Ser o estar

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Es mediodía. No siento apetito. La tristeza apenas me ha dejado salir de la habitación una sola vez en cuatro horas.

Debo decir que las crisis de ansiedad han disminuido pero no han dejado de ser una parte de mi.

Me siento distante, sin más que hacer que solo ver el tiempo pasar, y en medio del caos tratar de encontrar una salida aunque no la veo ahora. Todo es tan confuso.

Creí que luego de tanto que ha pasado todo sería distinto pero no sé. Siento que solo he cambiado de punto de vista pero que el mundo sigue girando igual, sin importarle nada de lo que sea que yo siento. Y me he quedado como en stand by, sin avanzar.

A veces siento que a nadie más le importa lo que hago, ni siquiera les interesa algo más que no sean sus propios asuntos. Creo que hay un poco de egoísmo en la mayoría de las personas que no les permite ver más allá de sus necesidades.

Me decepciono por esa conducta y vuelvo a caer ante la realidad; esta vez la impotencia de saberme en soledad y de no sentir que sea suficiente me hace tropezar con la realidad de que a pesar de darle siempre el chance a los demás de que se queden en mi vida, algunos no parecen valorar mi esfuerzo y nadie sabe de mis luchas internas.

Es deprimente sentir que nadie te pone atención, sentirse distante sin saber la razón, saberse ignorado hasta por quien más quieres sin haber hecho nada más que estar ahí cuando te necesitan y le brindas algún beneficio; así que para tratar de menguar el dolor prefieres ocultar tu lado sensible de ellos y te vuelves indiferente a muchas cosas para que no te hagan más daño del que te han hecho antes o para que no te vean como un ser débil y eso los aparte aún más de ti.

Lo cierto es que a veces el error está en creer que los demás actuarán igual que nosotros, y esto de manera inconsciente hace que esperemos más de ellos de lo que en realidad nos pueden ofrecer.

Me decido por llamar a Madeline, tal vez así logre dispersar un poco los pensamientos.

–Hola chavalina- me dice, y se le nota la alegría.–¿Cómo has pasado estos días?
–Bueno, a la verdad es que he mejorado bastante.
–Vale, me alegro de eso. ¿Y como vas con Max?
–Más o menos igual, tú sabes, eso de la distancia a veces la juega en contra.
–Sí, es todo un desafío, pero si crees que puedes con eso lo harás bien.
–Sí, así lo creo. Lo único es que a veces la mente ociosa nos la juega en contra y se piensan muchas cosas.
–En esos momentos piensa lo siguiente: no todo lo qué pasa por la mente es real y muchas veces solo son inventos. Lo importante es que sepas lo que quieres y como ir tras ello.
–Vale, lo haré.

Es una llamada de esas algo largas pero que ni te das cuenta. Nos ponemos al tanto de cosas de ambas. Veintitrés minutos no parecen bastar para la dosis de optimismo, fe y motivación que me inyecta ella en estos momentos.

Nos despedimos y me quedo pensando que estamos lejos, pero que parte del reto de querer y valorar a alguien es aprender a manejar las emociones a través de las distancias sin dejar de buscarnos.

De hecho, muchas veces nos buscan más los amigos que los que dicen ser familia; así me doy cuenta de que no es quien dice estar para nosotros sino quien lo demuestra con sus acciones.

No es quien vive a dos casas o en el mismo barrio, sino quien toma de su tiempo y busca la manera de darte apoyo y cariño cuando ni tú sabes lo que te molesta.

No es quien quiere que le des me gusta a una publicación o que apoyes algo suyo cuando ellos ni siquiera se fijan en tus asuntos y solo te buscan cuando te necesitan. La vida es más que una red social y unos likes.

Por eso hoy decido sólo buscar a quien me busque, darle apoyo a quien demuestre que puede estar cerca de mí genuinamente, más allá del interés. A quien sepa apoyar mis causas y las celebre como yo lo hago con las suyas.

Hoy, a modo de promesa conmigo digo que estoy para quien está aunque no esté, más allá de las cercanías hipócritas y las falsas sonrisas que esconden algún interés particular; me alejo, como pueda, de la gente que cuando no les doy lo que quieran me intenta hacer miserable o que no valgo; me mantengo distante de los errores del pasado y de lo que me quiera atar a ello; me desligo de la gente que no comparta mi felicidad porque quiere que dependa de sus deseos; me quedo solo con quienes puedo ser yo, estar sin sentir que soy un objeto desechable o que soy malo por no estar allí.

Me quedo con los reales, los que me impulsan y me motivan, los que saben ganarse mi confianza y me hacen feliz, los que aún en la distancia son tan cercanos como la luz del sol.

Porque lo cierto es que más allá de las palabras está el valor de demostrar lo que se dice. Sin importar si es "familia" o "amigo".

DesnudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora