veinte

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"Emoji de una ola"

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Las luces neones de los locales se reflejan en el piso húmedo. No escucho nada más que las botas de Calum golpeando el suelo, sus pasos aceleran cada vez más que me hace trotar para poder alcanzarlo aún cuando su mano sostiene la mía con firmeza.

Hace frío. Es lo que pasa cuando abrazas a una persona por horas enteras, intentando ser un apoyo tanto emocional como físico.

A pesar de que caminamos por un callejón oscuro y sin salida, me siento segura con él.

Ya es de noche, pasadas las ocho. No he puesto un pie en casa desde esta mañana. Calum necesitaba de mí y no pensaba dejarlo solo.

Pienso en el regaño que me dará mamá y sobretodo Sam. No he dado señales de vida, pero Jimothy está cubriéndome diciendo que estamos viendo películas en su casa. Son incontables todas las veces que me ha echado la mano que terminaré debiéndole una mansión en Malibú. Siempre tan incondicional.

Mis pensamientos se clausuran al escuchar la campana del local. Miro a mi al rededor para relacionarme con mi entorno, sólo veo paredes negras y manuscritos raros en ellas. Hay un chico tatuado de pies a cabeza, sentado tras un mostrador.

— Darryl. –saluda el castaño con una sonrisa–. ¿Cuánto debo pagarte hoy?

— Calum. –el hombre le devuelve el gesto–. Si no tuviera un perro al que alimentar, no te cobraría ni un sólo centavo. –este ríe.

Calum suelta mi mano y me pide con señas que no me mueva de donde estoy. Ambos chicos entablan una conversación llena de risas, no sin antes abrazarse como si no se hubieran visto en años.

El moreno se ve mucho mejor cuando sonríe. Por un momento me olvido que ha llorado en mis brazos por más de dos horas hasta caer dormido. Todos somos sensibles y está bien serlo.

Giro sobre mis talones para darle un vistazo a todo el lugar. No es del todo agradable pero es justo como lo esperaba, como cualquier local de tatuajes. Puedo escuchar rap de fondo e igual percibo el olor a cigarrillo.

Saco mi celular para llamarle a mamá y decirle que todo está bien, pero unos brazos enroscados en mi cintura me lo impiden.

— ¿Lista? –siento su respiración en mi cuello–. Ven conmigo.

Sujeta mi mano y me lleva a una sala con sillones de cuero. Está la típica camilla negra que todos los tatuadores utilizan.

Calum comienza a quitarse la chaqueta de cuero mientras el otro chico comienza a acomodar su material en una bandeja de metal. Lo escucho encender la aguja y aquello me hace estremecer.

— ¿Puedes cuidarme esto? –el castaño me extiende la chaqueta, yo se la acepto.

Seguido procede a quitarse la sudadera, misma que me extiende. Creí que tal vez se tatuaría en el brazo, pero esa idea se desvanece por completo cuando también se saca la camisa.

Mis piernas flaquean.

Ya tiene algunos pocos tatuajes en el torso y está perfectamente fornido, justo como lo recordaba cuando lo miré aquella vez en el lago.

Se recuesta en la camilla y lo único que hace es mirarme con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¿Estas seguro? –cuestiono nerviosa–. ¿Qué vas a tatuarte? En tu piel, para siempre. –remarco el hecho de que un tatuaje es permanente.

— Tu nombre.

Darryl ríe mientras limpia el pecho del castaño. A mí no me causa gracia en absoluto. Veo que todo es una broma cuando Calum ríe junto al otro.

Revenge  [C.T.H]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora