Capítulo 50

1.3K 46 24
                                    

Narra Bruno

Estuvimos cenando con la Yaya tranquilamente. Pol le trajo de Milán una botella de amaretto que en cuanto la vio la Yaya, dijo: "Qué buenos recuerdos me trae este licor. Mis mejores años de juventud junto con el abuelo de Bruno en el Lago di Como". Yo me reí en ese momento y Pol empezó a preguntarle a mi abuela.

En esos momentos tuve que levantarme de la conversación, dado que me llamaron por teléfono. Eran Alessandro y Francesca, que querían venir unos días a Barcelona y luego querían que hiciéramos un viaje por el norte de España. En concreto por Galicia, los cuatro juntos durante una semana. Me pareció una idea brillante.

Pero me pusieron una condición y era que Pol no debía enterarse, dado que llegarían antes de lo esperado. Les dije: "No os preocupéis, encargaros vosotros del viaje y yo me encargo de Pol".

Cuando llegué al salón, seguían hablando Pol y la Yaya. Como siempre se les notaba cómodos, aunque he de reconocer que Pol estaba como ansioso por saber más cosas.

Me senté al lado de Pol y pregunté de qué estaban hablando. Mi abuela nos miró a los dos e hizo una pregunta: "¿Sabéis qué es lo más mágico del amor?". En ese momento ya pensé que se iba a poner a recitar a alguno de sus dramaturgos y que aquello iba a ser una representación teatral, pero no. Nos miró a los dos y dijo: "Cuando empiezas a creer que no existe, siempre llega alguien que te demuestra lo contrario".

Nos quedamos en silencio. Pensé qué demonios habrían estado hablando estos dos para que mi abuela dijera aquello. A veces, daba miedo verlos a los dos juntos, y menos mal que no estaba mi padre de cuerpo presente que, sino yo ya me volvería loco, aunque creo que Pol ya valía por mi padre y por sí mismo.

Después de esta ida de cabeza mía. Mi abuela cortó el silencio que se hizo y dijo: "Venga, enseñadme todas las fotos, contadme anécdotas. ¡Cómo echo de menos Italia!". Así lo hicimos, cogimos las fotos y se las enseñamos. Ella las iba viendo y a pesar de haber pasado tantos años, decía que lo que más le gustaba de Italia y de los pueblecitos pequeños es que mantenían su esencia. Y llevaba toda la razón.

Aquella noche fue maravillosa. Mi abuela recordaba cada rincón. Y cuando lo vi oportuno le dije que habíamos ido a verlo y llevado lilas. Ella nos miró a los dos, cogió a cada uno de la mano y dijo: "Estoy orgullosa de los dos y él también lo estará". Se nos cayeron un par de lágrimas a los tres.

Justo cuando Pol estaba cogiendo agua en la cocina y dándole las buenas noches a mi abuela, fui hacia mi habitación y encendí tres velas que había comprado esa misma mañana. Eran sus favoritas porque emanaban un intenso olor a vainilla y eso era algo que a Pol le hacía enloquecer.

Cuando entró en la habitación, yo estaba justo detrás suya, pero él no se había dado cuenta. Lo abracé por detrás y dije: "Bienvenido a casa mi amor". Le empecé a besar lentamente, le metí mis manos que estaban ardiendo entre su pecho y su camiseta. Le empecé a estimular los pezones y poco a poco él se fue dando la vuelta y empezó a quitarme la ropa lentamente, besándome cada centímetro de mi torso.

Nos tumbamos en la cama, cogidos de la mano. Seguíamos besándonos lentamente, en ese momento el tiempo parecía ralentizarse. Cuando me miraba fijamente y me besaba, significaba que quería que lo penetrase, y así lo hice. No necesitábamos palabras para entendernos, simplemente mirándonos a los ojos ya sabíamos lo que queríamos ambos.

Me gustaba verlo gemir de placer, enloquecer y ver su pene completamente erecto eso me ponía aún más. Pero claro, sabía que estaba a punto de llegar al orgasmo cuando le quité las manos y le dije susurrándole al oído: "Quiero que seas tú ahora". Me miró con cara de odio y dije: "Te lo debía por capullo".

Continuación personal de "Merlí: Sapere Aude"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora