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Mi madre pasaba papeles y documentos para verificar nombres, estadísticas y demás. Regresábamos a Estados Unidos después de dos semanas fuera. El jet estaba aún más lleno que la vez anterior pues ahora teníamos al pequeño Carlo y sus padres con nosotros.

Él estaba durmiendo recargado su cabeza en mis piernas con una suave manta tapándolo. En todo el camino solo estuve platicando con mi madre y pidiendo opiniones al abuelo de negocios que me habían sido propuestos después de mi ceremonia de mayoría de edad.

La gente me estaba contratando y gracias a la cosa special tenía muchas oportunidades. Aunque me habían entregado muchos regalos por parte de mi familia tales como joyas, propiedades, algunas transacciones o derechos de autor, lo que en verdad me interesaba son los secretos y muchos de mis parientes susurraron a mis oídos.

En cuanto aterrizamos era de noche, el calor al salir de Sicilia había sido sorprendente por lo que me puse un top junto con uno a pantalones negros de vestir pero sabía que al salir del avión el frio me recibiría por lo que tenía a la mano una gran chamarra de cuero.

Salí del avión después de mis primos y nos dirigimos a los carros, en cuanto se llenaban salían por lo que me tocó abrir la puerta de uno nuevo. Observe mi reflejo por la ventana mis costillas se encontraba de color amarillo que habían dejado los moretones, las costras de las cortadas ya estaban a punto de caer. Lo único que mejore fue mi rostro, pues después de todo era una imagen pública.

Mientras subía las escaleras de la casa pensé como estuve hasta ahora vistiendo largos pantalones y blusas en mi estancia en Sicilia  Me dirigí hacia mi cuarto pero antes de pasar una serie de gemidos captaron mi atención de inmediato gire la vista hacia la puerta de mi derecha que se encontraba semi abierta. El castaño cabello de Sofía se balanceaba mientras cabalgaba a su esposo, este tenía sus manos en sus glúteos apretándolos mientras se hundía más en ella.

- Entra- Dijo Aldo mientras apretaba los ojos.

No me moví ni un centímetro cuando una de las chicas de la casa se acercó a paso lentos a ellos y empezó a desvestirse. Aldo abrió los ojos y puso a su esposa encima de la boca de la muchacha recibiendo sexo oral mientras él penetraba a la joven, subió la mirada unos segundos después y me vio. Apretó los labios y un fuerte gemido salió de el mientras terminaba de masturbarse, sus fluidos cayeron sobre la mujer.

Sonrió satisfecho y excitado "Ven" leí en sus labios, baje mi mano hasta mi vientre forme un puño con ella y después solo sacudí mi meñique, el dedo más pequeño. Lo moví de arriba a abajo.

Su cara enfureció, sonreí para seguir mi camino hacia mi cuarto cruce el pasillo y di vuelta entre al baño y una tina con hielo me esperaba, había cuatro jóvenes esperando mis órdenes en la puerta. Quite mi ropa lentamente y una de ellas las fue guardando, después removí el piercing de mi pezón y lo deje en el estante. Me sumergí con cautela, cuando todo mi cuerpo estuvo dentro voltee a ver a las chicas que no se habían movido ni un centímetro.

- Gracias, retírense- Todas inclinaron levemente la cabeza y salieron silenciosas.

Después de unos minutos me envolví en una toalla y salí hacia mi ropero. Entre mis sección de alhajas aún se encontraba aquel gran anillo en medio, brillaba con la luz que le transmitía mis lámparas. Lo coloque en mis dedos como si fuera un viejo amuleto.

Después mire con detenimiento a mi lado derecho donde estaba la ropa cómoda para dormir o estar en casa y a mi izquierda los vestidos más apretados y sexys para salir en la noche que estaban pidiendo ser utilizados.

Quite la toalla de mi cuerpo y la coloque en el sofá de en medio. Me coloque mi diminuta tanga de encaje, me maquille cubriendo mi cuerpo maltratado. Tome un ajustado traje negro, metí mis pies por la apertura y subí hasta pasar la liga del cuello por mi cabeza. Me llegaba hasta mis talones y tenía una enorme abertura en mis pechos lo que daba el toque sensual.

Mi MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora