EPÍLOGO 1

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Epílogo.

SIEMPRE SERÉ IGUAL.

Caminé sin pausa pero sin prisa. Con los nervios a flor de piel y con las manos sudándome.

Ya habían pasado cinco años. El juicio, ver a Will entre rejas y la rabia que estaba en mi interior me destruyeron.

Tenía veintidós años, pero parecía que tenía el triple. Incluso hoy, el día de la boda de Carolyn.

Me negué a usar maquillaje, me negué a ponerme un vestido, y me negué rotundamente a ponerme unos tacones.

"Si a la gente no le gusta que mire para otro lado" -contestaba con tono aburrido.

Lo que más extrañaba eran los ojos de Brandon. Siempre tenía algo en mi vientre moviéndose en cuanto pensaba en él. No. No puede ser.

Llevaba cinco años sin verlo. ¿Cómo iba a estar enamorada de él? Le haría mucho daño. Siempre seré igual.

–Eres la madrina, no puedes estar así -dijo Adam mirándome con desaprobación.

–Eres el novio, no puedes estar aquí -repliqué cansina. Los ojos de Adam me observaron inquietamente.

Vi de ellos salir una lágrima, y mi alma se partió en trocitos.

–No, Adam. No llores. Ni aquí, ni ahora, ni nunca -balbuceé negando efusivamente con la cabeza-. Yo merezco estar así. Pero tú no.

–¿Cómo eres capaz de decir eso? -preguntó mordiéndose la mejilla, algo que no hacía nunca.

–No lo sé -respondí bajando la mirada a sus manos, las cuales agarré y acaricié-. En cuanto te cases con Carolyn, vas a estar en una burbuja. Y yo no quiero explotarla.

Solté sus manos bruscamente y empecé a correr como loca en mis zapatillas viejas de Nike.

Mis zapatillas. Las que llevan cinco años soportando mis huidas...

Para mi sorpresa, mi hermano no me perseguía. Miré atrás y lo vi con las manos cubriendo su cara.

Y para mi segunda sorpresa, mi boca estaba comiendo hierba. Y no lo digo de coña.

Algo pesado estaba encima de mí, y mis instintos asesinos florecieron como nunca lo habían hecho antes.

Con una ferocidad increíble, me di la vuelta y empujé al animal que se me había tirado encima, para después echarlo al suelo y poner mi pie sobre él mientras cerraba los ojos para calmarme.

Al abrilos, tuve que volver a cerrarlos para no desmayarme. Volví a abrirlos. Él seguía ahí.

Su cabello castaño, su mandíbula dura como una pared y sus ojos azules seguían igual que siempre.

–¿Bra-Brandon? -murmuré abriendo los ojos como platos.

–Hola Sam. También me alegro de verte -contestó mirando mi pie que descansaba sobre su pecho-. ¿Aún las sigues llevando? -preguntó divertido, a lo que yo lo apreté y respiró entrecortadamente.

–¿Qué haces aquí? -pregunté confundida.

–Tu hermano y Carolyn son grandes amigos míos -respondió obvio, a lo que yo rodé los ojos-. ¿No me has extrañado?

–¿No has cambiado?

–¿Por qué lo dices? Ahora soy más guapo. Y saca tu pie que me estropeas el smoking.

–Tu ego está muy alto -contesté y una sonrisa escapó de mis labios. Inconscientemente me llevé la mano a mi boca. No podía estar sonriendo.

Él me miró y su cara se transformó en algo triste.

–¿Qué pasa? -pregunté mirando a todos lados.

–Has sonreído. Tu hermano dice que eres un pozo sin fondo -contestó, y yo saqué el pie de su pecho.

–¿Has estado hablando con él? -pregunté indignada.

–Desde el día en que nos graduamos.

Agarré las solapas de su traje y tiré de él con una furia indescriptible.

–¡¿Y ni siquiera te has parado a pensar en llamarme?! -grité sollozando y empecé a golpearlo.

–Sam, dijiste que no podíamos estar juntos. Cumplí con mi palabra.

–¡No quería que la cumplieras! -protesté con las lágrimas cayendo de nuevo en cascada.

–Eh, Sam -dijo agarrándome con sus suaves manos y apretándome a él. Me estaba abrazando. Y no sabe lo jodidamente bien que se estaba así.

–Eres un jodido perro -mascullé enfadada.

–Pero me quieres.

–Narcisista.

–Si fuera narcisista no estaría enamorado de ti -su voz era aterciopelada. Dios, cuánto lo había extrañado.

–¿Lo estás o lo estabas? -pregunté con miedo a su respuesta.

–Lo estaba. Lo estoy. Y lo estaré. Siempre. Me es imposible olvidarme de ti. Ni aunque lo intente. Ni borracho ni drogado. Tú eres más importante que mi vida propia. Y eso no es discutible.

Se me hizo un nudo en el estómago al escucharlo. No quería hacerle daño.

–Yo también. Siempre lo he estado -su agarre se hizo más fuerte.

–¿Y por qué siempre te has negado?

–Por que no quiero hacerte daño. Siempre seré igual. Soy una granada. Puedo explotar en cualquier momento.

–Bebé, y yo soy impermeable. No me harás daño siempre que no te lo hagas a ti misma.

–Te quiero -mascullé asombrada por mis sentimientos.

–Yo también. Siempre juntos. Estos cinco años fueron un infierno.

–Estos cinco años merecen ser olvidados -respondí rápidamente.

–Y esta ropa quemada -contestó divertido, a lo que yo lo golpeé-. Vente, Carolyn tiene algo preparado para ti.

–¿Qué es?

–Un buen vestido.

 

Aún queda el segundo epílogo, donde diré cuál ha sido el final de cada personaje :)

PD.: Perdón por tardar tanto en subir. Se me borró el epílogo que tenía escrito y tuve que volver a escribirlo. Con el estrés de los exámenes, no tenía ganas y lo dejé para este fin de semana.

BESOTES, DIOSA AZUL ♥

Guerra de chicas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora