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La luz de la mañana se abrió pasó entre las cortinas de la ventana despertando a Sua. Trató de dar una vuelta en su cama pero cayó de cara contra el suelo.

—Auch—una vez abrió los ojos notó que algo no andaba bien, el suelo de su habitación era diferente. Se levantó y al observar mejor se dió cuenta que toda la habitación era diferente.

Las paredes eran azules, habían pósters de bandas que no conocía, la cama era más pequeña que la suya y había un escritorio cerca de la ventana que daba afuera.

—¿Qué rayos está pasando?

Se acercó a lo que parecía ser un espejo en la puerta de la habitación, y cuando pudo estar de frente se quedó helada. Unos ojos negros, una cara conocida observándola. Era Siyeon. Elevó sus manos y tocó su cara. Ella era Siyeon.

—¡Ahhhhhhhh!

Esto debe ser una pesadilla, pensó. Aún en shock Sua decidió volver a la cama y cerró los ojos con fuerza, tal vez al despertar todo volvería a la normalidad.

—Siyeon, ¿Estás bien? —tocaron la puerta.

No puede ser. Aún sigue en la pesadilla, es lo único que podía pensar.

—Siyeon, hija. ¿Estás bien? —volvió a preguntar la señora Lee con preocupación en la voz.

Sua nunca había estado tan confundida en toda su vida, a excepción de las clases de matemáticas pero ese era otro tema.

—Sí, si. Yo estoy bien.

—¿Segura? Te escuché gritar.

—No, sólo fue un golpe.... Yo estoy bien.

Sua se quedó mirando al techo luego de escuchar los pasos de la señora Lee alejándose de la habitación.

—Mierda.

Siyeon despertó de golpe, un pequeño dolor hizo aparición en su cabeza, extraño pensó ya que no había tomado casi nada anoche.

Una vez consciente de donde se encontraba, se dió cuenta que este lugar no era para nada su habitación. Las paredes eran de un rosa claro, había un escritorio y un gran armario con un gran espejo en él.

Se sentó en la cama y se sintió un poco mareada. Al observar sus manos notó que eran más pequeñas de lo que solían ser. Entonces se levantó y al observar su reflejo en el espejo, se asustó.

—No puede ser—se restregó los ojos con las manos, sin poder creer lo que estaba viendo.

Frente a sus ojos estaba Sua, la chica de ojos cafés, con un cabello color miel, su compañera. Pero eso no era lo más loco, lo más loco es que Siyeon estaba en ese cuerpo. Ella era Sua.

—No puede ser, no puede ser, no puede ser.

Buscó en el armario ropa al azar, se colocó unos pantalones deportivos y buscó unos tenis.

Sin pensarlo salió de la habitación, si ella no tenía respuestas para esto, sabía quien podría. O al menos sabía donde podría encontrar su propio cuerpo.

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