Por Sakura:
Y como es normal, las cosas buenas nunca duran. Mis días en el departamento de Sasuke llegaron a su fin sin darme cuenta. Itachi insistió en llevarme a casa, pero no lo creí prudente, pues corría el riesgo de que mis tíos o Naruto me vieran llegar con él.
Así que tomé un taxi y volví a casa. Cuando llegué, mis tíos no estaban. Una de las chicas del servicio me dijo que mi tía se había ido al bingo más temprano de lo habitual y mi tío aún no volvía de la oficina. No pregunté por Naruto, pues saber de él después de intentar olvidarlo era lo último que quería.
Subí a mi habitación, coloqué mis cosas en su lugar y envié mi ropa sucia a lavar. Envié algunos mensajes a Ino solicitándole toda la tarea para entregar el lunes y así no perjudicar mis excelentes notas. Ino quedó en enviarla más tarde, pues según ella tenía una cita con un misterioso hombre con el que llevaba saliendo aproximadamente tres semanas. Ella dijo estar ansiosa por verlo, pues por su trabajo este había salido de viaje. Me hubiera gustado indagar más sobre este extraño nuevo amor de mi amiga, pero no tenía ganas de escucharla parlotear como cotorra, así que corté la plática justo cuando empezó a relatarme lo bueno que era en la cama.
Me excusé con ella inventando un malestar en el estómago. Después de cortar la llamada, encendí la computadora, puse algo de música en mi bocina por Bluetooth, me até el cabello y, justo cuando estaba por sentarme frente al computador, la puerta de mi habitación se abrió de golpe.
Joder.
Olvidé ponerle seguro.
—¿Por qué no atendiste mis llamadas?—cuestionó Naruto después de ingresar a mi recámara, cerrando la puerta tras de sí.
—Porque no tenía ganas de hablar contigo. Ahora, largo de mi habitación, Naruto. El jodido espacio personal es importante cuando se quiere olvidar a alguien.—respondí, recargándome sobre mi escritorio y cruzándome de brazos, protegiéndome psicológicamente de sus palabras.
Mirarlo me provocó mucha culpa, pues su aspecto era muy similar a cuando encontró refugio en las drogas.
—¿Eso hiciste? ¿Le mentiste a mi madre y te fuiste a quién sabe dónde con Dios sabe quién para borrarme de tu mente? ¿Por qué me haces esto?
Naruto se acercó a mí y me tomó con fuerza de los brazos. Tenía los ojos levemente enrojecidos, como si hubiera estado llorando. Tenía grandes ojeras y un notable olor a alcohol emanaba de él.
Naruto tenía el alma hecha colores, igual que yo.
—No... no hagas esto otra vez, Naruto. ¿Por qué siempre haces lo mismo? Me pides que me olvide de lo que siento, me dices que es vergonzoso, que es enfermo, y cuando intento olvidarte, tú vienes a mí y preguntas: ¿Por qué te hago esto? Deja de confundirme con un demonio.
—Es que ni yo mismo sé qué es lo que quiero. Eres mi prima y no está bien lo que sentimos uno por el otro, pero por otro lado no puedo soportar la idea de que ames a otro hombre.
—Egoísta... eso es lo que eres, Naruto, un maldito egoísta.—dije, al tiempo que mis lágrimas comenzaban a rodar por mis mejillas una tras otra.
Naruto me acercó a él, mis manos sobre su pecho, sus manos acuñaron mi rostro.
—Por ti soy eso y más.—susurró, para después besarme de la misma forma que lo hacía en el pasado. Mis brazos rodearon su cuello, sus manos abandonaron mi rostro para posicionarse sobre mi trasero. Él, a diferencia de los Uchiha, fue más tierno. Me levantó del suelo, mis piernas se acomodaron en su cadera para darle más estabilidad a la posición en la que nos encontrábamos.