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—Cuando Leoren dijo que —Gabriel para de hablar, hace una mueca y le da otra vuelta al vendaje de su mano —todo lo que escribiese en su mano ¡Au! —mira mal el material blanco, lentamente tiñéndose de rojo, después lanza una mala mirada al vampiro, que se relame contemplando la escena —aparecería en la mía ¡Jamás imaginé esto! —exclama, mostrando la palma de su mano, ahora desinfectada y vendada, pero aún dolorida. Román se ha ofrecido a curarle, pero Gabriel, orgullosos como siempre, se ha negado. —Pensé que usaría un bolígrafo o algo así ¡No un maldito cuchillo! Cuando la vea le daré un coscorrón.

—Shetrah Fegol Oiwe... —repite el vampiro, como un mantra, prestándole la mínima atención a las palabras del chico. Se golpea la barbilla con el índice varias veces, pensativo, y desiste con un suspiro. —No me suena, ah... ¿Quién será?

—Deberíamos empezar a buscarlo pronto —dice el muchacho, levantándose de la taza del váter para mirar su vendaje, darle el visto bueno y salir —, aunque primero tendríamos que ocuparnos de... eso. —dice señalando con una mueca al centro del salón.

Ahí antes tenían la mesa donde Gabriel comía -y donde alguna vez Román le estampó para comérselo, recuerdo que Gabriel no guarda con mucho cariño, pero que Román atesora y babea pensando en él-, ahora la han retirado y la han puesto en la cocina. Su nuevo artículo de decoración ocupa demasiado espacio y se mueve también demasiado.

Algunas personas ponen en su salón esculturas, vasijas, peceras, flores. Gabriel y Román tienen al líder de la sede española de cazavampiros amordazado y encadenado a una silla. Pero para gustos, colores.

El hombre no para de resistirse a sus ataduras y mordisquear el pañuelo que tienen en la boca, tratando de gritar. Les mira con los cabellos revueltos, empapados en sudor y los ojos inyectados en sangre. Gabriel no es capaz de mirarle a los ojos, lo desprecia demasiado y a la vez se siente traicionado, cada vez que lo mira recuerda cuando lo admiró y le parece que contemplarlo después de saber su secreto es una burla del destino, ver sus ojos llenos de codicia es como si le restregasen que siempre han sido así de fríos y egoístas y que él, estúpido, ha estado ciego todo ese tiempo. Román lo mira con una mezcla de aburrimiento y hambre, lo que hace al tipo tener algún que otro escalofrío cuando Román comenta casualmente cosas como ''Cuando ya no nos sirva ¿Me lo puedo comer? Me apetece matar a alguien y me tienes a régimen.''

Ambos se acercan al hombre, Gabriel con la vista clavada en el suelo y los puños cerrados y Román con una sonrisa en el rostro y los dedos de las manos entrecruzadas, hace un movimiento rápido y los truena, sobresaltando al hombre. El cautivo empieza a resistirse más y más fuerte, Román ríe y se coloca detrás de la silla, apoyando sus manos en el cabecero. Gabriel le encara, sube la vista y le mira a los ojos.

Verle le duele como un puñetazo en las entrañas, así que devuelve el golpe.

—Hijo de perra —murmura antes de enterrar su puño en el abdomen del hombre, parece que se le vayan a salir los ojos de las órbitas. Los nudillos de Gabriel son pequeño, pero atizan golpes suficientemente fuertes como para hacer que ese tipo se quede quieto de repente. —, ahora quitaré la mordaza y si gritas pienso dejarte en manos del vampiro y él no es tan amable.

Cuando rodea la cabeza del hombre para desatarle el pañueño debe cogerlo con la punta de los dedos, evitando mancharse de la saliva que lo empapa y enseguida lo tira al suelo.

Inmor(t)al [En Amazon] (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora