Primera Vez

347 8 2
                                    

Aquí estoy sola, sentada viendo con ansias como los minutos parecen ir tan lento como suero de pasta dental; haciendo uso de las manos para limpiar lo que parecen ser migajas del sándwich que me había comido hace una hora y media antes.

Los restos de pan se logran confundir con los trazos blancos de mi vestido de flores azules, pero eso no hace que me preocupe menos el hecho de sentirme sola en esta sala de espera en que el silencio parece ser perpetuo, a pesar de que hay una secretaria al lado de la puerta.

Estoy frente a un consultorio de psicología. He aceptado venir por recomendación de uno de mis mejores amigos; jamás se me habría ocurrido hacerlo por mí misma. Tenía la idea de que tenía que estar loca y de que a los psicólogos y psiquiatras se les paga para decirte lo que acababan de escuchar de tu parte.

De repente una voz en mi cabeza me hace recordar una de las tantas veces que he pensado abandonar todo y en lo difícil que han sido para mí las últimas semanas. A veces pienso que puede que nunca me sienta apreciada por alguien.

Es una tarde de lunes, de finales de invierno, con el sol resplandeciente que acaricia0 la piel de cualquiera pero que pocos le prestan atención.

Al fin se abre la puerta y una mujer de tez morena asoma la cabeza mientras la secretaria me mira, sin mostrar emoción:

- Meredith, es tu turno, puedes pasar.

- Gracias-digo mientras vuelvo a la realidad.

Entro a un consultorio no muy grande pero que parece acogedor y tiene el espacio suficiente como para albergar un sofá con dos estantes en los que no hay muchos libros, un par de sillas, un bebedero y una mesita con una cafetera.

Nada ostentoso, parece cálido y se ve como el lugar perfecto donde podrían comenzar a salir a flote algunas de las cosas que me aquejan últimamente.

-Hola Meredith, soy Flor Suárez-me dice, a la vez que me invita a sentarme, con un gesto.

-Hola- digo un tanto atontada y dudando un poco aún de si esto en realidad me puede llegar a agradar.

-Javier me habló un poquito de ti. Me dijo que eres su amiga. Yo a él lo conozco desde que era mi estudiante.

-Sí, él fue que me habló de usted-respondo, pensando en qué tanto él le habría contado, dado que por ser mi mejor amigo conoce mucho de mí.

-No sé si él te dijo como soy, pero bueno. No soy tan suave como aparento, suelo ser bastante directa y a veces hasta ruda, pero todo es por el bien de mis pacientes.

-Por mí está bien- respondo sin mucha emoción.

- Bueno, vamos a esto ¿Cómo te sientes? - me pregunta, poniéndose un poco más seria.

-Bien, no me quejo- digo mientras suspiro cansada.

-Sí, pero digo en el fondo- dice, como usando sus habilidades de análisis.

- Bueno, en realidad no... -y bajo la cara, sin siquiera hacer el mínimo intento de ocultar la verdad- me siento agotada y con ganas de llorar a cada rato.

- ¿Te ha pasado algo fuerte estos días? ¿O ha sido de repente?

- Me han pasado varias cosas-digo, sin darme cuenta de que estaba hablando de mí misma sin sentirme tan incómoda o juzgada. Parece ser que una de sus habilidades es hacerme sentir que estamos en confianza.

- Cuéntame... -me dice, mientras mueve la mano.

- Mi vida laboral, mi carrera y mi vida sentimental son un desastre. La última hace tiempo que no sirve. Creo que necesito ayuda, no puedo sola.

-Bueno, has dado el primer paso a tu mejoría: has buscado ayuda al sentirte así.

-Sí, pero es que siempre he sido fuerte, he podido con todo yo sola.

-El "poder con todo" no significa que seas fuerte-dice, sin siquiera levantar la mirada de su cuaderno de apuntes.

-Siempre creí que si- digo entre dudas.

-Ese mismo afán de querer poder con todo te hace querer que todo salga como lo planeas y cuando no lo logras se te arma el peo mental-dice, mirándome de frente con actitud firme.

-Pero es que...

-Pero es que nada-me interrumpe- la vida no será siempre como la piensas, esto no es como esos cuentos de Disney en que todo es color rosa y hay un príncipe azul dispuesto a hacerlo todo por ti.

-No pido eso-trato de defenderme. Y por mi mente cruza la frase "...puedo ser ruda"

-Tú no pero tu mente quiere que sea así, porque en el fondo quieres que la vida sea más fácil-dice sin perder la calma.

-Solo quisiera que todo no se me haya derrumbado de repente. Ni lo vi venir.

- De eso se trata la vida: ella te golpea, tú aguantas como puedas y le devuelves más fuerte.

-He tratado de ser fuerte mi vida entera; ahora no me siento así.

-Lo eres, todos lo somos, solo es cuestión de encontrar donde está nuestra fortaleza.

-Pero ¿cómo se hace? -digo, con más dudas de las que ya tenía.

-Vamos a ver: ¿cómo es tu vida laboral?

-Es buena, pero siento que me estanco y no avanzo y que algunos no valoran lo que hago-digo, sintiendo cara de preocupación

-¿Y esa parte depende de ti?

- No, de hecho.

- Entonces, de ahora en adelante lo que no dependa de ti vamos a dejarlo en una esquinita y lo revisamos luego, si tenemos tiempo.

- ¿Ahora debo poner mi mente en blanco? - digo en tono algo sarcástico.

- No, ahora mismo tu mente es una casa, bien desordenada, por cierto, que vas a remodelar y amueblarla solo con cosas útiles para tu bienestar- me respondió en tono serio y con mirada aguzada.

- Está bien- respondo, sin querer volver a bromear.

- ¿Cómo es eso de tu carrera?

- Siento que es lo mismo: no avanzo.

- Mmmm, ya veo, ¿te pasa lo mismo con tu vida amorosa?

- Sí, más o menos- respondo, sin saber qué relación tenía una cosa con la otra.

- ¿Cómo te tratan en tu familia?

- Eeeh, normal, como en todas.

Entre preguntas y respuestas se pasa la sesión de terapia. Ni siquiera parece que el tiempo avanzara.

- Bueno, Meredith, el tiempo de hoy ha concluido. Pero antes de irte tengo varias cosas para aclarar: no es un proceso fácil el que estás pasando, pero vas por buen camino.

- Jeje si usted lo dice- digo mientras me toco el cabello.

- Aquí comenzará la magia de esta terapia: vamos a encontrar esa y más respuestas; aunque debo advertirte que solo serviré de guía en algunas cosas y que no lo sé todo, por eso me auxilio de material de otros psicólogos, psiquiatras y de temas de salud mental.

- Bueno, espero que funcione- digo un tanto incrédula.

- Ya verás que así será, solo debes confiar y no dudar de ti y tu capacidad para mejorar. Ah y como me dijiste que de vez en cuando escribes, vamos a usar eso a tu favor.

- ¿Y eso cómo será? - pregunto, con una risita tímida, sin saber lo que esperar.

- Te haré unas preguntas al final de cada sesión, en tu casa las respondes y a la próxima las traes.

- Será como a los niños pequeños, una tarea.

- Puedes verlo así si quieres. En tus 3 sesiones semanales le podemos sacar mucho provecho.

- ¿Y de que tratará esta vez?

- Bueno, quiero que escribas "Lo que siento en las crisis de ansiedad", sin importar cuantas sean.

Luego de esto salgo, miro de reojo a la secretaria y veo que afuera hay una pareja esperando su turno para entrar a consulta.

DesnudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora