XLVI

821 81 19
                                    

Todos quienes se encontraban luchando, se detuvieron ante el estridente sonido de una trompeta, que izaba en su tubo una bandera blanca. Los seres alados impresionados emprendieron vuelo, alejándose del campo de batalla para reunirse con sus superiores.

-Hoy, como nuestros predecesores, luchamos por nuestras creencias, por la perpetuación de lo que consideramos correcto. Mas las implacables garras y los potentes gritos de batalla, no son la forma de decidir el futuro de nuestro territorio. Porque hoy, el Angelus de Yanara, Abiodun, Águila de incalculables siglos, regente de los cielos desde antes de la construcción de las tres capitales, ha muerto. Sus principios se torcieron, olvidando el verdadero ser de nuestro existir por ello, liderando con temor y crueldad. Hoy los creadores le quitaron su gracia y dictaminaron una orden directa desde los tratados entre especies. "No hay fuertes, ni débiles; depredadores y presas; no existe un designio divino y único. Es en la diversidad y el respeto que perdura el equilibrio"

Los guerreros terrestres partieron del lugar, habían ganado por dejarlo en términos sencillos. Aún quedaban pendientes los nuevos acuerdos, que involucraría a las tres capitales, a los territorios salvajes, a las tierras heladas y a los reinos de los cielos.

Por su parte, Haru miro una última vez a todas las aves que sobrevolaban el terreno, sin ninguna pista o avistamiento, por mínimo que fuera, de Elia. Aún en su corazón añoraba verla, aunque solo fuera para refrescar el recuerdo de su rostro. Sus dos hermanos mayores adoptivos, Woong y Eun sobaron su espalda, trasmitiéndole ese calor del que un reptil de sangre fría carecía.

Todos acordaron marchar de inmediato a sus respectivos hogares, preocupados por sus familiares. Hasta que todos estuvieran reunidos, no se consideraría una victoria.

Fue a mitad del primer tramo, cuando se avisó desde el primer grupo, que había dos Cachorros en medio del desierto. Las figuras de varios seres alados, uno de ellos llevando en sus garras a una Leona y los otros el cuerpo inerte de una Lechuza, desconcertó y puso en alerta a todos, hasta que reconocieron a Yeosang.

Yong corrió hacia su hija, recibiéndola de inmediato en un abrazo.

-Sabía que lo harías- suspiro derrotado, no era fácil ser el padre de 5 Leonas. La mayoría, por no decir todas sus órdenes, difícilmente eran acatadas. Por lo que cuando una de sus crías salía hecha una furia por una, ya era un hecho que sería desobedecido.

-¡Yeosang! - grito escandalizada Haru, caminando veloz hasta el polluelo, agarrándolo por los hombros en una mirada roja de furia – ¿En que estabas pensando al seguirnos? Ponerte a ti mismo en un peligro así, sabías bien que...ah- la Alfa descarto su reprimenda, su hijo ya tenía los ojos hinchado y rojos por haber estado llorando y ahora solo la abrazaba, sin importar que lo estaba regañando. -Ya pequeño- rasco con suavidad la nuca del menor, trasmitiéndole la seguridad que buscaba en ella.

-Lo siento mucho, yo solo quería que todos estuviéramos juntos- Haru levanto la mirada, encontrando el cadáver de Elia, siendo depositado suavemente a su lado. Verla allí, recordando todo lo que pasaron juntas, apretujó su corazón. -Yo no fui a enfrentarla o matarla mamá, se cuánto la amabas y la deseabas de vuelta, quería que volvieran.

La Alfa abrazo con más fuerza a su pequeño, no sabía si estar enojada o enternecida por las acciones imprudentes e inocentes de Yeosang.

-Lo entiendo cariño, gracias por tratar, sé que hizo a Elia muy feliz.

-Mamá, acompáñame a velarla hasta que el aire reclame sus alas- Haru miro a sus hermanos y asintió para que siguieran la marcha sin ellos. Yeosang fue a despedirse brevemente de Lia abrazándola mientras le agradecía su compañía.

¡No soy un corderito! {Sanwoo} [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora