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Estaba entrando a casa con una nueva vestimenta y un recién descubierto adorno. Deje que bajaran y cargaran nuestras maletas adentro, Giovanni tomó mi mano cuando nos bajamos del carro.

- ¿Ya llegamos?- Preguntó apretando con más fuerza su mano.

- Si- Le dije después de acariciar su cabello- ya estamos aquí.

Empezamos nuestro camino hacia la entrada y cuanto la cruzamos pude sentir lo vacío que se encontraba el área de la sala. Lo más seguro es que estén fuera, en el área de la biblioteca y oficina. Me agaché hasta estar de nuevo a su altura mientras pude observar lo atentas que estaban las chicas de la casa.

- ¿Quieres presentarte ahora?

Sus dientes presionan en sus labios, se quedó callado y quieto por unos cuantos segundos.

- Esta bien, pediré que te aseen.

Llame a una de las chicas a quien de inmediato le di instrucciones- Quiero que le digas que vas a hacer exactamente con él, cada uno de tus pasos. Narrarlo, ¿Entendiste?

Ella asintió y dijo- Tomaré su mano joven, caminaremos hacia las escaleras.

Giovanni asintió y la siguió, en cambio yo debía ver el lío en que se había vuelto esta casa. Antes de llegar pude escuchar una mezcla de sonidos desde el pasillo, llamadas, discusiones, zapatos y la lista continuaba cuando al fin estuve frente a frente. Respire profundamente y pase.

Frente a la computadora mi dulce y erudita tía Sofía no le importó mi entrada sino a la persona a lado de ella mi estúpido y pervertido tío malvado por adquisición.

A mi madre le resplandecieron los ojos y se paró a abrazarme, en seguida sentí la hipocridad invadiéndome por lo que la separe poco a poco después de darle un beso a la mejilla, sonriéndole por compromiso.

Bruno el gordo y adicto a los cigarrillos que tenía justamente uno en su boca ahora, fumaba en el sofá a lado, volteo a verme sin importancia como si no existiera en absoluto para él.

Su esposa se paró para saludarme muy formalmente pues solía ser más amigable. A diferencia de sus hijos, Boris me levanto dando vueltas a mi cuerpo con un rostro sumamente feliz. Bardo colocó su mano en mi cabeza y la bajó lentamente hasta llegar a mi cuello después me jalo hacia él besándome en la frente susurrando "Bienvenida de vuelta"

Enrico tomaba las manos de su esposa quien estaba parada atrás de él rodeándolo mientras dejaba cariñosos besos en su cabeza Irene me recibió con una sonrisa. 

Ahora como les explico que su hijo está muerto.

- Ya que estamos todos- dijo mi madre mientras se paraba en medio de la habitación- les parece si empezamos con la votación después de que Adrienna entrará se ha empezado el cierre total. Ya nadie entra ni sale de esta casa.

Todos los ojos se postraron en ella en todo momento, un suspiro se escuchó de parte de Enrico que de inmediato tomó la mano de su esposa para darle un beso, después se paró y fue hasta el escritorio, parecían decepcionados de la desaparición de su hijo. Era la única persona que faltaba en la sala para completar a la familia, ese sería un voto menos que mi tío ya tenía asegurado.

Había una caja color negra parecida a una urna, su esposa tomó unas hojas que pasó a todos los que estábamos en la biblioteca, ya tenían impresos los nombres de los candidatos.

- Conocen las reglas mundiales- Dijo mi madre alzando su papel- tres candidatos de sangre, un voto por persona mayor de edad. Nos iremos de esta casa hasta que se tome la decisión del próximo sucesor.

Mi MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora