalones y empezó a comerme el pene. Lo hacía tan bien... El sexo con él fue muy romántico y apasionado. Creo que hasta ahora no había sabido disfrutar tanto mientras lo hacía. Terminamos empapados en sudor por el calor de julio. Aquella noche la pasé en la cama de Lluc. Dormimos muy poco.

Al día siguiente, me sentía renovado y liberado por no tener a Pol en mis pensamientos. Me estaba enamorando hasta las trancas de Lluc. Varios días después, mi luna de miel fue interrumpida por un WhatsApp de Pol. Me pilló en casa de unos amigos de Lluc junto con Ángel y Sara. Me preguntaba cómo estaba. ¿En serio? ¿A qué venía esa pregunta? Ya me dejó muy claro que no me quería tener en su vida. Así que me acordé de una frase que me dijo mi padre: "Sé que es muy fácil pedirte que te olvides de esta persona, pero si no te hace caso es lo mejor que puedes hacer" y así empezaba a hacerlo, me dolía, pero con Lluc y mis amigos sabía que lo podía olvidar.

Estuve quedando día tras día con Lluc y cada día me sentía mejor con él y comenzaba a ilusionarme con él. Él parecía que también. No nos considerábamos novios. Simplemente estábamos muy bien y yo empezaba a ver la vida con otros ojos.

Llegó el mes de agosto y justo antes de irnos a Roma fuimos a ver a la pequeña Mina. Ya habíamos decidido entre todos que nada de llamarla Merlina. Lluc nos llevó al aeropuerto a la yaya y a mí. La Calduch vino conmigo porque mi madre se lo había pedido y ella, aunque no quería ir, aceptó su invitación.

Llegados a Roma, mi madre y Salvatore nos enseñaron toda la zona durante el mes que estuvimos. Disfruté tanto de mi abuela que solo necesitaba estar con ella. Por suerte no vi en ningún momento a Nicola, porque sería lo último que me habría faltado por ver.

He de decir que Lluc en ese mes no dejó de enviarme WhatsApps. Me sentía afortunado. Al volver a Barcelona, allí estaba esperándonos. Mi yaya lo invitó a cenar y fue muy especial. Me gustaba que mi abuela empezara a sonreír al verme de nuevo ilusionado con alguien.

Solo quedaban tres días para empezar el segundo año de Universidad. 

Continuación personal de "Merlí: Sapere Aude"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora