"Nada hay que ocupe y ate más al corazón que el amor. Por eso, cuando dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde, por el amor, en la más honda de las ruinas".
—Umberto Eco.
RAILANE VICINI
Tomé mi celular el cual había sonado y vi que era un mensaje de un número desconocido, fruncí el ceño al ver que se trataba de una foto la cual inmediatamente descargué y en ese momento me llegó otro mensaje:
Soy Marcella, ¿él es el chico del que me hablaste?
Abrí la foto y vi que se trataba de un hombre de test blanca el cual estaba sentado en un sofá blanco, tenía las piernas cruzadas y en su mano derecha sostenía un cigarrillo entre sus dedos, él estaba riendo, mostrando su blanca dentadura mientras veía la televisión. Tenía puesto unos vaqueros con una camisa blanca de rayas rojas y unas botas negras, era musculoso y por sus piernas se podía notar que era alto, lo que más me llamó la atención fue su tan espero cabello rubio peinado hacia atrás.
Mis manos comenzaron a sudar y mi corazón latía muy rápido, un nudo no tardó en formarse en mi garganta y estómago y las ganas de llorar inundaron mi cuerpo:
—¿Qué pasa nena? —escuché a Ezra tras de mí y rápidamente apagué mi celular.
Negué dando a entender que nada porque si pronunciaba una mínima palabra me iría en llantos, él asintió no muy convencido y continuó cocinando.
Luego de que salimos de la universidad se ofreció en cocinar algo para ambos y ahora nos encontrábamos en su casa, yo sentada en el sofá y él cocinando una lasagna.
Puse tras mi oreja mechones de mi cabello que se habían pasado a mi cara y luego volví a encender el teléfono, miré otra vez la foto y le hice zoom al rostro del hombre. Levanté la cabeza y vi a Ezra concentrado en lo que hacía por lo que rápidamente caminé hasta el baño, obligatoriamente necesitaba dejar salir poco de todo lo que sentía, pero no podía decirle a Ezra que me tenía que ir, no luego de que ya empezó a cocinar.
Llevé una de mis manos a mi boca ahogando un sollozo mientras que de mis ojos brotaban grandes gotas de lágrimas, pegué la cabeza a la pared y lloré allí no por mucho tiempo, no quería que mis ojos se tornaran rojos e hinchados para que Ezra no empiece a preguntar que qué me pasa.
Sí, es él.
Le respondí a Marcella.
Y sé cuidadosa a la hora de hablarme para que nadie se entere.
Guardé mi celular en el bolsillo trasero de mi jean y me miré al espejo recordando la foto. Lloraba por la rabia de volver a verlo, de pensar en lo cuan enamorada que estuve una vez de él y de esa descarada sonrisa pintada en sus labios mientras yo estaba aquí sufriendo por su culpa. Era Castor.
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Narcotraficantes
RandomDurante años creí que estaba muerta, mi niña interna la que se encargaba de hacerme amar y buscarle el lado bueno a las cosas, la había asesinado. Pensé que no quedaba ni el mínimo rastro de ella, pero cuando te conocí, entendí que sólo dormía. Me e...