Capítulo 5

4.2K 147 16
                                    

Narra Pol

Por fin había llegado septiembre ese mes tan temible para un universitario: hacer la matrícula, exámenes para quien haya tenido alguna asignatura suspensa... En fin, un mes interesante bajo mi punto de vista.

Las clases de lógica seguían siendo horribles. El decano seguía siendo un impertinente y creo que unos cuántos calificativos más, pero que ahora no vienen al caso.

Por primera vez en tres meses vi a María Bolaño. Nos sonreímos en mitad del claustro. Parecía otra mujer, estaba sonriente y me dijo: "¡Oh, qué agradable sorpresa Señor Rubio verle por aquí!" Me hizo ilusión que me dijera eso y sentir como si estuviese de nuevo en casa. Suena raro decirlo, pero cada vez me apasionaba más la filosofía.

Me volví a reencontrar con mis amigos. Oti al final lo había dejado con su novio Arnau. Minerva y Rai cada uno a su rollo, follaban con asiduidad, pero no había nada más entre ellos. Biel cada vez estaba más centrado en la carrera parecía que el verano le había sentado bien.

La primera clase con Bolaño, volvió a decir lo que dijo un año atrás: "Me encanta la decadencia tanto a nivel estructural, material y de alumnado de la universidad". Este año en segundo éramos tan sólo treinta.

En esa clase Bolaño hizo referencia a un filósofo chino, tal vez no muy conocido, pero ella decía que tenía una frase que todo el mundo debía tener en cuenta: "Saber lo que es justo y no hacerlo es la peor de las cobardías". Ella pidió que hiciéramos un trabajo acerca de la justicia, pensar que era para nosotros el concepto de justicia y pensar que era la cobardía. La notaba diferente, como que buscaba ver más allá de nosotros.

Quedé para comer con Martina y con el resto. Estuvimos contándonos nuestro primer día de segundo y todos notábamos el cambio de Bolaño. Cada día me sentía mejor con Martina, eso no quería decir que no me siguiesen atrayendo o dando morbo los tíos, pero con ella sentía que estaba bien. Lo que le gustaba me lo decía y lo que no también, eso me recordaba a Tània y a Bruno, nunca tuvieron problemas para decirme lo que verdaderamente pensaban de mí.

Esa tarde fui al cine con Martina, vimos una película de Woody Allen. Creo que más que ver la película estuvimos todo el rato liándonos. Acabamos tan cachondos que nos fuimos corriendo a su casa a echamos un polvo. Lo que más me gusta del sexo con ella es que lleva el control. Sabía cómo jugar con su lengua y ponerme a mil en décimas de segundo. Cada vez era mejor el sexo y ella como persona era como un imán para mis sentidos. Aquella fue la primera vez que me quedé en su casa a dormir, llevábamos aproximadamente dos meses saliendo.

Unos días más tarde, justo antes de cenar recibí una llamada de Marc diciendo que el fin de semana siguiente estaban organizando una cena para volver a vernos. En ese momento me recorrió un escalofrío por el cuerpo, y una pregunta: ¿De nuevo íbamos a estar los peripatéticos juntos? Me hizo tanta ilusión que la mejor manera de celebrarlo era tener de nuevo sexo con Martina. Me sentía pletórico. Ella no terminaba de entenderlo, pero no me importaba. Otra vez íbamos a unirnos todos y no dejaba de pensar en ello. ¿Vería a Bruno?

Martina se quedó dormida y yo pensativo, y con la frase de Confucio en la cabeza. Si quería ir a la cena aquella, debía arreglar primero las cosas con Bruno. Necesitaba volver a tener a mi amigo a mi lado. La última vez que nos vimos no fui nada justo con él y no arreglarlo sería como bien dijo Confucio de cobardes. ¿Para qué negar lo evidente? Habían pasado seis meses desde la última vez que nos vimos y yo cada día lo echaba más de menos.

Al día siguiente fui directamente a la universidad. Me estaba esperando en la entrada Biel para darme un pen con música que creía que me podía gustar. Fuimos a ver a Minerva a la biblioteca y nos la encontramos súper enfadada. Nos contó que Etienne dejaba el piso porque se volvía a Francia y que ahora necesitaban encontrar un compañero de piso como fuese. Le dijimos que se tranquilizase, que ya encontraríamos a alguien. ¡Y vaya si lo encontramos...! Cuando Rai se enteró de lo que estaba pasando, no se lo pensó ni dos veces y le dijo a Minerva que se iba de compañero de piso de la americana y ella. Minerva y nosotros nos quedamos con caras de tontos, diciendo a este tío se le ha ido la cabeza. Él dijo que encima que le había sacado el trabajo de aquel bar de mala muerte, que por lo menos pagaba el alquiler y así se largaba de su casa y dejaba por un tiempo de ver a su madre a ver si mejoraban las cosas.

Yo seguía pensando en la llamada de Marc, cuando de repente a lo lejos vi a Sara y a Ángel, corriendo me acerqué a ellos, como no, estaban comiendo una Lemon Pie. En cuanto me vieron se alegraron, en especial Ángel, había hecho muy buenas migas durante las dos fiestas de Rai. Nos contamos el verano, pero yo no dejaba de mirar alrededor para ver si Bruno estaba, hasta que Sara se dio cuenta y me dijo: "Pol, no lo busques. No va venir hoy". Está en la cama con fiebre y nos ha dicho que prefería quedarse en casa.

Me notaron preocupado y me dijeron que se pondría bien, que con esto de la pequeña Mina pues prefiere ponerse bien cuanto antes para ayudar a Gina y a Gerard. Les pregunté cuando había nacido y me dijeron que el 15 de junio, y que el nombre de Mina era por su padre Merlí.

En ese momento, los ojos se me pusieron vidriosos. Habían pronunciado la palabra que yo no quería volver a oír: "Merlí". Sentía que con lo que le había dicho a Bruno, le habría defraudado y, a pesar de que ya no estaba, en mis pensamientos sí que estaba. Todo se lo debía a él.

Llegó el día de la entrega de la corrección del ejercicio de Confucio. Todo el mundo estaba expectante para ver qué nota o a qué conclusión debíamos haber llegado según Bolaño. Minerva y Oti sacaron un seis, no estaban conformes pensaban que estaba estupendo y Bolaño les dijo que debían reflexionar sobre qué es realmente la justicia. Biel por primera vez había sacado un ocho. Bolaño le felicitó y le dijo que por fin había sacado lo que llevaba dentro, que quería más de él. Rai suspendió y le dijo que tenía que hablar con él. Y yo... Yo saqué un diez. Bolaño me dijo que me quería ver en su despacho. Yo no entendía nada, pero allá que fui.

En ese curso, su despacho estaba más ordenado y el termo había sido cambiado por una cafetera. Me sentí contento porque daba la sensación de que era una mujer nueva. Lo primero que me preguntó fue qué era para mí la justicia. Le dije que lo que había puesto en aquellas hojas y me dijo:" Quiero oírlo de su boca". Le comenté qué era para mí poniendo como referente a Nelson Mandela. Fue encarcelado veintisiete años por defender a capa y espada su ideal de justicia y, en vez de generarle rencor y ansias de venganza, Mandela lo convirtió en una filosofía del perdón y reconciliación.

Entonces quedé cabizbajo y ella me preguntó qué me ocurría sí sabía lo que era la justicia de verdad y era un trabajo de diez. Le dije que había cometido un error y que por cobardía o por no saber por qué pues tal vez no se arreglasen las cosas. Me dijo una cosa que me hubiese dicho Merlí: aquello que no se intenta sí que es de cobardes. Y yo era Pol Rubio, que nunca se me olvidase.

Así que salí de allí. Me estaba esperando Martina y le dije que aguardase un momento, que tenía que hacer dos llamadas. La primera a Marc, para decirle que deseaba ir a aquella cena. La segunda a Bruno, y me cogió el teléfono.  

Continuación personal de "Merlí: Sapere Aude"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora