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Román llega agotado a casa, bueno, no es su casa, él nunca ha tenido una y la que única que posiblemente haya tenido está en su memoria borrada hasta el punto en que muchas veces duda de si ahí hubo recuerdos o no. Es la casa de Gabriel a donde llega, abre su puerta, la cierra, anda por su pequeño pasillo recibidor y se tira en su sofá con un suspiro digno de engendrar un huracán. Es raro, le falta algo ahí.

Él mismo es consciente de que Gabriel no está con él por sus propias órdenes, que espera que Leoren esté cumpliendo a rajatabla, pero no puede sino hacer un ridículo puchero para sí cuando piensa que deberá pasar casi un día entero antes de encontrarse con el chico.

Sin él, la casa está insulsa, no tiene ya a nadie a quien mirar con curiosidad mientras se ejercita, a nadie a quien molestar o a quien abrazarse para dormir, aunque solo sea por fastidiarlo. Y lo peor, no tiene a nadie a quien morder. Ha perdido mucha sangre -y muchas manos- en su pelea contra el pequeño aquelarre y no tan pequeño informador, así que antes de ir a por Herr, que debería ser una amenaza mayor, le vendría bien recuperarse.

Sí, necesita un trago y sabe perfectamente de quien lo necesita. La boca se le hace agua pensando en el delgado cuello de Gabriel, con su hermosa curva pronunciada cuando la garganta termina y los hombros redondeados se extienden como pequeños balles rasos, cubiertos por la nieve de su piel pálida y el goteo de diminutos lunares que querría contar.

Suspira.

<<Es tan delicioso>>

Y no solo su sangre, le gusta la actitud del chico. Lo luchador que es cuando podría ser mordido y lo tierno que se pone cuando va a serlo ¿Y cuando le odia? Román no está enfadado por que el chico le odie, está muy acostumbrado a eso y no le sorprende, ni siquiera le molesta ya. Pero tampoco nota que Gabriel le odie, solo que odia lo que hace, lo que hacen los vampiros y, en ese sentido, todo el mundo odia a los vampiros, incluyendo a los mismos. Nadie ama matar, no del todo, e incluso él lo admite. Beber sangre y sorber hasta el último latido es una tentación casi irresistible, pero quedarse con un frío cadáver en las manos después es una extraña sobremesa, una deprimente. Lloró tanto las primeras veces que mató... y ahora que ya no llora a veces sospecha que es solo porque se ha quedados sin lágrimas.

Mira el reloj de pared, lleva demasiado tiempo pensando y la pelea contra el aquelarre ha durado más de lo que imaginó. Debió sospecharlo antes, pero no cayó en la cuenta de que al empezar estaba todo oscuro como el carbón y al terminar el sol ya brillaba, destelleando sobre las aguas del lago y la sangre de las brujas. Ahora es media tarde y sabe que si quiere prepararse para la pelea que le espera en unas horas -si es que necesita pelear de nuevo- debe alimentarse ya.

Sale de casa decidido, andando rápidamente hacia uno de los locales que él conoce por tener a los jóvenes más borrachos y los seguratas más despistados, es como una barra libre de arterias llenas de alto contenido en alcohol. No es muy apetecible, pero es demasiado fácil para decir que no.

Se siente algo inseguro por la hora, él siempre va a ahí a medio noche, si es que madruga, pero ahora que es por la tarde será mucho más difícil todo. Las presas aún no estarán embriagadas, pero eso no significa que sea imposible, solo que tendrá que recurrir a usar sus dones naturales. Ser bello y carismáticos.

Inmor(t)al [En Amazon] (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora