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Román entra prácticamente derribando la puerta y deja a Gabriel sobre el suelo. Sin distracción alguna le arranca la camiseta y después hunde los dedos en la herida de su flanco derecho hasta que nota, entre el calor y la suavidad húmeda de las vísceras, el pequeño cilindro de la bala. La aprieta con las yemas de los dedos, arrancándola. Él habría esperado que Gabriel despertase gritando de dolor. No lo hace.

Muerde nuevo su muñeca y la aprieta contra los labios del chico. Sostiene su cabeza, como si se tratase de un neonato y se asegura de que no escupe toda la sangre. Después vuelve a dejarlo en el suelo y observa la herida fijamente. Se está cerrando, pero va muy lenta.

Inspira, expira, se lleva las manos a la cabeza y después al bolsillo, tocando fugazmente el cristal. Sí, sigue teniendo el vial. Pero eso no significa nada y la idea lo está torturando. Para que todos esos cientos y miles de habitantes del pueblo superpuesto hayan podido entrar significa que el vial no es la única forma. La sangre de la bruja es la única forma, sí, pero no solo se halla en el vial o no solo en ese y Román tiene muy claro que Margaret debe tener una forma de salir. Salir e ir a por ellos, a por Gabriel.

Se siente congelado de terror solo de pensarlo, debe hacer algo, debe salvar a la única persona que le queda, pero para ello primero lo necesita despierto. Le necesita vivo.

La herida ya está curada, pero Gabriel sigue con los ojos cerrados, la respiración superficial y la piel fría, demasiado fría. Román simplemente lo toma en brazos de nuevo, pensando en envolverlo en alguna manta, pero entonces nota que sus ropas rotas y llenas de sangre están salpicando al chico y llenándolo de tela húmeda.

Con un suspiro entra en el baño, echa el pestillo y desnuda al chico.

No hay nada que pueda hacer ahora, más que esperar a que se despierte y mientras hace eso no va a quedarse de brazos cruzados, llenando el cuerpo del humano de suciedad que posiblemente infecte sus heridas.

Cuando le quita los zapatos y los calcetines nota que sus armas siguen ahí, listas para ser usadas, así que las deja ordenadamente sobre la tapa del váter y hace lo mismo cuando le quita los pantalones y la ropa interior. No quiere ensuciarle, así que se hecha el cabello oscuro y largo hacia atrás con la mano y se desnuda también dejando a la vista su piel blanca manchada de sangre. Por suerte las heridas ya están curadas y Gabriel luce sano también, excepto por su extraño letargo.

Lo mueve siempre con cuidado, tomándolo de la cabeza y de la cintura para impedir que se lastime con algún movimiento brusco. Cuando lo pone de pie, para revisar que no tuviese más heridas que hayan ido a curarse con el proyectil bajo la piel, parece que ambos vayan a bailar juntos y, durante un momento, se queda embobado viendo el rostro plácido del chico y se pregunta qué pasaría si no volviese a despertar.

El corazón se le encoge ante la idea y es ahí donde toma una decisión: cuando Gabriel despierte le dirá que le ama.

No puede dejarlo ir sin que sepa cuanto le quiere, cuanto le echaría de menos y cuanto desearía haberle conocido en otro momento, en otro lugar, allí donde su amor pudiese florecer correctamente. Al fin y al cabo, sus palabras no van a cambiar el sufrimiento que le ha traído a Gabriel, el chico le seguirá amando, le seguirá llorando y le extrañará de igual modo, pero al menos, si él se confiesa, puede hacer que se olvide de lo imposible que es su amor durante unos instantes.

Y quiere que Gabriel tenga esos instantes. Se los merece.

Toma al chico en brazos y lo hunde en la bañera de agua cálida, dejando su cabeza sobresalir un poco mientras lo deja unos segundos y corre a coger el vial, por si acaso. No toca el cristal esta vez antes el riesgo de hacerlo mucho rato y viajar de plano en plano, sino que toma la pequeña cuerdita que lo atraviesa y la ata en su muñeca. Después pone al chico entre sus piernas y desliza las manos por todo su cuerpo suave y raso, buscando, de nuevo, cualquier cosa que pueda estar haciéndole daño. No encuentra nada y por un lado le alegra que el muchacho no esté herido, pero por otro le preocupa ¿Si no hay nada mal en él, por qué no despierta? La pérdida de sangre parece la opción más posible, pero también la que más fácilmente puede llevarlo a morir, así que no quiere ni pensarlo.

Inmor(t)al [En Amazon] (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora