Durante años creí que estaba muerta, mi niña interna la que se encargaba de hacerme amar y buscarle el lado bueno a las cosas, la había asesinado. Pensé que no quedaba ni el mínimo rastro de ella, pero cuando te conocí, entendí que sólo dormía.
Me e...
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"Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo"
—Napoleón Bonaparte.
RAILANEVICINI
Pasé las manos por mi cien y busqué la manera de relajarme, pero no lo conseguí. Me di la vuelta y caminé hasta la gran mesa otra vez. Me convencí de que solo era una broma y deslicé mi dedo índice por la corta línea blanca que yacía allí y la llevé a mi boca, la saboreé por unos segundos y gruñí con mucha rabia, miré al hombre rubio y corpulento que estaba frente a mí y tres escoltas a unos ocho pasos detrás de él:
—¿La probaste? —pregunté tratando de controlar la furia que comenzaba a crecer dentro de mí.
—No señorita, íbamos muy rápido porque nos podía caer la policía, aparte confiábamos en los vendedores —contestó nervioso.
—¿Confiar? —cuestioné con voz arisca—. Acabas de regalar casi 20 millones de dólares por 10 kilos de heroína que no es de buena calidad ¿Sabes lo que significa eso?
Odiaba que los negocios saliesen mal por gente que no hacía su trabajo como debían, se supone que se les paga para que hagan las cosas bien.
—No me importa el dinero, ¿entiendes? —hablé dándome una vuelta alrededor del hombre—. Me importa mi droga, y ahora estoy sin dinero y sin droga —expliqué en un susurro detrás de él.
—Puedo remediarlo —quiso defenderse, estaba muy nervioso, su voz lo delataba.
—¿Ah, sí? Explícame como.
—Le voy a pagar todo su dinero.
—¿Y de dónde sacarás tú tanto dinero? —pregunté tratando de hacer notar un falso interés en su propuesta.
—Voy a trabajar el triple de lo que lo hacía, solo deme chance se lo juro.
Lo miré y él se quedó esperando una respuesta de mi parte. Suspiré y volví a ponerme detrás de la mesa para quedar frente a él. Saqué mi pistola de detrás de mí y escuché un quejido provenir de parte del hombre:
—No me haga daño, por favor —suplicó y pude ver en sus ojos mucho miedo.
—Tranquilo, no te haré daño —respondí con inocencia—. Mírame, ¿crees que soy capaz de hacerte daño? No, ¿verdad? Entonces cálmate.
El hombre intentó calmarse, pero el miedo en sus ojos era muy notorio.
—Mira lo que va a pasar, voy a quitarle a mi pistola el cargador, votaré las balas y le quitaré la corredera también —expliqué y así lo hice.
Primero quité el cargador, luego saqué las 7 balas que esta traía y las lancé para atrás de mí sin siquiera ver donde cayeron, me aseguré de que en la corredera no se haya quedado el tiro de recamara y luego la eché hacia atrás, bajé las pestañas y esta salió sola por lo que la puse a un lado.