XLI

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Lia caminaba sola a través del bosque en penumbroso silencio, la brisa de la madrugada provocaba que le doliera la cara, esa piel que expuesta parecía resecarse por la baja temperatura. Se alzó de hombros y escondió el rostro, sintiendo un pequeño alivio. De alguna forma, ir hacia donde iba, con el conocimiento de sus planes, lo volvía todo raro.

Estaba perdida en sus pensamientos, con la sensación constante de nostalgia apretando su pecho. No era lo que esperaba, pues creyó que la adrenalina y ansiedad la tendrían nerviosa, no taciturna, porque eso de alguna forma confirmaba lo mal que se estaba sintiendo al respecto.

¿Arrepentida? Si algo grave pasara con algunos de sus familiares, o consigo misma, le gustaría haber tenido la opción de despedirse. Algo tan banal ¿estaba ella, una guerrera optima, pensando en sentimentalismos?

La brisa nocturna casi parecía aullar, moviéndose entre los árboles, siendo totalmente clara entre la abrumadora tranquilidad de la noche. Por fin llego a la limitación en forma de barranco de la que hablo Yeosang. El menor estaba allí ya, con sus alas extendidas, donde sus plumas revoloteaban por la constante agitación del viento.

-¿Estás listo?

La Lechuza-Lobo guardo silencio, mirando el amplio espacio en el cielo, lleno de leves nubes grises que amenazaban con soltarse a llover en cualquier momento, y aun así la Luna estaba en todo su esplendor, viéndose llena e idílica en las alturas. Esa era su más grande característica, donde quiera que estés, al mirar hacia arriba siempre parecerá que te sigue, que su luz se fija en ti, como resguardándote.

Yeosang no conocía nada sobre las costumbre de los seres alados, ni sus deidades o creencias, por ello adoraba a Launerel, ella sería su única protectora. Extendió uno de sus brazos hacia Lia asintiendo firmemente, porque tal vez era muy joven e ingenuo, y lo llamarían tonto por tener fe en Elia, pero nadie sintió lo que él al verla por primera vez, tanto el dolor como la confusión de tratar de entenderla. Si él quería perdonarla, era su decisión, por lo que se enfrentaría a su madre Omega a su manera, no importaba como saliera al final, lo aceptaría. La Leona apretó su agarre y juntos partieron en picada.

•••

San se levantó por la insistencia de alguien, que lo movía por el hombro. Sus parpados se levantaron pesados, apenas visualizando la forma de su primo Jongho.

– ¿Qué quieres?

-Salvarte de un merecido sermón- entonces recordó en donde estaba y que había hecho hace unas horas. -Esto es bastante atrevido, por lo que espero que sepas que la primera vez, el olor del sexo es inconfundible y potente, no puede ser camuflado- ese era un dato que no sabía, pero no se lo iba a dejar saber al engreído Lobo-Gato.

-Ya lo sé, es algo que iba a suceder, para que esconderlo- San le avergonzaba que sus padres lo supieran, pero marcaría a Wooyoung apenas cumpliera los 18 años, ya era oficial su compromiso, no tenía sentido guardar en secreto su avance como si fuera malo.

-Si tú lo dices. Ya el primer grupo de los Tigres, Coyotes y Canguros partieron. El segundo de Chacales, Jirafas y Elefantes se está alistando, es hora que nos despidamos de nuestros padres, porque a las 5 los Leones, Lobos y Leopardos partirán- Jongho se fue después, sin chistes o algún comentario ingenioso, algo inusual en su siempre activa forma de ser.

Ya eran más de las 4, por lo que dejaron tiradas las cosas y se pusieron la ropa para correr a la entrada de la Manada de Lobos. Allí se encontraba una aglomeración considerable de personas, tanto Leones como Lobos, que los voltearon a ver brevemente a su llegada, volviéndose a concentrar en sus cosas de inmediato.

-Felicidades hermano- fue el efusivo saludo de Hongjoong, a la sonrojada pareja que trataba de ignorar las miradas discretas a su alrededor.

-Cuando no te encontramos en tu cuarto supusimos que habías ido temprano con San, pero no imaginábamos que su despedida iba a ser tan...memorable - Ryujin apareció de repente detrás de ellos, rodeando sus hombros con cada uno de sus brazos.

¡No soy un corderito! {Sanwoo} [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora