Capítulo 89

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Narra Pol

Aquella noche Victoria nos sorprendió a todos. A mí en especial me cautivó su manera de ser, de demostrarme que había leído "El mundo de Sofía" y que sí que sabía qué era la filosofía.

Pero sin ningún tipo alardeo, como habían sido sus clases. Alguien interesante se escondía detrás de esa fachada de carácter huraño. Tarde o temprano seguiría descubriendo a Victoria.

El día de mi cumpleaños Carmina nos invitó a comer en mi restaurante italiano favorito. Llevaba unos días misteriosa, se preocupaba más que de costumbre por nosotros. Tanto es así que nos hizo el mejor regalo de nuestra vida. Amueblar aquella casa no era moco de pavo, tampoco es que se gastase una fortuna, pero para nosotros sí que lo fue.

La única condición que nos puso y a la cual no pudimos negarnos fue que ella nos acompañaba a elegir los muebles. Bruno tenía muy claro como quería que fuesen aquellos muebles y yo después de ver su casa de Londres, he de decir que también.

A los dos nos gustaba el estilo nórdico, de líneas rectas y a poder ser de color blanco o si no colores neutros. Nada de una casa multicolor.

La habitación de Mina y por consiguiente de los pequeños de Óscar y Oksana iba a ser también la habitación de invitados, así que intentamos que la decoración fuese un poco al gusto de cada uno.

La mudanza fue un auténtico caos. No sabía que almacenásemos tantas cosas Bruno y yo. Pero lo que más me alucinó fueron las cajas de los libros. El testero del pasillo de la parte de abajo del dúplex era una librería que mi padre y Glòria nos regalaron, del techo hasta el suelo.

Tardamos dos días en mudarnos después de la mudanza. Cada uno quería pasar los últimos momentos en su casa, a pesar de que íbamos a ir prácticamente todos los días, pero quiera uno o no, las cosas habían cambiado y ya nada volvería a ser como antes. Es lo que tiene abandonar el hogar familiar.

Bruno era el que peor lo llevaba. Desprenderse de esas largas noches con Carmina, de esos chupitos de limoncello, de sus conversaciones en las que parece que no dice nada y de repente lo dice todo. No debió ser fácil para ninguno de los dos.

El día de antes a mudarnos, Lluc regresaba de Londres. Martina no sabía nada, así que para que el plan de Lluc saliese bien, tuve que acudir a una de las personas que más me ha salvado la vida desde que lo conozco y a quien más le debo. Posiblemente fue el primero que me permitió escoger libremente sin pararse a pensar quién era o dejaba de ser yo.

Por la mañana quedé con Efra para desayunar aprovechando que me quedaba muy poco para terminar el artículo y las oposiciones las llevaba de una manera decente. Le conté el plan de Lluc y en cuanto lo oyó, se puso tan nervioso que dijo: "Espera, voy a llamar a mi cuñado. Posiblemente os ayude para esta noche".

Así fue. A las nueve de la noche recogí a Martina para ir a cenar. La engañé diciéndole que mi última noche la quería disfrutar con ella. Le resultó extraño, pero sabía que si le había pedido eso, era porque la necesitaba.

Llegamos al restaurante y se quedó con la boca abierta, nunca la había llevado a mi rincón personal. El Mirablau es un lugar mítico de Barcelona, situado a las faldas del Tibidabo. La noche ya había caído cuando llegamos, así que se veía toda la ciudad iluminada.

El cuñado de Efra nos reservó la terraza para los cuatro, algo que Martina no sabía ni se esperaba. Me preguntó: "¿Por qué está tan vacía? Con la buena noche que hace". Sonreí y dije: "Es temprano todavía". Nos sirvieron unas copas de vino blanco, giramos la cabeza hacia Barcelona y nos pusimos a contemplar la ciudad.

Continuación personal de "Merlí: Sapere Aude"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora