Corporación Cápsula en el presente
Bulma se encontraba tensa. Era llevada en brazos por Trunks hasta el sitio en que el niño solía entrenar con su padre. La científica había escuchado cada palabra dicha por el pequeño y las asimiló con asombro, luego su semblante cambió por completo, totalmente seria ordenó a su primogénito llevarla hasta el lugar donde solían entrenar, Bulma podía haber estado en la ducha pero el despegue de una nave no se realizó en cercanías a la corporación. De eso estaba segura, una certeza poco confiable, con los minutos transcurriendo las probabilidades de encontrar al saiyajin eran ya tan pocas que la ojiazul no podía convencerse.
–Trunks! Dime, todavía sientes el ki de tu padre? – preguntó en voz alta. La corriente de aire era fuerte y creía que al niño se le dificultaría escucharla.
El niño movió negativamente la cabeza –Buscarlo por su energía sería inútil. Desde hace un tiempo que estábamos entrenando con el ki casi en cero. Así peleábamos, dijo que era para prepararme contra adversarios cuyo ki no pudiera percibir... – el pequeño decidió terminar ahí la explicación, era cierto que entrenaban de ese modo aunque al ojiazul le parecía extraño. Pero había otra razón para que Vegeta mantuviera su energía baja: para no tener intromisiones de Goku. Le había dicho lo harto que estaba de que ese sujeto apareciera sin más. A Trunks aquello le causaba gracia, cuando ambos adultos estaban cerca había algo que los empujaba a batallar, debía ser la misma sensación combativa que compartía con Goten. Pero su padre era estricto y debió obedecerlo como siempre.
Bulma recordó lo relacionado al torneo de poder. Allí había distintos individuos, como guerreros se vieron forzados a entablar batallas muy difíciles. Pensando en eso, Vegeta había estado preparando al pequeño Trunks, para que estuviera listo a enfrentar a sus posibles contrincantes. Una vez más Bulma apretó los puños. Por qué estaba en su camino todo ese destino belicoso? Batalla tras batalla, las había presenciado desde hace tanto. Tantos enemigos, tantos desafíos.
El niño aminoró el vuelo hasta que al fin se detuvo. No quería frenar con tanta velocidad y asustar a su madre, sentía su intranquilidad, sentía su preocupación en cada nervio tenso, en la forma en que fruncía el ceño, en su tono de voz. En los últimos días había visto a su madre de mejor semblante. Incluso habría jurado que ella se libraba de un peso enorme, cual si dejara ir una bolsa llena de piedras filosas. Como su hijo estaba deseoso de ayudarle, de la manera que pudiera. Pero ella lo hacía a un lado, le relegaba sus preguntas con la única respuesta: son asuntos que atañen a los adultos, no a los niños. Cuanto llegó a detestar el significado de esa frase. Pedir obediencia ciega era tan frustrante.
El paisaje era rocoso, muy poco propicio para la vida, no era de extrañar que entrenaran en ese sector. Bulma se alejó con prisa de los brazos de su niño en el instante en que la dejó tocar el suelo, recorriendo el lugar con detenimiento. Evidentemente ahí habían convivido padre e hijo, las señales de lucha eran muchas, y era evidente también que el lugar estaba desierto, no se escuchaba nada, salvo el fuerte viento que empujaba y silbaba. La mujer tuvo que acomodarse como pudo, la delgada polera blanca y su típico pañuelo rojo al cuello no le abrigaban, continuo avanzando viendo atentamente por todos lados, escuchó a sus espaldas un comentario desanimado del niño que pateaba con pereza unas piedras, pero ella continuó avanzando sin hacer caso, el viento que desordenaba su cabello podía intimidarla antes, la antigua Bulma pondría muchos peros para caminar por ese sitio, eso era antes, la Bulma de ahora no podría ser intimidada por un poco de viento, asombrado su hijo la observa avanzar buscando con mirada inquisitiva, buscando con decisión.
"Qué lugar más terrible" pensó la mujer. La luz no llegaba del todo para alumbrar las grutas, tampoco había suficiente silencio. A cada momento le parecía escuchar el sonido de una voz detrás de ella, un rumor, un movimiento que le obligaba a mirar sobre su hombro, cual si hubiera fantasmas pegados a las rocas. O se podría pensar que las mismas rocas se deshacían exhalando suspiros, que respiraban en exhalaciones cortas y espaciadas. Las sombras creaban falsos ojos que fijaban la mirada, falsos pasos producto solo del eco que fluía y bajaba por los resquicios cual si por calles paseara. Era un sonido muerto, solemne y hueco.
Haciendo acopio de toda su entereza la ojiazul se mantuvo caminando. No era peor que el escenario de la segunda misión. Levantó sus ojos al cielo que casi no podía verse por las paredes hechas de piedra. Los susurros de esos horribles seres que los atacaron hace tanto tiempo la obligaron a estremecerse. Era un callejón tan distinto al de ese planeta, por eso podía recorrer sin más pausas este que tenía en frente, con toda su dificultad y toda su falsedad. Vio árboles muertos, raíces secas, el polvo que saltaba a sus pisadas y el rumor que acompañaba a las sombras no logró hacerla voltear otra vez.
Entonces la ojiazul lo encontró, el sitio que sin duda Vegeta había dado uso como su morada temporal. Ninguna de sus pertenencias se encontraba allí. Aún así casi pudo jurar la manera en que el saiyajin había dispuesto todo: allí habría dormido, por allá estarían sus ropas, en este sitio pondría las lámparas, entre esas piedras naranjas. Si hubiera podido encender una linterna no necesitaría imaginar la triste luz en el labrado pétreo. Casi pudo verlo, meditando en esa habitación improvisada, haciendo ejercicios, siempre tan ordenado y metódico. Pasó la mano por la roca viva, buscando, buscando entre grietas, entre las fisuras, una pista, una señal, algo. Pero allí ya no había nada, nada para ella. "Por qué no hablas Vegeta?" pensó la humana "por qué no dices lo que pensabas?" reflexionaba mientras examinaba las últimas rendijas hasta lastimarse los dedos, " qué voy a hacer ahora? Qué vamos a hacer a partir de ahora?" se cuestionaba a sí misma hasta que encontró un indicio. Allí sí había algo abandonado, algo que el varón dejó adrede debajo de unas rocas, oculto. Presurosa Bulma liberó una nota escondida, una que contenía pocas palabras:
"planeta tierra, sigue brillando como hasta ahora, hazlo por mis hijos, cobíjalos en tu manto cambiante y déjalos crecer en tu viva faz, albergas mis esperanzas de un futuro para ellos. Y para ella."
Inclinada y de rodillas, así estaba la mujer después de leer la inscripción, había caído bajo el peso de su propio cuerpo. En sus manos la humana arrugó la nota, esa era una despedida. Unos momentos antes estuvo luchando por mantener la calma, ahora la ira se manifestaba en su rostro. Cuánto tiempo planeaba irse ese hombre? Meses? Años? Acaso se había planeado volver al menos? Golpeó el piso rocoso con el puño cerrado sin importarle qué daño iba a causarse, permitiendo la ira salir, permitiendo que los minutos transcurrieran uno tras otro hasta sosegar sus ánimos, hasta aniquilar el impulso al llanto.
Ya más en dominio de sí misma pero todavía molesta Bulma se levantó guardando lo que quedaba del escrito entre sus ropas, acomodó el pañuelo del cuello y trató de disimular, iba a buscar a su niño y a retornar a la corporación, avanzó unos pocos pasos y la detuvo la figura de Vegeta en la entrada, sorprendida ante ese hallazgo retrocedió por puro instinto.
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LA VERDAD DE MI PASADO
FanfictionBulma no mide el peligro cuando va detrás de los muchachos, sin pretenderlo ellos se dirigen directamente a una situación llena de problemas, esta vez un extraño artefacto envía a cada uno de los presentes a distintas líneas de tiempo, para los gu...