"Crees que sabes todas tus posibilidades. Entonces, otras personas llegan a tu vida y de repente hay muchas más".
—David Levithan.
RAILANE VICINI
—Eres tan imbécil Marcella —repetí rodando los ojos, ayer había olvidado por completo reclamarle a Marcella por haberme puesto a hablar con Ezra y hoy que lo recordé no he parado de mencionárselo ni un segundo. —No sé para qué le pasaste el celular si sabes perfectamente que no quiero hablar con él.
—Ya deja de pelear, me tienes harta —se quejó y la fulminé con la mirada.
Terminamos de pedir y nos sentamos en uno de los bancos libres ya que el banco donde acostumbramos a sentarnos estaba ocupado. Comencé a devorar mi hamburguesa por la gran hambre que tenía y Marcella hizo lo mismo con su tostada.
—¿No hay noticias de Quintanilla? —preguntó levantando la cabeza para verme.
—No, debe estar muy furioso —contesté.
No volvimos hablar hasta acabar con nuestro almuerzo seguido de que Marcella se ofrezca a votar la basura. Miré mi celular y vi la hora, 5:26 de la tarde. Resoplé al recordar que tenía que ir a la casa de Ezra lo cual no quería hacer por la ridícula razón de que quería matar los sentimientos que sentía por él y eso era prácticamente imposible.
Recogí todas mis cosas y me despedí de Marcella luego de dejarla en su departamento. Conduje hasta la casa de Ezra y verifique si no tenía ningún sucio en mi ropa, me arreglé el pelo y rocíe de mi perfume en todo el cuerpo. Al llegar lo pude ver sentado fuera de su casa esperándome, tenía un abrigo negro con unas bermudas jeans, unas medias negras y unas sandalias. Su vista se quedó estancada en mi auto y luego bajó la cabeza para ver su celular, aproveché el momento para observarlo detenidamente, se veía más alto y musculoso, había cambiado mucho en una semana por más surreal que suene, su cabello peinado hacia atrás y su barba estaba más crecida.
Suspiré y en ese momento mi celular me notificó la llegada de un mensaje, lo tomé luego de apagar el auto y lo leí:
¿Vienes o voy por ti, bombón?
Reí y salí del auto seguido de eso comencé a caminar hacia él quien ya había levantado la cabeza y ahora me miraba con su espectacular sonrisa.
—Hola —saludé estando varios pasos lejos de él, pero no me respondió.
Se quedó mirándome por unos largos segundos para luego acercarse a mí y fue entonces cuando me dio un gran abrazo, fue un abrazo muy especial y peculiar por la forma inesperada en que lo hizo. Subí mis manos lentamente por su ancha espalda y recosté mi cabeza en su hombro y justo en ese instante sentí como enterró su nariz en mi cuello provocando que su respiración haga que mis bellos se ericen.
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Narcotraficantes
AléatoireDurante años creí que estaba muerta, mi niña interna la que se encargaba de hacerme amar y buscarle el lado bueno a las cosas, la había asesinado. Pensé que no quedaba ni el mínimo rastro de ella, pero cuando te conocí, entendí que sólo dormía. Me e...