Capítulo 9. Mamá

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Ruth

Pasado

Un día de primavera, cuando solo me quedaba un semestre para terminar la escuela de negocio, llego la demanda de divorcio. Recuerdo haber respirado profundo y haberme sentado en el único sillón que adornaba mi sala. Tome el sobre en mis manos, saque los papeles y los leí con mucho cuidado, no pude evitar llorar. En esto se había convertido mi relación con Joe, con estos papeles poníamos fin al amor que nos habíamos profesado por años y dolía. Dolía tanto que pensaba que el corazón se me partiría en dos.

Tome el teléfono y marque el número de la granja. Sabía que lo tomaría mi madre y también sabía que sería una sorpresa para ella aquella llamada. Desde que Joe y yo nos casamos, mis llamadas y visitas habían sido muy pocas, tampoco era que tenía una relación demasiado estrecha con mis padres, pero no sabía a quién más acudir. Me habían abandonado, estaba destrozada y sola.

—Sí —dijo mi madre con su peculiar acento tejano que tanto odiaba. Pero en este momento aunque fuese difícil de creer, eran como bálsamo para mí.

—Mamá —dije con la voz quebrada.

—Ruth —Dijo extrañada. —Ruth ¿eres tú? ¿Qué pasa, suenas rara?

—Joe me dejo —dije y comencé a soñosar, mientras mi madre en absoluto silencio escuchaba mis sollozos. —Me mando el divorcio mamá, me ha abandonado, me he quedado sola —Volví a llorar y pude escuchar que mi madre se sorbía la nariz.

—Ven unos días a casa —dijo con tanta dulzura, que por un pensé que no estaba hablando con mi madre. —Unos días en casa te harán bien —le dije que sí y me dispuse arreglar las maletas en el mismo momento en que colgué aquella llamada.

Una hora después me encontraba de pie, con mis botas marrones, mis vaqueros gastados y por coincidencia de la vida, una blusa de franela en color rosado. Las lágrimas rodaban a montones por mis mejillas, mientras veía las últimas motas del atardecer perderse detrás de la colina. Las hectáreas seguían tal cual que como hace tres años, pero yo había cambiado demasiado y ahora extrañaba tanto a la Ruth de aquellos días, aquella a la que solo le preocupaba quedarse estancada en esta granja. Ahora anhelaba ser de nuevo aquella Ruth.

Mi madre se colocó a mi lado en absoluto silencio y comenzó a pasar su mano por mi espalda en repetidas ocasiones, no pude controlarme y me lance a sus brazos, seguían siendo tan cálidos como los que recordaba de mi niñez. Y mi madre lloro conmigo, lloro el fracasó de mi matrimonio y el no saber cómo podía sanar las heridas de mi alma.

—Todo estará bien mi pequeña niña —dijo con voz cálida y delicada —Mamá te ama mucho. Llore con más fuerzas al escuchar aquellas palabras, pero aquí, en los brazos de la mujer que me trajo al mundo sentí por fin que todo estaría bien. El cielo oscuro que se encontraba dando vueltas en mi cabeza empezaba a despejarse y estaba a punto de volver a brillar.

Mi Segundo Primer Amor (Chicas Gordas #5) BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora