Capítulo 62

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Narra Bruno

Este capítulo de nuestra historia para mí es bastante complicado de escribir. Fueron muchas emociones, sentimientos y momentos pasados que de nuevo volvían a estar presentes.

Yo sabía que la Yaya era importante para mí, pero creo que hasta que no estuve a punto de perderla no supe el valor de esta frase que ella repetía una y otra vez: "No sabes lo que tienes, hasta que lo pierdes".

Sé que Pol ha escrito lo que pasó en aquellos tres días de hospital. Yo no me siento capaz de hacerlo. Pero sí, me siento en deuda con las personas que estuvieron a mi lado y no me dejaron en ningún momento. En los momentos difíciles uno se da cuenta de quiénes son sus amigos y yo en esos días lo experimenté en primera persona.

Creo que solo escribiré dos conversaciones que tuve en aquellos días, la primera con Alfonso mientras cenaba la primera noche que la Yaya estaba en planta ya y la segunda, y para mí la más emocionante, la que tuve con mi abuela a la luz de la pequeña luz de la habitación 415 de aquel hospital. Y el momento más emotivo que fue ver a Mina con la Yaya.

La primera noche de la Yaya ya en planta, fue bastante fácil. Yo no quería separarme por nada del mundo de su lado, pero entre Gina, Glòria, Pol y Alfonso consiguieron que cenase algo aquella noche. Bajé con Alfonso, en el ascensor fuimos en silencio, yo estaba que no dejaba de pensar en ella y él supongo que haría lo mismo. Últimamente se veían prácticamente casi todas las semanas y la amistad que había surgido entre ellos, era peculiar, pero a la vez encantadora.

Alfonso me dijo que cogiese mesa en la cafetería que él se encargaba de todo. Yo lo miraba sentado en una mesa pegada a la ventana que daba a la calle principal y pensaba: "¿Quién me hubiese dicho que acabaría estando así con Alfonso, hace cuatro años atrás?".

Me trajo un sándwich de jamón y queso. No tenía muchas ganas de comer, pero dijo: "Hasta que no te comas la mitad no nos vamos a ir, o ¿es que tú también quieres que te ingresen?". Me reí y dije: "No, no tengo ganas. Ya tenemos suficiente con tener a La Calduch ingresada". Él se rio y dijo: "Por fin, te he sacado una sonrisa. Al menos no lo he hecho tan mal".

Empecé a cenar y aunque fuese difícil logré comerme todo el sándwich. Mientras tanto, Alfonso me iba contando las últimas novedades de su relación con mi abuela, me enteré de que esas navidades si queríamos íbamos a volver a la Vall d' Aran.

Pero los dos nos miramos y dijimos: "Quedan diez días para navidad y parece ser que va a ser difícil". A lo que él riendo dijo: "Si tu abuela sale de esta, que va a salir... Verás que en diez días estamos todos juntos en la montaña". Lo miré y le dije: "Gracias por estar ahora y aquí conmigo". Él me miró me cogió de la mano por primera vez y dijo: "Una vez me equivoqué, dos no quiero. Te has convertido en pieza fundamental en nuestra vida y Carmina también y por qué no decirlo, la pequeña Mina es la mejor compañera de juegos de Daniela y Nil. ¿Algo más se puede pedir?". Me quedé pensativo y dijo: "Bueno, tal vez volver al pasado y no cometer ciertos errores o juzgar a quien no se debía, simplemente porque su manera de hacer las cosas no fuese lo ortodoxo".

Me reí y dijo: "Me alegra que, de las malas situaciones o recuerdos, al final nos podamos reír". Aquellas palabras me recordaron a Francesca cuando falleció su madre y al final de la noche brindamos y reímos, como un canto a favor de la vida. Tal vez, mi padre lo hubiese celebrado del mismo modo.

Cada día que pasa me arrepiento de no haber aprovechado cada minuto o cada segundo de sus enseñanzas, de sus historias. En el fondo me hubiese gustado conocerlo más. Sentía que había dejado huella en todas las personas a las que había conocido.

Aquella misma noche, mi abuela ya estaba dando por saco, es decir siendo La Calduch que todos conocemos. Mirando por la ventana mientras ella estaba mirando al techo dijo: "Bruno ven, acércate a mi lado".

Continuación personal de "Merlí: Sapere Aude"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora