Por Sasuke
Sentado frente a la mesa de aquel café, puedo darme cuenta de cómo el tiempo avanza. La gente va de un lado a otro, manteniendo sus propias preocupaciones en sus cabezas. La mayoría de las personas que entran y salen de la cafetería parecen radiantes, tan felices, o al menos fingen a la perfección serlo.
La vida avanza sin que te des cuenta; un minuto se convierte en una hora, una hora en un día, un día en un mes, y así sucesivamente hasta que te lleva la jodida mierda. No importa qué tan correctamente viviste tu vida, al final te lleva la mierda como a cualquier maldito pecador.
La vida y la muerte. Un ciclo sin fin.
Le doy un sorbo a mi taza de café, cierro los ojos, presiono con fuerza el puente de mi nariz, y me cubro el rostro con ambas manos, frotándolo con fuerza. Me siento jodidamente ansioso, comienzo a sofocarme. Me pongo de pie, dejo sobre la mesa el dinero exacto del costo de mi café, sumado a la propina, tomo mi chamarra de la silla y salgo de la cafetería.
Con las manos en los bolsillos, camino tranquilamente por la plaza, intentando despejar mi mente, pero no puedo dejar de sentirme miserable al saber que faltan dos semanas para mi maldita boda. Una nueva vida, una nueva mierda.
En momentos como este, desearía no ser tan orgulloso. Guardarme todo para mí por vergüenza a expresar mis sentimientos me está llevando a un jodido espiral de ansiedad y estrés. Detengo mi andar cuando la imagen de Naruto cruza por mi mente.
—Así que así es como se siente. —Sin pensarlo dos veces, saco mi celular, desbloqueo la pantalla y marco su número. Tarda en responder, pero finalmente atiende la llamada. Cruzamos un par de palabras y quedamos en comer juntos.
Él ha estado evitándome, pero vamos, después de semanas, este es el intento más serio que hago para acercarme a él. Tal vez yo también lo he estado evitando.
Salgo de la plaza, me dirijo al estacionamiento, subo a mi auto, enciendo el motor y piso el acelerador a fondo para abandonar aquel lugar. Media hora después, me encuentro ordenando lo que será mi comida.
Naruto repasa por cuarta vez el menú. Se ve bastante demacrado; por su aspecto, puedo deducir que tal vez no ha dormido en un par de días y que ha estado bebiendo más de lo normal, como ya era costumbre en él.
—Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. No tienes por qué cargar todo sobre tus hombros. Para eso somos amigos. —No estaba seguro de en qué orden había dicho todo eso o si siquiera se entendía lo que quería expresar, pero lo pensé y lo dije.
Naruto entregó la carta a la mesera y ordenó lo mismo que yo. La mesera se marchó y su respuesta llegó.
—Lo mismo digo. Sé que estoy hecho una mierda y que últimamente me he alejado, pero al verte me doy cuenta de que no soy el único que está siendo arrastrado por la mierda.
¿Tan mal me veía?
Fue lo primero que pensé. Si Naruto podía notarlo, era que yo en verdad aparentaba lo que sentía, y eso era grave.
Sonreí.
—Por algo eres mi mejor amigo... Las cosas no están bien. Estos meses han sido extraordinarios. Te has perdido muchas novedades... me voy a casar.
Naruto no pareció ni un poco sorprendido por la noticia. Muy a diferencia del resto del equipo de fútbol, que no cabían en la sorpresa, Naruto solo sonrió de medio lado y... ¿culpa? Tal vez fue eso lo que vi reflejado en su rostro, pero no más. Aquello me extrañó.
—Me enteré por Shikamaru. Deberías pedirle que aborte. —Naruto bajó la mirada y comenzó a jugar con el mantel de papel, doblando minuciosamente las esquinas de este—. Ese bebé solo arruinará sus vidas. Aún puedes pedirle que aborte.