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Por Sakura

La sesión de fotos terminó mucho después de lo esperado. Cartier me había contratado para ser su embajadora mundial y debía tomar unas fotos para el catálogo de la nueva colección de anillos, dijes, relojes y pendientes.

Mientras me quitaban los pendientes, enfoqué mi mirada en Indra. Él se encontraba parado al fondo del estudio con la mirada fija en su teléfono celular, mientras su asistente tomaba nota de todo lo que le pedía.

Sonreí al verlo vestido así, con un traje Hugo Boss azul marino a cuadros hecho a la medida, camisa blanca, corbata roja, elegantes zapatos estilo italiano color camel y cinturón a juego. Su cabello estaba perfectamente atado en una coleta con algunos mechones cayendo sobre su rostro.

Mordí mi labio cuando frunció el ceño sin apartar la mirada de su celular. Verlo en esa faceta era jodidamente increíble, pues nadie podía imaginar lo que se escondía debajo de ese traje. El Indra trajeado era completamente diferente al Indra fiestero. La seriedad que ponía en sus negocios era tan creíble como lo salvaje que podía llegar a ser una noche de fiesta.

—Estoy lista, ¿nos vamos? —pregunté una vez que me acerqué a él.

Indra levantó la mirada y me sonrió.

—Hola, bella mujer. Creí que nunca terminaría tu sesión de fotos —susurró al tiempo que se acercó a mí y depositó un fugaz beso en mi frente.

Todo el mundo dentro del estudio nos miraba y murmuraba lo tierno que era Indra y la hermosa pareja que hacíamos. Sonreí al escuchar aquello.

Me aferré al brazo de Indra y recargué mi cabeza sobre este mientras caminábamos hacia la salida del estudio con su asistente siguiéndonos de cerca.

—Estoy súper cansada. Preferiría no ir a la fiesta de tu hermano. Me gustaría ir a casa, ordenar algo para picar y descansar mientras vemos una película. ¿Podemos? —dije después de entrar al ascensor.

—Si es lo que quieres, entonces es lo que haremos. Sayuri, puedes ir a descansar, nos vemos el lunes en la oficina. Y no te olvides de averiguar qué es lo que quiere el gobernador —respondió Indra. Solté su brazo y entrelacé mi mano con la de él.

—Así lo haré, señor —exclamó la chica antes de bajar del ascensor en el primer piso. Hizo una reverencia y las puertas volvieron a cerrarse. Nosotros teníamos que bajar al sótano, donde nos esperaban el chófer y los guardaespaldas.

—¿El gobernador? ¿Es ese hombre con el que te reuniste con tu padre hace un mes? —pregunté al subir a la camioneta.

—El mismo. Es un imbécil sin qué hacer. Solo perdí mi tiempo aquel día. El proyecto lo cerró con los Uchiha y el tiempo de mi padre y el mío sirvió para nada. Pero en parte fue mejor. Trabajar con ese hombre hubiera sido un completo infierno. Es asquerosamente desagradable y algo me dice que incluso mentalmente inestable.

—¿Te ha hecho algo? ¿Por eso pediste a tu asistente que indague sobre él?

—No... bueno, algo hay de eso, pero tú no te preocupes por ello. Mejor relájate mientras llegamos a casa.

Asentí con la cabeza y me recargué en su hombro. Aspiré el aroma de su loción, fuerte y suave a la vez, bastante extraño a decir verdad, pero Indra tenía sin duda alguna un aroma único que podía embriagarte fácilmente. Un aroma al cual me había vuelto adicta.

Cuando llegamos a casa nos dirigimos a nuestra habitación. Una vez allí, Indra me pidió que me pusiera algo más cómodo mientras él iba a preparar mi té.

Reemplacé mi vestido ajustado y altos tacones por un pijama de shorts, blusa de tirantes y unas pantuflas acolchonadas. Hice una trenza a mi largo cabello y finalmente me recosté.

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