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El ambiente es diferente, mucho, y eso inquieta un poco a Leoren e incomoda a Gabriel. A Román, como de costumbre, le importa una mierda.

No tener la habitación superpuesta, tan ocre y melancólica, pequeña, secreta, haciéndoles sentir arropados y protegidos, es un problema. Ahora se sienten más desnudos y miran a todos lados con preocupación, aunque Leoren ya les dijo que, una vez espolvoreada con no se qué de invisibilidad sería imposible detectarla, y es cierto, pero Gabriel sigue paranoico, temiendo que todo se vaya al traste.

Ahora se encuentran todos en el piso de alquiler de Gabriel, sentados en la mesa del comedor de este con el muchacho comiendo un paquete de fideos instantáneos que Leoren podría oler a kilómetros y que le está causando nauseas. Y esta, todavía invisible y haciendo levitar una taza, está bebiendo té mientras escucha lo que Román y Gabriel le explican. Bueno, Román lo explica, Gabriel está tan conmocionado por la información que más bien la ladra.

—Entonces, la identidad del informador es esa... —Leoren junta sus manos, dejando de la taza de té y empezando a ser visible de forma translúcida y mortecina como un holograma que va ganando color.

—No tiene sentido. —exclama Gabriel, pero suena como una súplica.

Mira con ojos desesperados a Román, que no le responde nada. Él ya le ha explicado muchas veces que sus sentidos no fallan jamás y menos para algo tan sencillo como rastrar a alguien que está cerca.

—No, no lo tiene... Pensar que el informador de los aquelarres de Urobthos es el líder de la sede de cazavampiros de España es... es ridículo. Pero es así. —concluye con su rostro lleno de dudas, las arrugas haciéndose profundas, los labios flojos apretados entre ellos y las pupilas diminutas como agujas huyendo de las de Gabriel.

—Deben estar extorsionándolo, sí, eso —el rostro de Gabriel se ilumina, como si fuese a sonreír, aunque no lo hace —debe estar bajo amenaza, como tú. No hay otra explicación ¡Tenemos que salvarle!

Román le mira poco convencido y ve de reojo a Leoren sonreír y asentir, empatizando demasiado pronto con el hombre.

—Dentro de poco —le calma Román, Gabriel se ha levantado bruscamente de su silla, como si fuese a ir ahora mismo a buscar al hombre, pero Román ha puesto una mano en su hombro y lo ha sentado, usando un tono severo, pero tranquilizador. —, iremos dentro de poco a la sede y hablarás con él en privado. Yo me ocultaré y vigilaré, por si algo sale mal ¿De acuerdo?

Gabriel asiente enérgicamente y él le da un par de palmadas antes de retirarla mano.

—¿Pudiste entrar en aquella biblioteca superpuesta?

—Apenas fueron cinco minutos, pero sí. He descubierto que hay turnos de vigilancia de es lugar, por eso solo tuve un tiempo de cinco minutos mientras los guardianes del sitio cambiaban sus puestos. Logré encontrar algo, pero voy a necesitar más tiempo que cinco minutos la próxima vez, usaré lo poco que me queda de brebaje para hacerme invisible por unas horas y trataré de investigar mientras hay alguien montando guardia. Después de eso no podré venir aquí de nuevo, ya que podrían verme, y tampoco podré abrir la sala superpuesta.

El corazón de Gabriel da un vuelco y Román puede escuchar como late fuerte contra su pecho, como queriendo romper las costillas y salir volando hacia Leoren, pidiéndole que no le abandone nunca. El chico rasca sus dedos en su regazo por el nerviosismo hasta el punto de hacerle daño y el vampiro escucha como si retumbase, el temblor de su pierna derecha. Gabriel mira fijamente a Leoren, temiendo preguntarle algo que tiene en la punta de la lengua, pero sus ojos vacilan un segundo y se apartan, sorprendidos, cuando Román le toma de la mano por debajo de la mesa.

Inmor(t)al [En Amazon] (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora