Capítulo 20

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Tal vez si no hubiera estado segura que el brazo que sostenía era del hombre al que un día llamaría esposo, Bulma hubiera sentido un terror espantoso cuando se quedaron en penumbra. Esa oscuridad era por decirlo de alguna forma: anormal, extraña, como el aliento de una criatura que la rodeaba e intentaba apoderarse de ella, era algo que le producía escalofríos. Vegeta se levantó al minuto de quedarse sin luz, comenzó a caminar casi arrastrando a la mujer que se negaba a soltarle el brazo consciente que iba a tropezar a cada paso pero no le importaba, la llevó a la nave para dejarla ahí mientras él iba a continuar con su conquista del planeta. Al contrario de lo que la científica pensaba la noche no había llegado aún, sino que se trataba de un efecto climático, una tormenta cuyas nubes ahora transportaban humo y ceniza capaz de ocultar cualquier luz y también podía disminuir el nivel de oxígeno logrando así que el fuego se apagara, este planeta sufría estos intempestivos cambios de en el clima, no era un buen planeta por ello, los dueños seguro obtuvieron una buena rebaja por este pedazo incontrolable de suelo donde vivir. Después de dejarla en su nave el príncipe volvió a tomar vuelo, no era necesario conocer la geografía del planeta, hubiera sido preferible pero no era tan necesario en este caso, sus adversarios eran numerosos pero les faltaba experiencia, era seguro que sus enemigos dejaron muchos puestos de vigilancia bajo la creencia que estos brindarían más seguridad. Falso, lo único que lograban era dividir sus fuerzas en pequeñas unidades y todas estas unidades estarían desperdigadas en muchos lugares, así cuantas más defensas tratarían de implementar, más debilitados estaban en realidad. Así que no era necesario conocer la geografía, sino era más importante saber cuándo atacar, así si un flanco de la defensa se ve en apuros era imposible movilizar a tiempo tropas para apoyarlo por más cerca que se encuentren. Por eso ir en ataque directo era su mejor opción, la victoria se ganaría por sorpresa o por sumisión con un método distractor: un falso asalto al azar, podían ir destruyendo lugares bien defendidos y dirigirse al siguiente sin dudar, pero también podía pasar por alto algún puesto de defensa para que la información del enemigo sea todavía más equivocada y así generar caos entre sus adversarios. Este ataque era tan eficaz por una sencilla razón: el rastreador, este aparato enseñaba sin equivocaciones la ubicación de todo enemigo y su cantidad. Entre orden y desorden los guerreros saiyajin atacaban con sadismo mermando rápidamente los números de los soldados enemigos dejándolos sin opciones, como iban a escapar si se creían totalmente rodeados? Si recibían señales de ayuda de izquierda a derecha, a donde iban a correr? Obviamente a donde los saiyajines querrían que corrieran, les iban a dejar un supuesto paso libre para que se reagrupen y se reabastezcan. Ese sitio iba a ser su lugar de perdición, las tropas hechas pedazos correrían como presas a un matadero cargando a sus heridos esperando un milagro. Pero aún faltaba un poco más de tiempo para eso, pronto las fuerzas de los ladrones iban a tener que replegarse y de ahí debían esperar y darles tiempo para que se reúnan. El príncipe dejo salir una carcajada por la satisfacción que le provocaba ver marchar su plan justo como él esperaba, estaba aniquilando una tropa de apoyo que se ubicó en una pequeña ciudad, a él no le importaba lo más mínimo destruir toda estructura para aniquilar a todo aquel que se le oponga, los edificios perdían cristales, se abrían grandes agujeros en las paredes donde los poderes impactaban a veces derrumbando todo un edificio, sin perder tiempo los soldados enemigos abrían fuego contra él, debían estar sordos por el ruido imponente de sus propias armas, muchas veces dispararon pero todo era inútil, el cielo enrojecía con el resplandor del fuego y el aire se impregnaba con el aroma de muerte y carbón, al final solo quedaban en las calles el humo rojo que se elevaba desde los edificios, alrededor del saiyajin habían restos de armas, escombros y cadáveres dispersos que salpicaban las calles como unas pinceladas en un lienzo mal hecho, por aquí y por allá habían pedazos de lo que alguna vez fueron seres vivos.

Al fin era de noche, esperar era una parte importante del plan y por mucho que le disgustara debía hacerlo, para matar el tiempo fue al sitio donde dejó su nave con la mujer dentro.

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