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Por Sakura

Sonreí al ver a Asura saltar a la piscina. Menma se quejó, ya que el agua salpicó en dirección a su camastro, mojando gran parte de sus piernas y pecho.

—¿Pero qué te pasa, grandísimo imbécil? Vas a joder mi bronceado —se quejó mientras tomaba una toalla para secarse.

—Creí que los japoneses amaban la piel extremadamente blanca, ¿por qué el bronceado? —pregunté, bajando un poco mis lentes de sol.

—Al niño le gusta una latina ardiente que acaba de ser transferida a la universidad. Él quiere causar impacto en ella, es un ridículo —explicó Asura, acercándose a la orilla nadando.

—Que te den, ella es ardiente y lo vale. Deja de burlarte —Menma le lanzó una manzana a Asura con la intención de golpearlo, pero Asura fue rápido y logró atraparla en el aire, dándole una mordida.

—No tienes remedio —susurré, acomodando mis lentes.

—No puedes juzgarme, las mujeres son mi debilidad. ¿Y tú? ¿No piensas volver a la universidad?

—No, Indra cree que es mejor que siga con los tutores. Viajamos mucho y eso sería un problema si retomo las clases presenciales.

—Así que... al final, tu reconciliación con Indra es oficial.

Guardé silencio, buscando la respuesta. Había pasado un mes desde el problema fuera del club y yo había vuelto con él desde aquel día. Aunque no hablamos al respecto, al final se sentía así. Indra había parado con sus celos y control sobre mí. Ahora era más flexible, tanto que incluso podía salir con Tayuya sin que un ejército de guardaespaldas vigilara mis movimientos. Supongo que al final él entendió mi decisión de no ser madre, ya que me había agendado una cita con una de las mejores ginecólogas del país.

Al final, todo marchaba bien o, al menos, había dejado de sentirme enjaulada en casa de Indra.

—Sí... bueno, así es esto de tener una relación con alguien mayor. Ya sabes, mi inmadurez me hace hacer cosas estúpidas como dejarlo por tonterías.

—Seguro que sí —murmuró Menma.

—Asura, necesito hablar contigo. Ven a mi estudio.

Indra se aproximó desde la casa hacia nosotros. Lucía algo cansado, y eso se debía a que no había estado descansando como era debido. Pasaba largas horas encerrado en su estudio y, gracias a las pesadillas, despertaba a mitad de la noche gritando y, en algunas ocasiones, llorando.

Algo andaba mal con él, y todo derivó de lo que dijo Naruto.

—Estoy nadando —dijo Asura, dando la espalda a Indra. Estaba molesto con su hermano mayor después de que este lo echara un par de veces de la casa cuando Asura, preocupado por él, lo visitó para animarlo.

Últimamente había cosas que yo no lograba entender.

—Toma una puta toalla, sécate y ven a mi estudio. No es una invitación, Asura, es una orden —Indra levantó la voz. Menma fingió no escuchar y yo me incorporé.

Indra se acercó a mí, se inclinó y me besó en los labios. Fue apenas un toque, efímero pero hermoso.

Él me miró y sonrió.

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