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Capítulo 35

Para la gala, Marco y yo fuimos por su traje, como me prometió me dejo escoger y la decisión final fue un traje sastre color gris merengo con un coqueto pañuelo verde esmeralda que coincidía con el tono del traje que utilizaría yo.

Ya listos para dirigirnos al evento me toma de las manos antes de entrar a su camioneta y me coloca en las palmas una cajitas cuadrada de terciopelo negro, la que al abrir muestra un precioso collar, una cadenita de platino con un dije de diamante en forma de gota, es delicado y precioso lo coloca en mi cuellos y besa delicadamente mi espalda.

Yo llevo el vestido verde, unas sandalias de tacón con brillantes, el cabello recogido en un chongo desenfadado con algunas hebras de cabello sueltas y como accesorios unos zarcillos de punto que curiosamente caen a juego con el collar que me acaba de dar este despampanante hombre.

-En la gala, no prestes atención a lo que digan las personas alrededor ¿sí?

-Porque dices eso- pregunto

-Estará Paula y no quiero que ningún comentario mal intencionados te afecte, recuerda que tu eres mi novia y nadie más me interesa aparte de ti.

-Está bien- a pesar que sé que es verdad no deja de picarme una venita por la incomodidad que representa saber que esa mujer estará ahí.

Al llegar al sitio del evento Marco sale del auto, y muy caballeroso abre mi puerta, me ofrece la mano y juntos entramos pasando por un pasillo que a ambos lados viste sus paredes de cuadros enmarcados en dorado, bajo cada uno de ellos el nombre del artista y una corta descripción sobre el mismo. Algunos son preciosos, otros enigmáticos y unos cuantos muy aterradores.

Al final del pasillo una cortina de terciopelo rojo con detalles en oro, se divide a la mitad para permitir el paso de los invitados. Entramos y el panorama que ofrece el salón es aun más ostentoso. Con mesas redondas -repartidas en forma de "U" alrededor del salón- vestidas de un prístino blanco, seis lugares en cada mesa con la indumentaria necesaria para la cena. En el espacio restante una tarima de tamaño medio, que será el centro de atención al momento de la subasta.

-¿Qué te parece todo?- me pregunta Marco al oído.

-Es precioso- respondo tranquila.

-Lo es- dice mirándome directamente a los ojos, y al instante sé que me he sonrojado.

>>vamos, debo saludar a algunas personas, y me gustaría presentarte a otras varias.

Y cuando dijo que me presentaría a alguien, nunca pensé que serian tantas personas, pasamos de mesa en mesa, y de una conversación a otra, me han dado la mano tantas veces, recibido tantos besos en la mejilla y escuchado tantos nombres que ya no recuerdo el primero mencionado. Es gracioso ver como algunas mujeres no respetan a sus acompañantes y se comen a Marco con la mirada, y hombres que no separan la vista de mí. En muchas ocasiones Marco gruño bajo, ante algún atrevido que demoro más de 3 segundos en los besos que me ofrecían para saludar.

Ya culminada la ronda de saludos, nos colocamos en nuestros respectivos asientos y conversamos con los que nos acompañan en la mesa.

Pasada una media hora siento como me tocan el hombro mientras me susurran al oído:

-Estás espectacular esta noche, preciosa Diana- me giro sorprendida y quedo a centímetros de la cara de Federico Torres, tengo que aceptar que se ve muy bien con el traje negro que lleva puesto. Pero eso no cambia lo incomoda que estoy con su cercanía, me separo disimuladamente.

Al enfocarme en Marco noto que se ha levantado de su asiento y envuelve entre sus brazos a una espectacular rubia, delgadísima y con piernas kilométricas, misma que porta por una mala coincidencia el vestido rojo que yo me probé en la boutique hace sólo 2 días. La diferencia aunque me duela, es que a ella le queda muy bien y lo luce sin vergüenza a pesar que en lo personal pienso que muestra demasiado.