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Por Sakura

Mis ojos estaban hinchados y jodidamente rojos, había pasado otra maldita noche llorando.

¿La causa? Indra y las malditas redes sociales. Llevaba toda la semana dejándose fotografiar con otras chicas, y mentiría si dijera que aquello no me afectaba.

Sumado a eso, dos días después de dejar la casa de Indra, mi estado de salud se fue al carajo: vómitos, escalofríos, dolor de cabeza, irritabilidad, falta de apetito... me sentía morir. Pasé mis días tomando calmantes y píldoras para dormir, intentando soportar el malestar. El doctor me indicó que era estrés, pero algo me decía que era mucho más que eso. Decidí confiar en él, después de todo no era cualquier médico; era el médico personal de Indra, conocido por su amplia experiencia.

—Vamos, Sakura, no puedes pasar todo el tiempo llorando por Indra. No es para tanto, es solo otro tipo rico más —dijo Tayuya, recostándose a mi lado. Ella era una modelo americana que había conocido durante una campaña publicitaria para Balenciaga y que con el tiempo se había vuelto mi amiga.

—Antes no parabas de repetirme una y otra vez que me había sacado el premio mayor con él y ahora dices que no es para tanto... ayúdame a entenderte.

—Bueno... él era perfecto porque te tenía a ti, pero vamos, no puede ser un buen tipo si te echó de su casa.

—¿Esperabas que viviera con él después de que me terminó?

—Corrección: tú lo dejaste a él. Siempre debe ser así; la persona que termina una relación es la que queda mal... y tú, querida, estás súper mal. Mírate, delgada, pálida y ojerosa. Lo que necesitas es...

—¿Embriagarme para olvidarlo?

—Yo iba a sugerir un baño y tal vez un cambio de look, pero embriagarse también está bien. Hoy es viernes, tú estás soltera, yo estoy soltera, pongámonos guapas y salgamos de fiesta.

—No tengo ganas de salir.

—No es una pregunta, es una orden. Anda, sal de la cama, date una ducha mientras yo busco en tu guardarropa algo que te haga lucir como una perra pero que al mismo tiempo diga "no estoy urgida".

Tayuya me tomó del brazo y casi me llevó a rastras al baño. Ella se dio la vuelta y se dirigió al armario. Agradecí tenerla en mi vida, de lo contrario, seguramente habría terminado viviendo en un hotel mientras encontraba un buen departamento. Fue la primera persona que, tras enterarse de mi ruptura con Indra, me ofreció su departamento para vivir. La idea de ser roomies la volvió loca, y ahora también se estaba convirtiendo en mi terapeuta.

Cuando salí del baño, ella ya estaba arreglada, llevaba puesto un vestido negro de imitación piel ceñido al cuerpo, unas botas largas del mismo color, maquillaje discreto y su cabello rojo atado en una coleta alta.

—¡Qué sexy! —exclamé al acercarme a la cama—. ¿Y esto? —pregunté tomando un pedazo de tela de seda blanca, mirándola extrañada al tiempo que intentaba averiguar qué era.

—Es tu vestido, tonta. Busqué en tu armario algo que pudieras usar esta noche y no encontré nada que fuera una patada en las bolas para Indra. Así que recordé que tenía este hermoso vestido arrumbado en mi guardarropa. Llevo meses a dieta pero nunca lograré tener el cuerpazo que tú tienes. Apuesto a que a ti se te verá divino, anda póntelo, muero por verte usarlo.

—Pero con esto se me verá todo, tiene un escote enorme y aberturas a los lados. Sería mejor ir desnuda.

—No seas dramática, no se te verá nada. Para eso tengo pegatinas. Puedes usar la tanga de pedrería que te regaló ese cretino. Apuesto a que cuando vea las fotos que te tomen los paparazzi se arrepentirá de todo lo que ha hecho esta semana. Anda, póntelo. Si no te gusta el color, también tengo en negro y rojo.

Tayuya estaba realmente entusiasmada. Le di un último vistazo al vestido, pensando que sí, era bastante atrevido, pero yo era joven y tenía cuerpo de supermodelo. No dejaría pasar esa oportunidad.

—Tráeme el negro —dije finalmente. Tayuya dio un par de saltitos antes de salir corriendo hacia su recámara.

Me puse humectante corporal y comencé a secar mi cabello. Tayuya me ayudó a ponerme el vestido y a colocar las pegatinas para que nada saliera de su sitio. Me puse la tanga de pedrería que Indra me había regalado medio año antes, unas zapatillas de tacón de aguja color piel, labios rojos, mi cabello suelto con algunos rizos en las puntas, perfume y una chaqueta de cuero.

Dos horas después nos encontrábamos en el Valhalla. Tayuya sugirió tomar una mesa en la planta baja, así, si Indra llegaba, tendría una vista perfecta de todos mis movimientos desde la planta alta.

Al principio, me sentí entusiasmada solo de imaginarlo, pero con el paso de los tragos, olvidé el plan. Solo quería divertirme. Bailé como nunca antes lo había hecho, mi cabello se movía de un lado a otro con cada uno de mis movimientos y gracias al vestido de Tayuya, más de un tipo en el club coqueteaba conmigo, aunque ninguno realmente logró llamar mi atención.

Tomé un par de shots de vodka cuando la botella de whisky que habíamos pedido al llegar al club se terminó. Sabía que era mala idea mezclar el alcohol, pero no soy de las que se niegan a las malas ideas.

—Sakura, no voltees... hay tres hombres mirándote fijamente desde la planta alta —dijo Tayuya acercándose para hablarme al oído—. Llevan tres canciones viéndote bailar, así que sí, están flechados por ti.

Intenté voltear, porque obvio, cuando una amiga te dice que no voltees, tu instinto te hace voltear. Por suerte, Tayuya me detuvo antes de hacerlo.

—¡Te dije que no voltearas!

—Pues no debiste decirlo, ahora quiero hacerlo. Mierda, quiero saber cómo son esos hombres que dices.

—Qué zorra... bien, te daré una descripción. Los tres son altos, guapos y sumamente sensuales. Son tan sensuales que podría comerlos, los lamería lentamente, muy, muy lentamente.

Comencé a reír.

—Eso no me dice nada, tu descripción es jodidamente mala... además, eres una pervertida, ¿quién lame a las personas?

—Amiga, créeme, ellos valen la pena. Cada lamida lo valen.

Volví a reír, el mesero se acercó a nuestra mesa para dejar la segunda botella de whisky. Le pedí que me sirviera una copa y, una vez lista, la bebí de un solo trago.

—Creo que alguien tiene sed —bromeó Tayuya.

—Solo tengo ganas de embriagarme y lamer a los tres tipos —dije entre risas.

Tayuya me dio un par de palmadas en el hombro mientras ambas reíamos. Supongo que el alcohol comenzaba a surtir efecto.

—Ok, te daré una mejor descripción de ellos. Puede que te animes y pongas fin a tu luto de noviazgo fallido. Sexo es lo que necesitas y claramente se ve que esos tres son unos animales en la cama, en el buen sentido, claro está. Bien, los tres son altos, dos de ellos tienen el cabello negro, uno lo tiene largo y lo lleva atado en una coleta, el otro solo lo tiene medio largo, y el último chico es rubio, parece que tiene los ojos azules y...

—Mierda —la interrumpí, mirando en dirección a donde ella estaba viendo.

Juro que el maldito alcohol abandonó mi torrente sanguíneo al verlos a los tres parados con ambas manos recargadas sobre la baranda, mirándome.

—¿Los conoces?... claro que los conoces, tú conoces a todos los tipos guapos de la ciudad.... santa mierda, Indra acaba de llegar.

Miré en la dirección contraria y en efecto, Indra estaba entrando al club acompañado de Asura, Menma y las chicas.

Cuatro colores, relaciones inestables y bastante tóxicas con cada uno de ellos... y mis malditas ganas de hacer la noche interesante me hicieron sonreír como hacía tanto no lo hacía.

Porque, al final de cuentas, tengo el corazón hecho colores.

Puccalovelin

COLORSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora