Capítulo 33. El monstruo

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Ruth

Miraba la pantalla del móvil en espera de una respuesta, pero nunca llegó. Billy se había quedado dormido en el sofá y tuve que llamarlo varias veces para que se fuera a su habitación. No sé porque pensé que Mike me respondería, tenía la remota esperanza de que dejara todo y corriera hacia mí, ahora no estaba tan segura de si lo que hacía con April tenía que ver conmigo, quizás solo estaba lidiando con los demonios de su pasado.

Escuche pasos en el pasillo y las puertas de la alacena abrir y cerrar, la luz de la mañana se colaba por mi cortinas y yo me sentía de los mil demonios. No sé en qué momento me quede dormida, pero sé que habían sido solo unas pocas horas y agradecía que fuese sábado, porque siendo jefa para mí no era obligatorio ir a la oficina.

— ¡Ay por Dios! —dijo Billy llevando las manos sobre el pecho.

—Tan mal me veo —mi voz era rasposa y sentí un pequeño escozor en la garganta.

—Mal dices, pareces un espantapájaros —No podía creer que aquello había salido del chico que me había dicho que le gustaba, pero se sentía bien volver a la normalidad en nuestra relación.

Deje caer mi cabeza sobre el desayunador, mientras Billy dejaba una taza de café humeante frente a mi cara. Deseaba arrastrarme nuevamente a la cama, hoy era uno de esos días en los que no estaba de humor ni siquiera para convivir conmigo misma, la cuestionante en mi cabeza, esta incertidumbre y las dudas habían convertido mi vida en una mierda.

— ¿Qué tal? —levanté la cabeza y miré a mi amigo, quien se encontraba vestido con uniforme azul, una camisa blanca debajo de aquella chaqueta y una corbata a juego con la chaqueta.

— ¿Te irás hoy? —pregunté sorprendida, aunque realmente no era la respuesta que Billy deseaba, por eso arrugo el rostro.

—Te lo dije anoche, pero estabas en la mierda con Mike y no me prestaste atención —aquello había sonado a reclamo y no estaba en la condición de objetar, aquella situación me tenía distraída de todo lo que pasaba a mí alrededor.

—Te ves genial, sabes que no debes preguntarme, recuerda lo estrafalaria que soy al vestir —Billy torció los ojos, fue a su habitación por su pequeña maleta y luego salió para marcharse.

—Solo me iré hasta el lunes, ¿estarás bien sin mí? —Asentí y luego nos estrechamos en un abrazo, pero pude sentir la vacilación de Billy, al final lo anime a marcharse.

Me terminé el café sin saber que haría con mi vida en este día, debía revisar unos papeles que me había dejado mi abogado, pero no tenía ánimos de lidiar con aquello. Me sentía enferma de solo pensar volver a los tribunales y quizás con las manos vacías, porque Joe se había encargado de alertar a April sobre las intenciones de Mike, aquel era el peor escenario para mi situación actual.

Me deje caer sobre el sofá debatiéndome entre si llamar o no a Michael, no me había devuelto el mensaje y quizás aquello fuese un indicio de que las cosas se estaban saliendo de control o simplemente quizás no entendió lo que quise decirle, quizás solo pensó que estaba celosa y deseaba separarlo a toda costa de aquella mujer. No estaba tan lejos de la realidad.

Unos golpes secos en mi puerta me hicieron apartar la vista del techo. Sabía que no se trataba de Billy y Mike siempre llamaba antes de venir, no todas las veces, pero en su mayoría siempre lo hacía. Me quede tumbada en el sofá, pensando que quizás se habían equivocado de puerta, pero volvieron a tocar ahora con más urgencia.

— ¿Quién es? —pregunté, pero nadie dijo nada del otro lado.

Tomé el móvil y marque el número de Mike, sonó unas tres veces antes de mandarme al buzón de voz, la persona al otro lado de puerta comenzó a forzar el cerrojo y sin saber que más hacer corrí hacia mi habitación y me encerré en ella. Envié un mensaje rápidamente a Mike y el estallido de la madera rompiéndose me hizo saltar de la impresión, estaba aturdida, no sabía que pasaba y quería pensar que aquello solo era una broma de mal gusto.

—Dios mío Mike, toma el maldito teléfono —escuchaba con se acercaban aquellos pasos y el corazón estaba a punto de salírseme por la boca, pero lo que me dejo congelada fue escuchar aquella voz, fue demasiado, aquello me horrorizo.

—Lista o no allá voy —aquellas eran las palabras que Joe usaba cuando me escondía de él para que no me tocará, cuando me escondía del monstruo en que muchas veces se convertía.

Mi Segundo Primer Amor (Chicas Gordas #5) BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora