IV

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San se sentía tan cansado, que no podía dejar de agradecer porque fuera sábado. La noche anterior apenas había podido cerrar los párpados, cuando la repetición incansable de los sucesos de ese mismo día lo agobiaba. De todos los cambia-formas del instituto, tenía que confesarle su secreto a Wooyoung, el revoltoso León Omega, conocido por ser el participe más fuerte, junto a su séquito de Leonas, de llevar la palabra del gran depredador. Un felino orgulloso de su melena, en el sentido literal y metafórico. Desde ese día en adelante, no estaba exagerando en pensar que se convertiría en la víctima constante de bromas y burlas, y no es porque él se avergonzara de su linaje ¿por qué tenían que hacerlo sentir menos por su condición? No era menos que ninguno de sus compañeros de manada, es más, tenía mejor visión en la oscuridad, era más flexible y trepaba alturas imposibles para un lobo común. 

San estaba orgulloso de lo que en verdad era, no iba a venir ningún gato subdesarrollado a intimidarle o hacerlo negar su segunda naturaleza. Que se jodieran todos los depredadores de su institución, en especial ese pequeño Omega, que se creía superior sin argumentos. No importaba que le llamara la atención, porque Wooyoung era bastante lindo cuando mantenía la boca cerrada y se concentraba en clases, lo cual solo era una faceta, ya que luego en clases de deportes, alcanzaba un aura salvaje y sensual que alborotaba las hormonas de los Alfas a su alrededor, incluyéndolo; pero tenía mayores defectos, esos que opacaban cualquier belleza, como su apestoso aroma a pescado, bueno no era tanto como ese hedor, era más como que le recordaba al lago que delimitaba el territorio de los Lobos y Osos, en especial la celebración en donde los cambia-formas de oso pescaban con sus garras a las truchas.

A San no le gustaba ir al festival del gran río cuando era pequeño, era más una cortesía con sus vecinos que algo divertido, en su quinto cumpleaños casi se ahogó por culpa de una mala broma de su hermano, por lo que cuando recordó el suceso al oler la piel de Wooyoung, le desagrado en gran medida. Ahora que había superado su trauma, ya no era un mal aroma, hasta le estaba encontrando el gusto. Seguro el leoncito comía mucha trucha, no es como si él le encontrara buen sabor, pero era sagrada para los Osos y la mayoría de felinos, algo debía tener de especial. 

-San, recuerda tus clases de caza con la Manada, Yeosang, Yunho y Jongho ya están acá- la madre hámster toco suavemente la puerta de su perezoso hijo, que estaba atrasando a sus amigos y hermano. -Enserio San, debes ser más responsable, ya estás muy grande para que siga siendo tu despertador- el joven Lobo fue regañado severamente, y eso que era temprano en la mañana. Bostezando sin ánimos apartó las sabanas. No tenía ganas de pensar en que ponerse, cuando estaría cubierto de pelaje y en cuatro patas hasta medio día, por lo que agarro ropa apilada en el cesto para lavar y se colocó encima una camisa negra con un pantalón para cualquier ocasión desgastado, donde el elástico bailaba en torno a la cintura y botas deshilachadas. No le tomo mucho tiempo ir a lavarse la cara para estar medio presentable – ¿Dónde encuentras ropa tan vieja? De toda la ropa que tienes y no sales de lo mismo ¿esa es la forma de presentarte frente a tu futuro líder?- segundo regaño en menos de una hora que llevaba despierto, San tenía altas expectativas de ese día. 

-Voy a estar desnudo, para que llevo ropa nueva ¿para dejarla tirada en el bosque? - la Omega frunció los labios, reacia a dejarse vencer. 

-Devuelve esos pantalones a la basura y busca otros- Ordeno con firmeza, pues aunque fuera una roedora, la Omega Choi no era ninguna mota de pelos temblorosa. Y si alguno de sus hijos Alfa creía que podía retarla con su posición dominante de depredador, caerían en sus rodillas con una sola mirada.

•••

Casi una hora desde que habían llegado, los compañeros de Manada de San estaban listos para abandonar al desvergonzado perezoso.

¡No soy un corderito! {Sanwoo} [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora