capítulo 59

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Bulma terminaba su relato, el viaje había concluido poco después de ver por vez última y llena de melancolía la figura de un príncipe infante que pretendía volver a entablar una batalla. No quería alejarse, la humana simplemente no podía separarse del niño que sin miedo y arrogante alzaba el mentón midiendo a sus adversarios encontrándolos inferiores. Bulma no quería marcharse y dejarlo pasar solo una etapa tan oscura, dejar su mundo entero, el mundo para el cual lo habían preparado desde antes de que abriera los ojos, endiosarlo y llenarle la cabeza de promesas de grandeza para luego decirle que todo se ha acabado, para luego tener solo las cenizas del pasado. No era justo. Pero su único camino era marcharse directo a su época, el supremo tuvo que forzar el retorno sin escuchar ninguna de las súplicas de la mujer, por eso apenas pudo la ojiazul apresuró su vuelta a la corporación. Necesitaba verlo, necesitaba abrazarlo, necesitaba tener en frente a esos ojos negros, el cansancio era lo de menos, su ser entero le demandaba el volver a ver a ese hombre pero las noticias de su afligido hijo casi la desmoronan, cada minuto de incertidumbre que pasó mientras era llevada por Trunks se acumulaba en su interior, cada minuto que esperó le provocaba malestar, una presión en su cabeza que amenazaba con saltar de su cráneo, cada minuto, uno a uno le dolió. Le dolió aún más el creer que había llegado demasiado tarde y que su oportunidad se le escapó como la brisa entre los dedos. Volverlo a ver a un metro de distancia la aturdió tanto que no pudo hablar, lo siguió, intentando concretar un pensamiento coherente para decirle lo mucho que lo necesitaba, lo mucho que lo quería, estuvo a punto de abalanzarse sobre él y atacarlo con un abrazo pero un obstáculo invisible se lo impidió, fue algo intangible, pero pudo sentir la barrera que había entre ellos, sencillamente nunca se planteó que él iba a prescindir de ella. Aquello fue peor que recibir golpes de una multitud embravecida, fue peor que el sonido de cien explosiones, fue peor que el dolor de la humillación o de atestiguar una crueldad, fue peor que todos los moretones que habían manchado su piel, fue el peor dolor de toda su vida, el creer perdido aquel vínculo inigualable e irrepetible, esa sería su derrota máxima, no podía permitirse eso sin dar batalla, así que ignoró todo y se lanzó directo a apresar al príncipe que era el amor de su vida. Y no soltó hasta que él mismo se alejó de sus manos, pero Bulma ya no podía contener el torrente de palabras que declaraban su completa y total decisión y sumisión al sentimiento que la ataba a su hombre.

En su habitación Vegeta inspeccionaba los ojos azules, estos habían cambiado tanto que le sorprendían, en todo el relato había visto tantos brillos diferentes que se sentía un poco asombrado, eran diamantes que variaban su luz atrayente a medida que se movían. La mujer había ido a verlo cuando era niño, pero todavía no revelaba el por qué. Aquel recuerdo de esa supuesta sirviente estaba sepultado desde hace mucho por otros miles, pero ahora salía a la luz mostrando su verdadera naturaleza. Bulma todavía lo sostenía, se había negado a soltarlo durante todo su relato. Ahora ambos se encontraban en silencio, cerca, sosteniendo al otro, tan cerca, pero cada mente se encontraba en pensamientos por completos distintos.

– Así que fuiste tú después de todo, yo casi había olvidado aquello, nunca había pensado en relacionar tales memorias. Tal vez por eso tu semblante fue tan imposible de ignorar cuando te vi en el planeta Freezer – el príncipe pasó una mano acomodando un par de mechones detrás de la oreja de Bulma.

– Yo... no quise alejarme de ese modo tan cortante, no fue mi intención Vegeta. No quise dejarte esperando en ese palacio, ni tampoco quise que te fueras del planeta tierra, Vegeta perdóname si te hice creer que debías marcharte, yo no debí llevar esto tan lejos, no estaba pensando...

Antes de que la voz de Bulma se cortara por retener un sollozo el saiyajin la estrechó gratamente atrayéndola por la cintura. La humana cerró los ojos y trató de no derramar ni una lágrima, no quería empañar el momento con llanto. Trató en cambio de disfrutar esa cálida sensación que le brindaba ese cuerpo pegado al suyo, esa respiración sobre su piel apenas cubierta por la delgadísima tela del pijama.

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