Un año después
Por Sakura.
Muerdo el hombro desnudo de Indra mientras su miembro erecto entra y sale de mi sexo. Sus manos aprisionan las mías, apretando mis muñecas con fuerza. Indra muerde mi labio inferior con tanta intensidad que lo hace sangrar, y marca mis senos con sus labios. Jadea mi nombre una y otra vez. El sudor emana de nuestros cuerpos.
La cama rechina con cada movimiento, la cabecera golpea una y otra vez contra la pared. Mi rostro está caliente; puedo sentir cómo poco a poco mi vientre se contrae, con miles de sensaciones acumulándose en este... estoy a punto de llegar al orgasmo. Los labios de Indra abandonan mis senos; él me besa con desesperación, y correspondo de la misma forma. Mi respiración se acelera. Indra toma mis muñecas con una sola mano mientras que la otra la dirige a mi cuello, ejerciendo presión. Sus movimientos se vuelven salvajes. Su miembro golpea mi interior; duele, arde, pero al mismo tiempo me hace disfrutar. Es como si el placer y el dolor hicieran las paces y se volvieran uno solo. El aire comienza a faltarme.
El golpeteo de la cabecera contra la pared se vuelve intenso, al igual que el rechinido de la cama.
Mis senos suben y bajan rápidamente. Indra susurra mi nombre en mi oído derecho. Un par de segundos más y el orgasmo me alcanza. Mi vientre se contrae y envía pequeñas descargas eléctricas al resto de mi cuerpo. Indra llega a su clímax después de mí, llenando mi interior con su semen, pese a que habíamos acordado otra cosa.
Me pongo de pie casi de inmediato y, aunque mis piernas tiemblan, como puedo me dirijo al baño. Orino y luego me doy una ducha.
Cuando salgo, me miro al espejo. Mi labio inferior está hinchado y tengo al menos una decena de marcas rojas sobre mis pechos. Mi cuello está rojo debido a la presión y un par de moretones adornan mis caderas y piernas.
El sexo salvaje se había vuelto una costumbre en Indra. Al principio lo disfrutaba, pero poco a poco comencé a perderle el gusto. Las marcas en mi cuerpo cada vez se volvían más abundantes, más grandes.
Suspiro al tiempo que me cubro con mi bata. Del cajón del baño tomo mis píldoras anticonceptivas. Tomo una y justo cuando estoy a punto de meterla en la boca, la mano de Indra me detiene.
—¿Qué haces? —cuestiona serio, con una mirada intensa e intimidante.
Él ya no está desnudo. Se ha puesto un pantalón de pijama. Su largo cabello castaño lo lleva suelto y está despeinado.
—Tomando la píldora. Dijiste que te saldrías antes y no lo hiciste. Habíamos acordado algo, Indra, pero como es tu costumbre, has faltado a tu palabra. Tal vez sea mejor que vuelvas a usar condón —respondo, liberándome de su agarre. Intento tomar la píldora, pero Indra nuevamente lo impide. Él me arrebata la píldora y la tira al retrete.
—Respecto a lo acordado, creo que cambié de opinión —Indra toma el resto de mis píldoras y, una a una, las tira al retrete—. Tú dejarás de tomar esto. No volveré a ponerme un puto condón y terminaré dentro de ti las veces que sean necesarias. Formaremos una familia. Estoy listo para eso.
Mis lágrimas se acumulan. Muerdo mi labio para evitar que salgan, y funciona, pero a la vez me lastimo un poco más el labio.
Para Indra siempre era él y solo él.
—Indra... no, ya lo hablamos. No estamos listos para eso. Es más, yo no quiero ser madre. Te lo he dicho.
Indra me toma del brazo y presiona con fuerza.
—Pero si estabas dispuesta a darle un bastardo al imbécil de Sasuke, ¿por qué conmigo es diferente? Después de todo lo que he hecho por ti, tú sigues negándome lo que quiero. No crees que estás siendo injusta conmigo, te he dado todo lo que haz pedido, he puesto el puto mundo a tus pies.