II

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Wooyoung no se sentía nunca como él mismo, aunque muchos lo describían como alguien que se dejaba llevar puramente por su instinto, no podían estar más equivocados.

Al leoncito le gustaban las cosas sencillas y graciosas, era de risa fácil y atención dispersa. Cuando escogía algún libro que le llamara la atención, pocas veces le daba significado al género, podía ser alguna cosa romántica, con una trama cliché y hasta mal elaborada, hasta una gran aventura con varios personajes y escenarios, no importaba, la disfrutarían no de la misma manera pero algo sacaría. No era alguien demasiado critico, si algo lo mantenía atento de principio a fin, estaba bien, aunque solo fuera para quejarse o llevar las manos a la cabeza al ver tanta incongruencias.

No parecía alguien muy interesante, y su personalidad tranquila como juguetona, chocaba con los intereses de su clan. Porque Wooyoung era un Omega macho, el Líder directo de las Leonas, lo cual sería genial si las hembras de su clan no fuera tan... bueno, eran intimidantes, más que cualquier macho de otras especies.

Cazadoras por naturaleza, eran agresivas, tercas e inflexibles, mirando a todo quien diera señales de debilidad, como una presa. Si quería cumplir el papel de ser quien las lideraba, no podía ser el Wooyoung tranquilo que le gustaba pasar el rato bajo el sol.

Debía ser agresivo, mostrar un temperamento que no daba oportunidad a la desobediencia. También destacar físicamente, liderar las mejores cazas y tener la respuesta ante las eventualidades. No era fácil, pero era su deber como integrante del trio líder de los Leones, esconder todo lo que lo identificaba, renunciar a sus pequeñas entretenciones, y ser quien saltaba a la lucha sin pensarlo, quien tomaba sin permiso, quien no escuchaba y lo hacía a su manera, porque esas eran las características de un buen Líder de Leonas.

¿Lo odiaba?

No tanto, le gustaba ser considerado fuerte y peligroso, tanto que con el pasar de los años dejo de ser una máscara para proteger su lado simple -como él lo denominaba- a ser su realidad. A pesar de que en algunos momentos se cansaba de ser quien era, y solo deseaba recostarse en su mullida cama, para reírse de alguna mala comedia romántica en la televisión que acababa feliz sin importar todos los altibajos. Él quería ser amado con locura, esa que cegaba al Alfa completamente.

Anhelaba que un simple toque encendiera cada molécula de su piel en llamas; que en los ojos de su pareja pudiera ver tal devoción, que estuviera seguro que si pidiera el mundo, este haría lo que fuera por dárselo.

Eso eventualmente no pasaría, en primer lugar, porque era ridículo, en segundo, porque ya le gustaba alguien. No era un simple "me gusta" Lo que Wooyoung sentía por San era el paquete completo, un perfecto combo romántico, que experimentaran por primera vez entre ellos, que se comprometieran a una vida juntos, que conocieran todo el uno del otro, en una relación fuerte de apoyo y entrega completa.

Y todo eso lo sentía, desde que tenía 8 años, cuando ambos comenzaron su proceso escolar en el mismo grupo.

Al principio fue una odiosa necesidad de estar pendiente de cada detalle del Lobo, con quienes se juntaban, lo que parecía gustarle y desagradarle, lo que lo entretenía y aburría. Se convirtió en un experto sobre el Alfa, sabía que gustaba de Omegas pequeños y delicados, por la forma que cuidaba fieramente de los Omegas que hacían parte de su Manada. Eso le dio un empujón, porque él era tierno y pequeño, seguro le gustaría a San, convirtiéndolos en una pareja adorablemente infantil, en sus primeros amores, en sus recuerdos de toda una vida juntos cuando fuera grandes.

Pudo haber sido perfecto, pudieron haber escrito la historia más hermosa de todos los tiempos.

PERO, cuando un Wooyoung de 10 años, se acercó al Lobo, siendo todo sonrojos y temblores, a confesarle que le gustaba mucho, fue rechazado de tal manera, que su corazón aún se resentía por el recuerdo.

¡No soy un corderito! {Sanwoo} [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora