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—¡Ah!

—¡Ah!

Leoren casi muere de un infarto cuando el chico a sus pies despierta dando voces.

—¡Vas a causarme un aborto espontáneo, no grites! —le riñe la mujer, llevándose una mano al vientre y quedándose tiesa en su pequeño sillón.

—P-Perdona... —se apresura Gabriel a disculparse, juntando sus manos. —Espera ¿Qué hago yo aquí? ¿Y Román? —pregunta entonces, rascándose la cabeza confusión y atinando a adivinar que por la estrechez del lugar, las velas aromáticas y los cientos de papeles regados por todo el lugar, se halla en la habitación superpuesta de Leoren.

La anciana suspira y cierra sus ojos platinados, como si fuese a decirle una mala noticia. Gabriel contiene la respiración, preparándose para lo peor. Lo último que recuerda es al vampiro mordiéndole y dándole de su sangre ¿La probó? Oh, sí lo hizo... recuerdos vergonzosos de él haciendo una carrera alrededor de la mesa de su comedor lo golpean. Después de eso todo está borroso y, un poco después, negro como el carbón.

—Ha ido a por la sangre de Herr.

—¡¿Qué QUÉ?! ¡Será... —Gabriel muerde su labio, se pone en pie rápido y apunta a la mujer con su dedo mientras exige: —¡Sácame de aquí! Voy a patear su culo inmortal y después yo conseguiré la sangre de Herr antes de que ese idiota irreflexivo lo arruine todo.

—No.

Gabriel se lleva las manos a la cara, nota las palpitaciones del tic de su ceja y toma una profunda respiración. Está acostumbrado a oír la palabra no, de hecho, es lo que más escucha dentro de la organización, pero al menos allí puede tomar esas dos letras y limpiarse el culo con ellas, puede hacer lo que le de la gana. El problema es que ahora este no es una habitación sin salida en un plano ajeno a su realidad y no está muy seguro de poder ignorar las leyes de la existencia para salirse con la suya.

—Por favor. —añade, tratando de sonar educado y apretando los dientes.

—Cariño, he dicho que no.

—Mierda, no puedo pegarle a una embarazada... —se lamenta el chico, dando una patada al suelo y sentándose sobre este después. —Supongo que no puedo hacer nada más que esperar ¿No? Ah, menuda putada.

—No te preocupes, Román sabe lo que hace, lleva mucho tiempo tratando de buscar la cura a su inmortalidad, no va a fastidiar todo ahora. —explica la mujer con un tono dulce que, aun así, no logra calmar a Gabriel.

—No me fío.

—¿Por qué? Estoy segura de que él está más desesperado que tú porque todo salga bien.

—Lo sé, pero no me fío de nadie en general.

Leoren le mira con la boca fruncida, sus labios flácidos y descoloridos se contorsionan en una línea decaída y los ojos grisáceos lucen algo más entelados de lo normal.

—Pero eres muy joven para andar pensando esas cosas... —dice con suavidad, extendiendo una mano hacia la cabeza del chico como queriendo tomarle la fiebre.

—Llevo rodeado de idiotas incompetentes desde que mis padres murieron, así que es de esperarse. En la organización todos son demasiado inútiles, demasiado lentos, siguiendo el estúpido protocolo y esas mierdas, por eso me gusta más hacer las cosas solo.

Inmor(t)al [En Amazon] (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora