Capítulo 64

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Narra Bruno

Después de aquel fin de año tan mágico para mí, regresamos a Barcelona el uno de enero por la tarde. Quedaba la peor parte del mes, los exámenes. Pero también sabía que cada vez estaba más cerca de cumplir mi sueño.

La Yaya se estaba recuperando muy bien. La verdad que haber estado en la Vall d' Aran había sido todo un acierto. Mina había sido feliz junto con Daniela y Nil. Lo más divertido fue chocar los cinco cada vez que sonaba una campanada. Desde luego que sus carcajadas se deberían haber oído en el pueblo, fue todo un detalle por parte de Gina dejarnos a Mina dos días.

Los primeros días de enero eran estar pendientes de la Yaya y discutir bastante con ella. En cuanto llegamos dijo: "Bruno, en una semana quiero hablar con la compañía de teatro para volver de nuevo a los escenarios".

Se encendió un cigarro, me miró y dijo: "¿Lo has entendido?". La miré, me acerqué, le quité el cigarro de la boca y dije: "No. No lo he entendido. Bueno, sí que lo he entendido. Pero conmigo no cuentes. Yaya, por favor... que has estado a punto de irte al otro barrio. ¿Lo entiendes tú?".

Ella miró y dijo: "Bruno, cuando compartamos escenario, verás que la sensación de ver a las actrices y a los actores allí, que aman su profesión es indescriptible. Es más, ¿sabes lo que significa la palabra teatro?".

Levanté la cabeza y la miré y con su mirada pícara, pero a la vez emocional dijo: "Teatro viene del griego y significa "espacio para la contemplación". Ver un teatro lleno, te serena. Pero lo más importante es ver a la gente disfrutar y para nosotros los actores es un juego. Tú eres tú mismo, pero cuando interpretas eres otros. Eso es lo fascinante del teatro y lo que a mí me da la vida".

Me quedé pensativo. Por primera vez sabía lo que era para ella el teatro y lo que hacía que la maravillase tanto. Nos quedamos en silencio y dijo: "Federico García Lorca decía que el teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana. Tú quieres trabajar en un teatro y a la vez sueles bailar en teatros. Entonces, tú mejor que nadie sabes lo que es eso ¿no?".

Me quedé sin palabras. Acababa de dejarme K.O. Pol tenía razón, mi abuela tenía las palabras perfectas en los momentos oportunos. Aun así, le pedí que esperase al menos un par de semanas más para volver a retomar su vida teatral. Aceptó a regañadientes, pero al final se autoconvenció.

Durante esas dos semanas Pol y yo apenas nos vimos fuera de la Universidad. Él empezó sus clases de nuevo. Tenía los exámenes y el artículo que entregar. Por mi parte, tenía los exámenes y que preparar la función de los niños, a parte de la de los adultos, que últimamente con lo de la Yaya lo tenía más abandonado.

El primer día de clases con los pequeños después de lo que había pasado fue enriquecedor. Empezaba a entender la vitalidad, el amor y la ternura que desprendían aquellos niños y niñas que curaban todos los males.

Me hicieron una fiesta de bienvenida, me trajeron dibujos y Nacho y María me hicieron un pequeño baile. Aquello me emocionó muchísimo, sentía que era importante para ellos y ellos lo eran para mí.

Alejandro vino a recoger aquel día a Nacho y lo primero que hizo fue preguntarme por la Yaya, había visto en la prensa lo que había pasado. Estuvimos hablando un rato y decía: "Nacho no ha parado de bailar en todas las navidades". Me reí y dije: "Tu hermano me recuerda mucho a mí cuando empecé a bailar, según me contaba mi madre, llegaba de la escuela y repasaba cada cosa una y otra vez hasta que los pies decían basta". Alejandro se sonrió y dijo: "Venga Nacho, vamos a casa. Bruno, me alegro de verte".

Cuando salí de la escuela me llevé una sorpresa. Me estaba esperando mi madre en la puerta. En cuanto la vi, me quedé sorprendido, me froté los ojos para ver si era un sueño y pregunté: "¿Qué haces aquí mamá?".

Continuación personal de "Merlí: Sapere Aude"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora