Continuación personal de "Merlí: Sapere Aude"

Capítulo 65

Narra Pol

Llegué a Barcelona casi con la resaca de fin de año. Al día siguiente tenía que madrugar dado que tenía tres horas de clases con Mateo. Me apetecía, por una parte, pero por otra tener que madrugar e ir a la otra punta de la ciudad no era muy de mi agrado.

Llegué a su casa a las diez de la mañana. Me abrió la puerta Kim y me ofreció tomar un café mientras Mateo bajaba de su habitación. Lo acepté con gusto y me invitó a pasar al salón principal de la casa.

Parecía que en esa casa no había nadie, hasta que de repente apareció un señor altísimo, que dijo: "Buenos días. Tú debes ser Pol, ¿no?". Me levanté, asentí y él continuó diciendo: "Por favor, siéntate. Soy Carlos, el padre de Mateo". Dije: "Encantado de conocerlo". Me preguntó: "Pol, ¿cómo va Mateo? ¿Crees que la filosofía la va a sacar?".

Lo miré y dije: "Mateo va bien, llevamos pocas clases, pero creo que el examen que tiene en una semana. Lo sacará bien. Es más, creo que tiene madera o vocación por llamarlo así, a la filosofía".

Carlos me miró de forma escéptica y en ese momento me recordó a la manera en la que hablaba Rai de su padre. Parecía que, sin conocerlo de nada al padre de Rai, lo estuviese viendo en la piel de Carlos.

Mateo bajó un par de minutos después y Carlos se despidió de una manera fría y distante tanto hacia mí como hacia su propio hijo.

En cuanto vi a Mateo, me miró y dijo: "Bueno, ya conoces a mi padre. Un milagro que esté en casa y haya dedicado unos minutos a saber cómo me va algo en la vida". Lo miré y pregunté: "¿Te llevas mal con él?" Mateo me miró, agachó la cabeza y dijo: "¿Te apetece un billar para calentar el ambiente antes de estudiar a Platón y demás?". En ese instante entendí que aquel era un tema tabú y mejor era no tocarlo.

Jugamos una partida de billar. Me estuvo contando sus navidades y me preguntó por qué había faltado las dos últimas clases. Dije: "Problemas familiares". Él intentó sacar algo más de aquella frase, pero de momento era mejor dejar las cosas como estaban. Además, él no quería hablar de su vida privada, menos lo iba a hacer yo de la mía.

Fuimos a su habitación y noté que estaba algo más ordenada que de costumbre, miré alrededor y vi que tenía el libro de "El mundo de Sofía". Me quedé sorprendido y le pregunté de dónde había sacado el libro. Él lo cogió y dijo: "Lo vi estas navidades en la biblioteca y empecé a leérmelo hace un par de días. Intento entender lo que me vas contando y así sacar el examen". Le pregunté si había algo que le hubiese llamado la atención alguna frase o algo y fue cuando entonces abrió el libro y vi que tenía cientos de frases subrayadas.

Me miró y dijo: "¿Esto es a lo que te refieres?". Me quedé perplejo, mi instinto o mi intuición estaban en lo cierto. Mateo empezaba a tener curiosidad por la filosofía. De ahí que leyese dos frases del libro:

"Es importante preguntar, pero no siempre hay que tener prisa por contestar".

"Los que preguntan, son siempre los más peligrosos".

Me había quedado claro. Empezaba a ver la mecánica del juego de la filosofía y obviamente ni él me iba a contestar pronto ni yo debía preguntar tanto. Mateo cada vez me tenía más absorto, empezaba a entender a Merlí y lo que hacía con sus alumnos y a Bolaño, que en cierto modo era lo mismo, pero de un modo más sutil y bueno, algo más correcto que no Merlí.

Mateo en ese momento, hizo un chasquido de dedos y dijo: "Pol, te has quedado en blanco. ¿Tanto te ha sorprendido lo que he hecho?". Me reí y dije: "Anda, vayamos con Platón, que es lo que nos toca hoy". Él me miró y dijo: "¿Me vas a volver a poner frases o daremos el temario que toca?". Me reí y dije: "Hoy daremos el temario, pero porque tienes el examen la semana que viene. Pero aún así una leve frase de Platón siempre viene bien para poner en marcha la mente". Él se rio y dijo: "Me parece bien, en el fondo me gusta el juego".