Capítulo 68

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Narra Bruno

Salí del teatro donde habíamos representado el recital y me estaban esperando la Yaya y Pol. A Pol lo notaba feliz. Tanto es así que la Yaya también lo notó y dijo: "Niños, me voy a casa. Aprovechad y salir esta noche. Bruno, me llevo tus cosas para que estéis más cómodos".

Pol se ofreció a llevarla y dijo que prefería coger un taxi. El teatro estaba en L' Eixample. Al lado había un restaurante nuevo que la especialidad era el salmón, daba igual de la forma en lo que lo pidieras que ellos te lo ofrecían.

Entramos y pedimos mesa para dos. Cuando nos sentamos, le pregunté a Pol qué le ocurría. Él me miró y dijo: "Mateo ha sacado un nueve en el examen de Platón y la verdad que no era nada fácil con el temario que da ese profesor, que a saber dónde le han dado el título". Yo me reí y dije: "Pol, no empieces a ser mi padre. Cada uno tiene su manera de enseñar".

Aquello le debió molestar, sacó su móvil del bolsillo del pantalón y dijo: "¿Tú crees que estos son unos buenos apuntes?". Empecé a mirarlos y dije: "Vale, tienes razón". Aquellos apuntes eran miles de ideas sin sentido, relacionadas de una manera peculiar, que si mi padre levantase la cabeza de la tumba diría: "No tienen ni idea de quién es quién". Pero para eso, ya estaba Pol atacando.

Estaba emocionadísimo con Mateo, entendía esa alegría, dado que yo la había experimentado unas semanas atrás con Nacho y el baile.

Le estuve contando que la Yaya había empezado a pintar, y que ahora cuando estaba en casa, ponía música clásica y le daba a los pinceles. A parte, estaba dejando de fumar y eso en ella era digno de mención.

Pol se reía y dijo: "Brindemos por Carmina y su dejar de fumar". Me reí de las tonterías que se le ocurrían de vez en cuando, pero si no llega a ser por aquel cuadro que me regaló él, nunca hubiésemos descubierto el amor por la pintura de mi abuela.

Cuando trajeron el salmón en papillote, lo miré a los ojos y dije: "Estoy muy orgulloso de ti. De Mateo y de tu artículo. Al final conseguirás lo que no está escrito". Pol me miró, me hizo una leve caricia en la mano y dijo: "Gracias por no abandonarme estos años, cuando yo en cambio sí que lo hice".

En ese momento, empezamos a cenar. Aquello era delicioso, suave, delicado en el paladar y con las verduras en su punto.

Mientras estábamos saboreando aquel salmón, Pol dijo: "Bruno, quiero hacerte una propuesta para Semana Santa". Yo dejé los cubiertos en el plato, bebí un sorbo del vino blanco que habíamos pedido y dije: "Soy todo oídos. La Yaya se va a San Sebastián y luego a Zarautz. Y obviamente no voy a ir a ver a mi madre, así que... Dispara".

Pol se rio y dijo: "Quiero ir a Zarzalejos en Semana Santa, ¿te apuntas?". Miré a Pol y pregunté: "¿Al pueblo de tu madre?". Él asintió con la cabeza y dijo: "Después de haber pasado todo lo que hemos pasado en estos años y estar a punto de finalizar la carrera, creo que me lo debo y sobre todo se lo debo a ella y a mi abuela volver allí".

Le pregunté dos veces: "¿En serio?". Él me miró y dijo: "Esta semana estuve hablando con María, y hablando en nuestro rincón, me hizo la comparación de mis raíces y en la flor en la que me he convertido".

En ese momento, me hizo gracia la comparación y dije: "¡Qué romántico!" Pol se rio y dijo: "Eres tonto. María dijo que mis raíces eran tu padre, y poco a poco fui regando la planta durante estos años de carrera. Hace días que pienso más en mi madre, mi abuela y ellas son mis verdaderas raíces en cuanto a mi persona, mi carácter y mi forma de ser. Nunca he ido al cementerio a visitarlas y, después de ir a ver a tu padre, creo que soy capaz de hacerlo".

Miré a Pol y dije: "Si quieres ir, te acompañaré. Pero el viaje quiero que sea distinto, desconectar de absolutamente todo. ¿Qué día quieres salir?".

Continuación personal de "Merlí: Sapere Aude"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora