hoy era un día agradable, había quedado con vegetta para ayudarle con algunos arreglos en su casa y la verdad es que le hacía bastante ilusión el pasar el día con su amigo, últimamente no había tenido tiempo para estar con sus amigos porque solo había querido estar con auron pero después de aceptar que solo se trataba de un simple caprichoso, todo lo que pensó sentir por auron pareció desaparecer y ahora tenía ganas de recuperar el curso normal de su vida.
— hola, cariño —, le saluda lana sonriente, luzu le devuelve la sonrisa y le da un beso en la mejilla —. ¿por qué tan alegre?
— hoy iré a ayudar a vege con su casa y luego tú y yo tendremos una cita.
— ¿una cita? —, pregunta intriga, luzu asiente sacando una tostada y llevándosela a la boca —. ¿dónde planeas ir?
— es sorpresa —, canturrea desordenándole el cabello juguetonamente haciéndola reír —. te prometo que será la mejor cita de tu vida.
tenía que aceptar que lana estaba haciendo su mejor trabajo por olvidar ese par de días que tantos problemas les habían traído. desde que tuvo ese incidente donde mencionaba a auron, lanita se mostró un poco distinta y analítica, sentía que lo observaba más de lo acostumbrado, como si esperase descubrir algo así, pero desde ayer parecía haber vuelto a la normalidad y aquello le provocaba un gran alivio. no cualquiera hubiera hecho lo que hizo lanita y eso es una prueba concentra de cuanto lo amaba.
se despidió de lanita y se marchó hacia casa de vegetta. cuando pasó junto a casa de auron no pudo evitar posar su mirada en ella con la esperanza de verle pasar pero no se veía ni rastro de él, volvió la vista al frente y, al hacerlo, notó a un par de metros de él una figura observándole, se detuvo extrañado hasta que reconoció aquel suéter blanco y los jeans rasgados. auron.
avanzó hacia él con pasos lentos y temblorosos, no sabía que decirle o que le diría él pero cuando alcanzó a ver su rostro se relajó, una leve sonrisa se dibujaba en su rostro mientras le miraba caminar y algo en los ojos de auron reflejaban ternura, como si estuviera mirando a un niño que recién está aprendiendo a caminar y bueno, así se sentía luzu cada vez que estaba con auron, sus piernas siempre le fallaban, se sentía como si caminara por sobre concentro húmedo. llegó frente a él y le observó con la mayor seguridad que pudo reflejar pero antes que pudiera decir nada, auron amplió su sonrisa.
— como te quiero, mi niño —, dice entre risas, pero aquella risa sonó, más bien, nerviosa que burlesca, las mejillas de luzu tomaron color de inmediato y no pudo responder más que con una risa.
— si, yo... —. se rasca la nuca intentando hacer tiempo para pensar en que decir —. te estuve buscando ayer pero no estabas en tu casa.
— tuve trabajo en la alcaldía, vengo de allí —, explica sin ocultar el notorio cansancio y notándolo mejor, si se le veía deteriorado, sus ojera estaban muy marcadas, su cuello encorvado, sus ojos apagados y sus cabellos por todos lados, parecía incluso más viejo —. estoy reventao, no he parado de trabajar en toda la noche, brett me hizo compañía un par de horas en la noche y me ayudó con un poco de papeleo pero igualmente no sirvió para terminar todo ayer.
— tío, pudiste pedirme ayuda, sabes que te hubiera acompañado.
— lo sé, luzu —, asiente pasándose su mano por detrás de su cabello —. pero eso no es lo que quiero para ti, por eso mismo no te voté como alcalde, prefiero yo tener que trabajar toda la noche y terminar molido antes que verte a ti así.
su corazón comenzó a dar brincos en su pecho y su estómago se transformó en un gran nudo que se apretaba más y más, presionó sus labios firmemente para evitar la sonrisa que amenazaba con aparecer en sus labios pero el intento fue en vano porque estaba seguro que sus ojos revelaban todo lo que él intentaba esconder en ese momento.
— no hemos podido hablar mucho de eso —, menciona intentando calmarse —. yo la verdad estaba muy dolido cuando vi que no me votaste.
— ya lo sé —, asiente auron y la culpa invadió su rostro en aquel mismo instante.
— pero ahora que ya tengo la cabeza fría te quiero dar las gracias —. auron alzó una ceja sin comprender el motivo de aquellas palabras.
— ¿por qué?
— porque pudiste haberme ayudado a cumplir aquel simple caprichoso y me hubiera hecho feliz, sí, pero ¿por cuánto? en cambio tú pensaste en lo que era mejor para mí, no lo que yo quería y eso no lo hace cualquiera —, menciona desde el corazón.
sí era cierto que no había llegado a aquella conclusión hace mucho, recién ahora comenzaba a comprender los motivos de auron y como él siempre parecía hacer lo correcto para él pero no había logrado percatarse por la frustración de perder. monica tenía razón, era como un niño haciendo un berrinche porque no le otorgaron un dulce. y a todo esto, ¿qué pasaba hoy con las metáforas de niños? como sea, tenía mucho que agradecerle a auron y prefería hacerlo antes que quedarse con las palabras en la boca.
— gracias por siempre pensar en mí, auron.