(𝗔𝗗𝗔𝗣𝗧𝗔𝗖𝗜Ó𝗡 𝗖𝗟𝗔𝗨𝗠𝗜𝗟𝗜𝗔)
La mágica historia de Emilia, una prostituta bien pagada y Claudio, el orgulloso y millonario empresario.
¿Logrará este amor sobrevivir a las habladurías, a la diferencias de clase y por supuesto... a ellos...
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Emilia terminó de peinarse y se miró frente al espejo, su pelo corto le estaba empezando a agradar, pero igual echaba de menos su pelo negro que le llegaba hasta la cintura y el cuál Claudio amaba. Pasó su mano por el vestido para quitar cualquier arruga, el buen tiempo ya se iba notando, por lo llevaba un vestido blanco de manga larga y unas bonitas botas negras; como toque final se colocó en broche de la corona que Kevin le había dado días antes. Miró su mano y el anillo brilló con un destello, soltó un suspiro, todo había sido demasiado extraño, pero al fin era la mujer de Claudio, aunque él no la amaba como ella quería.
— Niña Emilia— la voz de Julia la sacó de sus pensamientos— el auto ya está listo— dijo con una sonrisa mientras acariciaba su brazo— ¿se siente bien?
— Oh sí— dijo poniéndose en pie— estaba terminando de arreglarme, gracias— cogió su bolso y se echó una última mirada frente al espejo, se veía bonita, pero nunca sería suficiente para Claudio— vendré en la tarde.
— Bien, entonces la cena la tendrá lista para usted y el señor— dijo colocando el abrigo por encima de sus hombros— que disfrute de la comida con el joven Kevin— le dio la bendición y ella salió rumbo al auto que le llevaría al restaurante dónde había quedado de verse con su mejor amigo.
Por el camino se dedicó a mirar la Ciudad y a la gente que paseaba, ya sea sola, en pareja o en familia… Una familia, eso era lo que ella ansiaba en un futuro, pero sabía que Claudio no quería tener hijos y que ella, no sabría si en un futuro seguiría con él; ya que apenas llevaban unos días casados y todo era malo, se veían en las noches, él se acostaba con ella, y después, se quedaba dormido, ni siquiera le había preguntado sobre si estaba bien ella, y la situación la estaba abrumando tanto, que no veía una luz al final de túnel. Sí, era la esposa de Claudio, pero se sentía tan sola y tan vacía, que no sabía cuánto más podría aguantar sin su amor, tenía la esperanza… Pero cada vez se hacía inexistente.
— Llegamos señora Meyer— ella levantó la cabeza e hizo una seña, ella misma abrió la puerta y se bajó— me avisa cualquier cosa.
— Sí, gracias— dijo con una sonrisa amable— Kevin me llevará a la casa— el conductor asintió y ella cerró la puerta, para abrirse paso entre la gente y entrar al restaurante.
Kevin lucía un traje hecho a su medida, era de color gris y no llevaba corbata, ganándose así la mirada de todas las mujeres y algún hombre del lugar, cuando vio la pequeña mujer entrar sacó una sonrisa y se puso en pie— mi hermosa dama— dijo con una sonrisa, ella se sonrojó y le ayudó a sentarse— estás muy bonita, como siempre.
— Gracias Kevin— dijo con una corta sonrisa— ¿llevas mucho esperando?
Kevin negó mirándola— está bien, vamos a pedir y comenzamos con la plática, que creo que será extensa— dijo con una leve risa, ella asintió intentando sonreír, pero lo único que logró fue una mueca.